Paseando con un poeta: Juan Ramón Jiménez

Siempre había pensado que era más alto, me lo había figurado seco de carnes pero de apreciable estatura. Estaba de pie, hierático. Apoyaba suavemente los puños cerrados sobre el borde del pretil de la azotea y estaba ligeramente inclinado hacia adelante. Corta y cuidada barba negra atemperada por vetas blanquecinas. Mantenía los ojos entrecerrados en dirección a Cádiz, un Cádiz que no veía, y ni tan siquiera veía una línea azul de mar, tampoco aquellas dunas y pinares que aún guardaba en su memoria. Habíamos subido a la azotea porque no recordaba dónde estaba situada su habitación. Su mirada ávida se estrellaba contra un tropel de edificios entre el colegio de los jesuitas de El Puerto y el mar. Me miró con una suave y decepcionada mirada.

No contesté nada, hurgué con precipitación en una carpeta pequeña que llevaba y le mostré una cartulina cuadrada con una frase que él escribió en 1907:


Frunció el ceño y ladeó un poco la cabeza para leerla. Me la devolvió con gesto indiferente y giró su mirada hacia el oeste. Permaneció unos instantes callado y después con tono dulce, claro y lento recitó:


Bajamos por unas incómodas escaleras hasta el patio, y me atreví a decir:

-Todo ha cambiado, quizás demasiado, ha pasado más de siglo.

Dio unos pasos hacia el centro del patio y volviose diciéndome unos versos que yo también recordaba:


Caminamos rápidos por el gran pasillo, con macetas y flores a la izquierda, para bajar las escaleras de mármol hacia la galería de las tres puertas y salir a la plaza del Ave María por una de ellas.

Fuimos en dirección a la Plaza de Toros, iba contándome que todo aquello lo recordaba con la mirada ferviente del pintor que quiso ser; le recordé que Rafael Alberti también quería ser pintor, entonces esbozó una amplia sonrisa que para mí fue lo suficientemente disuasiva para no seguir por ahí. Volví a sacar de mi carpeta una frase suya que tenía anotada:


La tomó en su mano izquierda y después de leerla me dijo:

-Una vez comenté que consideraba que un poeta era como un creador oculto de un astro no aplaudido. También hablé una vez que la poesía la tenía en casa, guardada, por su gusto y el mío.

Sus palabras me sumieron en unos instantes de silencio, me parecían algo enigmáticas. Mientras pensaba en ellas me sorprendió con una pregunta:

-¿Recuerdas a Jack Kerouac? -no me dio tiempo a decir sí, él prosiguió hablando con perfecto acento americano-. "Because it's empty,/Because it's perfect/with emptiness/Because it's not even happening/Everything..."

Traté de entender aquellas y obtener algún halo de claridad sobre lo que había querido decir: "Porque está vacío,/porque es perfecto/con vaciedad/Porque ni siquiera está sucediendo/Todo...".

Para salir del asombro y perplejidad en la que me envolvían sus palabras le dije:

-Quizá conozca aquellas palabras de Waldo Frank, el novelista e hispanista norteamericano, que le señaló como "la inteligencia más profunda de la Europa contemporánea".

Sonrió alargando las comisuras de sus labios sin emitir sonido alguno, me miró con ojos alegres y dijo:

-¿Sabes? Los novelistas siempre exageran, y a veces, a menudo, mienten; solo el poeta bebe y se nutre en la verdad.

Enfilábamos la calle Santa Lucía, íbamos en la dirección de la Prioral después de haber recorrido el perímetro casi entero de la Plaza de Toros. Me atreví a recitar estos versos suyos:


Miraba hacia adelante, buscando el campanario, y le oí decir:


Y se fue, se me fue... se nos fue.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico electo de Santa Cecilia

Comentarios

  1. Muy bueno pero que muy bueno.

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  2. ¿No era mi profe de Matemáticas? ¿Era de Literatura?

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  3. Muy bonito, sí señor. Ole mi puerto.

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  4. Maravilloso es lo primero que me ha venido a la cabeza cuando he terminado de leer este post evocador y poético. Un grandioso poeta en un escrito igual de grandioso.

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  5. Qué bueno, yo también he ido paseando a la vez.

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  6. Siempre supe que en la intimidad silente del difraz de tu caracter,habitaba un humanista admirador de la delicada poesía de andaluces tan significativos como Juan Ramón. Enhorabuena por tan grato paseo y tan singular compañía. Me quedo con esta gran frase porque la poesía es corazón y si no se le pone verdad ni es poesia ni na... "¿Sabes? Los novelistas siempre exageran, y a veces, a menudo, mienten; solo el poeta bebe y se nutre en la verdad".
    Recibe un saludo.

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  7. Normalmente pienso en lo contrario, en dar un paseo por las callejas de El Puerto mientras me traslado a otra época mejor.
    Me ha encantado imaginar que ocurre al revés y alguien como J.Ramón Jiménez nos visita a los portuenses, una última vez.
    Un abrazo.

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