Paseando con un poeta: León Felipe
¿A qué huele
una farmacia vieja y abandonada? Me lo pregunté al ver aquellas estanterías
llenas de tarros sobre tablas de madera, negra, igual que el suelo. Él estaba
allí, al fondo, en un sillón de ancho asiento, sus manos se cruzaban en la
empuñadura de un grueso bastón. No había mucha luz para ver más. Sabía que
tenía su mirada fija en mí; empezó a golpear suavemente el suelo con el
garrote, primero en intervalos muy pausados con ausencia de ritmo, después se
fue acelerando y adquiriendo un cierto compás. Ambos estábamos callados;
percibía unas ciertas vibraciones en mis piernas que venían trasmitidas por el
piso desde el lugar donde daba los golpes con el bastón. No sé cuánto tiempo
tardé en darme cuenta de que los choques del palo en el suelo eran sus versos:
...
Que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me arrullen con cuentos,
Que no quiero,
Que no quiero,
Que no quiero,
Que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero verme clavado en el tiempo,
...
Repetí el ultimo
verso y seguí recitando acercándome lentamente a la esquina en donde estaba:
...
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero, a su ovillo, como un hilo de barba sujeto.
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento...
quiero... ¡quiero!... sueño... ¡sueño!
Soy gusano que sueña... y sueño
verme un día volando en el viento.
No
sabía cómo dirigirme a él, me sucedía con todos los poetas, pero con León Felipe más que con otros. Decidí llamarle don Felipe; su nombre verdadero era Felipe
Camino Galicia de la Rosa y nació en Tábara en la
provincia de Zamora en 1884. Cuando me encontraba a escasos dos metros con voz
clara y penetrante exclamó:
¡En España no hay bandos,
en esta tierra no hay bandos,
en esta tierra maldita no hay bandos!
¡No hay más que un hacha amarilla
que ha afilado el rencor!
Después suavizó la mirada
y dijo:
─Ahí sigue
todo igual, ¿verdad? ─y añadió─:
«Y el hacha cae ciega, incansable y
vengativa sobre todo lo que se congrega».
Giró un poco el cuerpo hacia la izquierda y
se quedó mirando a la puerta de la farmacia como si sus ojos la atravesaran.
Opté por no responder, él sabía perfectamente que todo seguía ─en el fondo─ igual. Se me ocurrió hacerle la siguiente pregunta:
─¿Por
qué me ha citado aquí, en una vieja farmacia?
Sin dejar de mirar a la cerrada puerta
dijo:
─Los
círculos se cierran casi siempre, o siempre. La historia olvidada, mi farmacia.
Comenzar es también terminar ─respiró fuerte, lanzando
el aire con cierta dificultad.
No entendí bien lo que quería decir pero
recordé que a León Felipe le inquietaba la idea del círculo y del eterno
retorno; en múltiples ocasiones podemos ver en su obra alusiones a un versículo
del Eclesiastés, en la Biblia, que
afirma que «lo que ha sido es
lo que será, y lo que se ha hecho, lo que se volverá a hacer». De alguna manera eso se
correspondía con su ideología, León Felipe interpretaba la realidad y la
historia como una sucesión de ciclos y consideraba al hombre prisionero de la
repetición, encerrado en un círculo del que intentaba evadirse con el auxilio
de la poesía. Esta idea es nuclear en su obra y se corresponde con la abundante
utilización de las repeticiones y de una especie de estructuras circulares en
la construcción de muchos de sus poemas.
Juan Ramón Jiménez dijo de él,
injustamente, que era "el mejor de
los de menos importancia". Quería saber como le afectó este juicio y
me respondió:
─Mi vida es
suficientemente conocida, al menos a grandes rasgos ─hizo
una breve pausa y prosiguió─. Mi infancia en
Sequeros, en Salamanca, luego en Santader, los
estudios de Farmacia, boticario en varios sitios. El abandono de las pócimas y
ungüentos y la experiencia de actor en una compañía ambulante recorriendo
España. Mi tiempo de cárcel, la aventura de mendicidad, la estancia en
Guinea... Casi todo. Cuando le llevé mis trabajos a Juan Ramón, que me atendió
con cordial amabilidad, esperando su sabio juicio ─paró
un poco y pude notar su respiración dificultosa─.
No comentó nada, me devolvió los originales y cuando alcancé la calle los
fragmenté en mil pedazos. Olvidé pronto.
Recordé estos versos de este poeta místico
rebelde y comprometido:
Ahora de pueblo en pueblo
errando por la vida,
luego de mundo en mundo errando por el cielo
lo mismo que esa estrella fugitiva.
¿Después?... Después...
ya lo dirá esa estrella misma,
esa estrella romera
que es la mía,
esa estrella que corre por el cielo sin albergue
como yo por la vida.
Volvía a golpear el
suelo, otra vez con ritmo en el bastón; otra vez como recitando:
¡Qué solo estoy, Señor!
¡Qué solo y qué rendido
de andar a la ventura
buscando mi destino!
En todos los mesones
he dormido,
en mesones de amor
y en mesones malditos,
sin encontrar jamás
mi albergue decisivo.
Y ahora estoy aquí, solo...
rendido
...
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa
Cecilia
Los artículos de Ignacio se leen con verdadera atención porque nos incluye en el grupo mientras lo estamos haciendo. Vemos lo que él describe con toda nitidez. Y valoramos al poeta con más interés a partir de conocer esa intimidad que transmite a través de la entrevista. Insuperable vuelta al trabajo Ignacio.
ResponderEliminarParece que la espera siempre vale la pena. Este artículo nos reúne con un magnífico poeta, comprometido y desafiante. Magnífico....como siempre.
ResponderEliminarMi poeta preferido, muy buen articulo, gracias academia.
ResponderEliminarOtra vez me ha deparado una buena mañana de sábado con este paseo poético, muchas gracias.
ResponderEliminarfantastico ! me has emocionado ! nunca hice mucho caso a León Felipe .pero hijo has hecho que me encante ! gracias por este maravilloso articulo !
ResponderEliminarQue no quiero,
ResponderEliminarque no quiero,
que no quiero, PERDERME NINGUNO DE ESTOS PASEOS.
Que no quiero,
que no quiero,
que no quiero, DEJAR DE CONOCER OTROS POETAS.
Una vez mas felicitar y dar las gracias a nuestro buen Amigo Ignacio.