OBOE (XIV)


Es muy remoto el origen del oboe. En los momentos del primitivo Egipto aparecen ya modelos de diversos tipos de este instrumento, utilizado también por otros pueblos orientales. Se emplea en el occidente europeo durante la Edad Media, y, dentro de su carácter general, ofrece dos familias: una, la de instrumentos llamados como comornos, y otra, la formada por el caramillo, la dulzaina, el pommer alto (el que se llamará más tarde oboe de caccia) y las tres grandes variedades de pommer que constituyen un directo antecedente del fagot. Uno de los tipos citados, el de la dulzaina, es el que se transforma en el oboe hoy conocido.

En los siglos XVI Y XVII, el instrumento es utilizado para acompañar las danzas. Es en aquel tiempo un subrayado musical excelente en la alegría de las fiestas populares.

El oboe fue después mejorado técnicamente de manera considerable, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII. Algunos de sus constructores eran, a la vez ejecutantes. En las óperas, los oratorio s y las cantatas de Haendel y de Bach, el oboe es empleado eficazmente. Se fabrica, de modo especial, en ébano y cedro, y a veces en boj y marfil. Su timbre posee un acento vivamente poético. La delicadeza, la finura, la posibilidad de matización de este instrumento han hecho de él uno de los preferidos de los compositores modernos: se le encuentra en páginas de Haendel, Mozart, Beethoven, Schumam... Los compositores posteriores han sentido siempre una viva predilección por el oboe, por la elegancia y el sentimiento de su sonido, por el espíritu de quejumbre que en él palpita. Su voz es como un lamento, que se prolonga a veces hasta límites inverosímiles y consigue grados de honda virtud emotiva.


Junto al oboe común, la orquesta ha conservado de aquella antigua familia del caramillo, una variedad a la que se da hoy el nombre de corno inglés (injustificado nombre, pues nada hay de inglés en el origen del instrumento). Juan Sebastián Bach había llamado al oboe "gran solista patético", y éste es el papel que posteriormente ha pasado a desempeñar en las orquestas el corno inglés. De este instrumento decía Berlioz que es "superior a todos los demás cuando se trata de conmover, haciendo renacer las imágenes y los sentimientos del pasado". Este músico, en la Condenación de Fausto, y Wagner, en la introducción del tercer acto de su Tristán e Isolda, lograron grandes efectos musicales con el acento de nostalgia y melancolía dramática que cabe extraer del corno inglés.

Pedro Salvatierra Velázquez
Concertista y profesor de Conservatorio

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