ARPA (IX)


Es uno de los más antiguos instrumentos musicales: se le encuentra representado en las necrópolis de Tebas (siglo XVIII (a.de C.) y como es sabido, aparece simbólicamente en las imágenes y estatuas del rey David, a quien se supone acompañando con música de arpa la belleza de sus Salmos. Su forma no ha variado, a través del tiempo, de modo considerable: se conserva, más o menos adornado, el tradicional modelo triangular. Primitivamente, el arpa era portátil y el ejecutante la sostenía sobre la rodilla izquierda, con una mano a cada lado. Las cuerdas eran pocas: diez o doce. Más tarde fue aumentando este número.

La utilizaron trovadores y juglares; llegó a palacios y castillos; incluso reyes y príncipes la tocaron. En la Edad Media, el arpa tiene aún pequeñas dimensiones y se lleva colgada del cuello por una correa a una cinta.

Figura en los cortejos y en las procesiones. Después, en el siglo XVIII, aparece ya la gran arpa hoy más conocida, que se coloca en el suelo. Aumenta el número de sus cuerdas, que llegan hasta 44. La reina María Antonieta siente una gran predilección por ella, y a veces en la fiestas y los conciertos de arte es ejecutante también. Sobre la forma tradicional surgen reformas y perfeccionamientos. Los hermanos Sebastián y Pedro Erard logran mejoras de importancia, y el arpa hasta entonces excluidas de las composiciones orquestales, entra en éstas brillantemente. Más tarde, en 1897es creada el "arpa cromática", que permite al ejecutante pasar de un tono a otro sin modificar el acorde. Las cuerdas han llegado ya al número de 78 y aparecen cruzadas -como en un tipo de "arpa doble" que hubo en el siglo XVII. Tienen, como las teclas del piano, color blanco y negro. Pese a la oposición que despierta la nueva "arpa cromática", muy pronto son establecidas cátedras de ella en importantes conservatorios europeos.

El arpa -por su bellísima sonoridad, acaso por su influencia también de antiguas tradiciones- sirve muy bien a los momentos de exaltación religiosa en las óperas: así, en la plegaria de Moisés, de Rossini; en el aria del "Rey del Cielo", de El Profeta de Meyerbeer, y en la invocación "Ángeles puros" del Fausto de Gounod. La han empleado también Berlioz, Beethoven, Liszt, Wagner... Mozart escribió un encantador concierto para flauta y arpa.
                                                                                Pedro Salvatierra Velázquez
Concertista y profesor de Conservatorio

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