COLABORACIONES
Rituales de siembra
Los pueblos
primitivos eran depredadores que cazaban y consumían en el mismo lugar. Con el
tiempo, cuando la caza disminuyó, tuvieron que viajar siguiendo rastros. En las
rudimentarias chozas quedaban las mujeres, recolectando frutos y
especializándose en distinguir la planta que mataba de la que curaba, el fruto
maduro del verde y lo que ocurría cuando las semillas caían a tierra. No
tardaron en hallar relación entre los fenómenos atmosféricos y las cosechas, y
pronto controlaron la siembra y recolección; aunque, seguían sin entender las
fuerzas naturales que, a veces, estaban a su favor y otras en su contra.
La siembra y
recogida de grano trajo parejo un cierto sedentarismo, aceptado a duras penas
por los cazadores, que, a la postre, terminaron reconociendo las ventajas de
este trabajo organizado por las mujeres. Porque, por un lado, salvaba a la
tribu de morir por las hambrunas del invierno cuando la caza y los frutos
escaseaban; por otro, evitaba recorrer grandes distancias, viajar a lugares
remotos donde cabía el peligro de ser atacados por depredadores o ser víctimas
de otras tribus. Además, las mujeres se convirtieron en matriarcas, poseedoras
del conocimiento experimental en la crianza de animales, como el jabalí, la
gacela, el perro y el caballo; la reserva de grano para pasar el invierno
y sembrar; y, sobre
todo, el dominio del entorno extendiendo los ciclos de fertilidad de la tierra
a ciertas prácticas que ayudaban a que la cosecha fuera próspera.
Los cazadores, por
su lado, ociosos por la inactividad, se trasformaron en guerreros. Su nueva misión
consistía en proteger las cosechas frente a los predadores naturales y los
codiciosos de su propia tribu, y atacar a los clanes vecinos para robarles la
cosecha.
Así, los rituales de
agradecimiento a la Diosa-Tierra por los frutos se tornaron en ceremonias de exaltación
de los valores de un Dios sangriento que premiaba la crueldad y la injusticia,
el exterminio y el botín. Si los ritos femeninos eran pre-primaverales, para
despertar a la diosa, dormida durante el invierno, y aprovechar la siembra; los
masculinos se desarrollaban al comienzo del verano, tras las primeras cosechas.
Estos ritos son muy
similares en todas las regiones. Las Tesmoforias se celebraban en Grecia antes
de la primavera y del otoño. En Asia Menor, las sacerdotisas organizaban danzas
obscenas en honor de la Diosa Artemisa. En Brasil, la alta sacerdotisa bailaba mambos y babalorischas, y dirigía la danza
de fertilidad para propiciar la intervención de la Diosa Madre del maíz. En Guinea
Ecuatorial y en Gabón, las mujeres cabriolaban con el ivanga
mientras
tocaban las campanas bi-leebo para honrar a Bisila, Diosa de las
Cosechas. En Oceanía, las mujeres rendían culto a la Diosa Tarabanga, “La Sabia
Madre”, bailando el corroboree y tocando el tambor.
En Nueva Guinea, se
honraba a la Madre Ancestral y en Nueva Caledonia a la Diosa Kabo Mandalat. En
Costa de Marfil, las sacerdotisas participaban en danzas, ataviadas con grandes
esculturas sobre la cabeza, mientras otras mujeres tocaban el tambor. En Perú y
Bolivia, las mujeres tocaban la música que las bailarinas, con el cabello
suelto en honor de la Diosa del maíz, la de los cabellos largos, danzaban para
propiciar el crecimiento del grano.
Álvaro
Rendón Gómez
Socio colaborador
de la Academia Santa Cecilia
Artículo de interés para que la gente se entere de que hay sembrar antes de recoger, cosa simple pero que no acaba de entenderse en estos tiempos, por ejemplo, aquí en el El Puerto.
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