ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (56)
El ser humano suele verse aprisionado en su vida cotidiana
muchas veces por tonterías que le amargan la vida. A veces perdemos el sentido
de la proporción de las cosas y les damos una importancia que no tienen,
mezclándolas con elementos de nuestra personalidad y de valoración social, es
decir: de orgullo.
¿Y cómo podemos distinguir las cosas importantes de las que
no lo son? Desde luego no según la opinión interesada de los demás, ni la de la
costumbre, ni de las modas o corrientes, sino a partir del sentido común,
elemento de equilibrio que marca la valoración real de las cosas.
Esta regla que mide la importancia está regulada también,
lógicamente, por las relaciones históricas, creencias, conocimientos
adquiridos, costumbres, etc. No era igual una infidelidad matrimonial en el
siglo XVI que en la actualidad, ni en los países musulmanes que en occidente,
etc. Pero dentro de las reglas cambiantes de una comunidad hay individuos más
prestos a saltar llenos de ira por lo que toman por una agresión personal (un
adelantamiento de un coche, por ejemplo), mientras que otros no se toman por
una ofensa a vengar cada una de las tonterías que les ocurren en el convivir.
Es cuestión de carácter y formación, claro está, sentirnos
agraviados, dolidos o afectados por lo que nos sucede en relación con los
demás, pero también es un aprendizaje práctico que hemos de controlar en
nuestras respuestas cotidianas.
Es importante tener en cuenta, también, que las tonterías se
difunden mucho más rápidamente que las ideas sensatas. Tal vez porque el
pensamiento tonto es más cómodo y fácil que el inteligente. Y como los necios
están seguros de las cosas que defienden, mientras los sensatos y sabios
siempre están llenos de dudas, se imponen en la vida cotidiana las ideas disparatas
y los juicios absurdos. Y más en una época como la nuestra que un dogma de la
calle es que cualquier idea es respetable si se defiende adecuada y tenazmente.
Y como termina uno por acostumbrarse a todo, nos hemos acostumbrados a vivir
rodeados de tonterías. Y, encima, dejamos que nos afecten.
La vida es como es, y los seres humanos que nos rodean pues
también, e intentar ponerlo todo a nuestro gusto nos da demasiados disgustos,
sin conseguir, además, normalmente muchos resultados. A lo largo de la vida
vamos madurando, muchas veces a nuestro pesar. No nos queda más remedio. Pero
nos ahorraríamos muchos malos ratos si tuviéramos un termómetro psicológico que
controlara nuestra temperatura emocional por debajo de un umbral razonable,
como intentamos cuando nos ponemos un termómetro clínico, mantener la corporal.
Para ello, hay que tener a raya a ese enemigo mortal de la humanidad: que nos
afecten las tonterías.
“No
hay tontería mayor ni más común que la de amargarse por las tonterías del mundo.” Decía
Michel de Montaigne en sus Ensayos.
José Luis Alonso de Santos
Académico de Santa Cecilia
"SI TIENES UN PROBLEMA, Y NO TIENE SOLUCIÓN, ¿PARA QUÉ TE PREOCUPAS?; Y SI TIENE SOLUCIÓN, ¿PARA QUÉ TE PREOCUPAS?".-Prov. chino
ResponderEliminarAlguien dijo que "No es el trabajo lo que mata a la gente, sino la preocupación". Amargarse por tonterías es una forma de suicidarnos.
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