ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (90)


Alma Máter
 
         Cada día, muy de mañana, atravieso el umbral de la vieja Universidad de Sevilla. Paso por debajo de la impresionante portada dieciochesca coronada por la Fama, cruzo los patios aún silentes, que en apenas unas horas serán un hervidero de actividad. Son dos: el del reloj y el de la fuente, este último con una magnífica fuente rococó en el centro. Aún casi de madrugada llego a mi despacho y comienzo mi jornada, con la misma ilusión que cuando, recién acabada la carrera, me incorporé como joven becario de investigación al departamento donde ahora ejerzo la cátedra. Hace de aquello treinta años.
         
La Universidad en la que entré allá por 1982, de la que he sido profesor casi tres décadas y vicerrector casi la mitad de ese tiempo, ha experimentado una transformación prodigiosa. Habrá quien piense que para mal. Yo no lo creo en absoluto. Basada esencialmente en un modelo público y democrático, la Universidad española ha ofrecido en su etapa más reciente oportunidades de formación a la gran mayoría de los ciudadanos; ha colaborado activamente al desarrollo cultural, social y económico de nuestro país; ha avanzado hacia un diseño evolucionado y moderno.
        
 La Universidad es un valioso instrumento para una sociedad avanzada y culta. El acceso universal a los estudios superiores constituye una conquista histórica irrenunciable. La Universidad contribuye al bienestar personal y social; a elevar el nivel cultural y técnico; al necesario progreso de la investigación; a formar ciudadanos libres y responsables.
         
No podemos permitirnos el lujo de retroceder en esas conquistas. Si mantener la Universidad resulta caro, más caro nos saldría prescindir de ella. El correcto diseño del futuro demanda, exige, un potente sistema universitario. La pregunta que debemos hacernos es si queremos apostar por el futuro o retornar a la mediocridad cultural, científica y técnica que nos caracterizó en el pasado.
        
 Y la manera más eficaz de dar una respuesta positiva al desafío que representa el futuro en el plano de la formación superior es contar con una Universidad pública al servicio de todos los ciudadanos, de calidad, con recursos suficientes para desempeñar su cometido, y autónoma. Porque la subordinación a cualquier poder económico, político o ideológico condiciona la libertad en la que el conocimiento debe crearse, criticarse y transmitirse. Es decir, coarta la auténtica esencia y el genuino espíritu universitarios.
         
Mañana volveré, muy a primera hora, a mi vieja Universidad. Atravesaré su umbral, cruzaré sus patios, saludaré a maese Rodrigo Fernández de Santaella, el fundador, presente en bronce en el primero de ellos, pasaré junto a la fuente esplendente y rumorosa. Más de quinientos años de historia contemplarán a la vieja institución. Pero nunca me parecerá más joven.

Juan José Iglesias Rodríguez
Académico de Santa Cecilia

Comentarios

  1. Totalmente acertado. Reducir o prescindir de la enseñanza, de la investigación (que es inversión), de la cultura y del progreso, es propio de retrógrados que se encuentran a gusto volviendo a la situación de décadas atrás. Es empobrecer la nación. Quien tiene el conocimiento sojuzga a quien no, y ahí se produce la dictadura y el abuso.

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