MÚSICA CLÁSICA EUROPEA: LA ÓPERA (11) Payasos

Ópera: Pagliacci en italiano, Payasos en español,  es un drama en dos actos.
Música y libreto del compositor: 
Ruggero Leoncavallo.
Se estrenó el 21 de mayo de 1892 en el Teatro dal Verme de Milán, dirigida por Arturo Toscanini.

Lugar y época: Montalto, Calabria un 15 de agosto entre 1865 y 1870.

La ópera comienza con un «prólogo» que se ha hecho célebre; es una forma original de obertura cantada. En la época de los orígenes de la ópera se mezclaban ocasionalmente las partes instrumentales con las cantadas en una especie de preludio, pero desde que el teatro musical desarrolló formas fijas, no existía el prólogo cantado hasta que Leoncavallo lo creó con original inspiración.
Argumento: 
Delante del telón aparece Tonio, caracterizado como payaso de la obra que se va a representar dentro de la ópera, e informa al público de que va a ver la puesta en música de un acontecimiento real que ha conmovido profundamente a su autor.
Los temas musicales de este prólogo son muy conocidos. Se introducen primero en forma puramente instrumental, pero sólo cumplen su verdadera función cuando se cantan en la ópera. El primero anuncia de manera espectacular el comienzo de la comedia. El segundo parece doloroso. Adquiere luego en el aria de Canio la trágica grandeza del payaso que sonríe mientras sufre por dentro. El tercero es el tema del amor, dulce y delicado; constituirá uno de los elementos principales en el único dúo de amor de la obra, cuando Nedda se refugie en los brazos de Silvio.

Ya «puede comenzar la comedia». Nos encontramos en una aldea del sur de Italia, a la que, al son de una música llega una compañía de cómicos. La población saluda al grupo y Canio invita a los lugareños a asistir a la «representación» que tendrá lugar esa noche. Tonio quiere ayudar a Nedda a descender del carruaje, pero el celoso Canio lo aparta bruscamente. Los espectadores ríen, creen que es una broma de los comediantes. Los aldeanos invitan a Canio a tomar una copa. Tonio se queda en el carruaje. Alguien advierte a Canio en tono de broma que Tonio podría estar buscando la cercanía de Nedda. Canio se enfurece: aunque en la comedia interpreta el papel de esposo engañado, nunca permitirá en la vida una situación así.
La vehemencia de Canio sorprende a los campesinos. ¿Ha hablado de matar? Sin embargo, vuelve a sonreír, besa a Nedda en la frente y entra en la aldea. La joven trata de librarse de la impresión que le ha producido la angustiosa escena; sabe muy bien que Canio es capaz de matarla. No lo ama, anhela la libertad, una vida diferente. En una gran aria compite con el canto de los pájaros, liberándose interiormente de la pesada carga que soporta.

Tonio la ha oído. Nedda es su sueño inalcanzable. Se acerca a ella, le pide un poco de amor. Pero Nedda se ríe de él. ¿Quiere trasladar a la vida lo que en el escenario se le permite de vez en cuando? Debería quitárselo de la cabeza. Sin embargo, Tonio está excitado, quiere abrazarla. Nedda coge un látigo y lo golpea. Tonio grita de dolor y de humillación. Ya encontrará el modo de vengarse.

Silvio sale de los arbustos. Nedda se arroja en sus brazos. Después de la amenaza de Canio y del torpe acercamiento de Tonio, se refugia en el hombre en cuyo amor pone sus esperanzas. En un dúo muy melodioso, deciden huir ese mismo día. Nedda no sospecha que Tonio la ha observado y ha ido corriendo al pueblo a buscar a Canio. El esposo furioso llega a tiempo para ver la despedida de los amantes: «Hasta esta noche... y después, unidos para siempre...». De un salto, Canio se planta frente a ellos, pero Silvio logra huir. Pese a la insistencia de Canio, Nedda no revela el nombre 
de su amante.

Se acerca la hora de la representación, los cómicos han de prepararse. Canio no lo ha hecho nunca con tanta amargura. Mientras se pone la ropa de payaso, canta el aria «Vestí la giubba», que con las palabras «Ridi, pagliaccio» lleva el drama a un punto culminante. Es la melodía de todos los payasos tristes, pero también de todos los que deben reír... con lágrimas. Desde la legendaria interpretación de Caruso, esta aria termina con un sollozo.
Nedda, vestida de Colombina, se pasea nerviosa por la habitación, como si esperase a alguien. Fuera se oye la serenata de Arlequín (Beppo). Pero Nedda no lo puede recibir, pues Taddeo, representado por Tonio, regresa ya del mercado. No sólo no trae el pollo que le había encargado, sino que además intenta besar a Colombina. Ésta lo rechaza y el público ríe. Por último entra Arlequín y echa a Taddeo. Entonces Colombina y Arlequín cantan su amor; ensimismados, no advierten el regreso del esposo de Colombina. Cuando éste oye las fatales palabras: «Hasta la noche... y después unidos para siempre», olvida su papel y grita como si le hubieran clavado un puñal. Se arroja sobre Colombina, mientras Arlequín escapa. En cuanto vuelve en sí, continúa la comedia, representa el papel del payaso celoso. Los espectadores aplauden entusiasmados: ¡qué artista! ¡Qué interpretación tan real! El payaso quiere saber el nombre del hombre con el que lo engaña su mujer. El silencio de Colombina lo enfurece cada vez más. Al igual que Canio horas antes, el payaso grita enfurecido: «¡El nombre! ¡El nombre!». Colombina intenta salvar la escena de la comedia: canta la ligera gavota que le exige su papel. Pero el payaso ya no puede seguirla. Unos aplauden entusiasmados, pero otros notan algo extraño y opresivo en la representación. Canio enloquece, no puede pensar, su visión se nubla. Acorrala a Nedda y le clava un puñal en el corazón. Tonio ha mantenido apartado a Beppo, que intuía que iba a ocurrir algo nefasto. Y la multitud que rodea el escenario y ha subido a él con la mayor excitación, impide que Silvio se abra paso. Unos huyen horrorizados. Otros siguen creyendo que todo es una simple actuación. Por fin puede llegar Silvio al escenario, pero el puñal de Canio lo mata a él también. Canio, totalmente ido, cae sobre el cadáver de Nedda. Tonio se adelanta y pronuncia las palabras que se han hecho clásicas: “La commedia è finita…”. “La comedia ha terminado…”

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