DE NUESTROS COLABORADORES. EL MAR, LA MAR

El Mar, la Mar. ¿Quién determina la inmensidad?
                       
                        “El mar. ¿Quién es el mar?
                        Quién es aquel antiguo y violento ser
                        que roe los pilares de la tierra
                        y es uno y muchos mares,
                        es abismo y resplandor y azar y viento”
 Así, de esta forma tan poética, en masculino, Jorge Luís Borges, se pregunta y responde quién y qué es el mar.
 Difícil es dar respuesta a estas interrogantes y definir a un mundo tan cambiante como monótono, tan sosegado como turbulento, tan azul y transparente como negro profundo y ominoso.
 Después de treinta años en la mar, yo también me hago mil y una preguntas, podré calificarlo con mil adjetivos, en masculino y femenino, y aplicarle otras tantas metáforas:
 El Mar:
                   Azul cobalto, gris metal.
                   Azogue sin cristal.
                   Espejo picado de la nada.
                   Profunda soledad sin alma.    
                      
 La Mar:
                   Gran dama de azul
                   con volantes de espuma blanca,
                   Inquieta y sosegada,
                   a veces, irascible y ominosa,
                   otras, amante seductora y casquivana
         de mil y un marinos enamorada.
                   
Siempre habrá otras mil y una metáforas para definirlo, en masculino y en femenino, mas en mi opinión, si decimos “el Mar” nos estamos refiriendo, de un modo genérico, a una inmensa masa de agua salada, así la define la R.A.E: “Masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie terrestre, ó como cada una de las partes en las que se considera dividida”.
 Esta definición, aunque correcta, es parca y poco ilustrativa, ya que al mar, la mar, se le puede definir y estudiar desde innumerables puntos de vista: Geográfico y Físico, Histórico y Político, Científico y Técnico, Mitológico y Literario, sin olvidar nunca su estudio desde el punto de vista Sociológico, pues en ella se desarrollan toda clase de actividades que contribuyen a formar un mundo en el que viven, y del que viven, millares de hombres, los marinos, que somos los que la llamamos “La Mar”
“El Mar”: Es para aquél que lo ve, mira y observa desde tierra, y
“La Mar”: Para aquél que vive inmerso en ella.
Fue Platón el primero que llamó la atención sobre los marinos, a los que engloba en un tercer estado creado por él y para nosotros.
Decía Platón que el hombre pasaba por tres estados:
“Vivo, Muerto y Navegando”. Aseveración poco menos que simplista, viniendo de tan ilustre pensador, pero que sirve de presentación de los marinos al mundo de los terrícolas, que ha vivido, vive y seguirá viviendo de espaldas al mar, del que tiene un total y vergonzoso desconocimiento.
Para los marinos, “La Mar”, no es un concepto genérico como expresa la definición de la RAE., pues su extensión se circunscribe al círculo que abarcamos con nuestra mirada cuando nos apoyamos en la regala de nuestro barco, es nuestro horizonte, nuestro mundo; dos tercios de nuestra vida activa transcurren dentro de este círculo que cambia constantemente, unas veces es amplio y diáfano, y otras, oscuro, angosto y tenebroso.
En nuestra relación, como en la de cualquier pareja, hay momentos de calma y de dicha, dulces y sosegados, y otros, tensos, bruscos y turbulentos.
 La Mar, todo un mundo que, en vez de separar, une y aglutina a los pueblos a su alrededor.
Permítanme enunciar pedantemente un apotegma:Navigare necesse est
                                                                     
Esta contundente sentencia estriba, precisamente, en la necesidad de utilizar al mar como vehículo del desarrollo de la historia y cultura de los pueblos.
Tan verdadera y trascendental es esta aseveración que el poder y la hegemonía de ciertos pueblos, se debe al hecho de haber vivido de la mar y en ella, convirtiéndose en auténticos portadores de cultura. 

Eduardo Marquina  decía: “La mar es una eternidad constante y las olas movimiento inmortal”.    
Yo me atrevo a decir: La tierra es creativa. La mar creadora.
Y hacer esta difícil, pero sugestiva, recomendación:
Que tu mente, como la mar, sea profunda, inquieta, lúcida y amplia de horizonte. 
Que tu alma, como la mar, sea limpia, generosa, seductora y atrayente.
Es tanta la atracción que siento por el mar, tanto lo que me ha dado y enseñado que, parafraseando a Alberti, pero llevándole la contraria, yo no quiero ser marinero en tierra, por eso pido, a aquél que bien me quiera, si se dieran los condicionantes que a continuación expreso, cumpla mis deseos sin titubeos ni remordimiento:
Si mi voz se quebrara en tierra,
si ya nadie la entendiera,
llevadla a la orilla del mar
y dejadla en la ribera.
Si mi piel las caricias no sintiera
y mis manos, frías y yertas,
acariciar no pudieran,
¿para qué las quiero muertas?.
Si mis ojos no apreciasen la belleza
y ojear un libro no supieran,
inundádlos de azul de mar,
fondeadlos con la sondaleza.
Si mi mente, sin rumbo y al garete,
derivara en noche sin estrellas,
brizadla entre dos olas,
dejadla navegar con ellas.
                                                                                                         Un marino 
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Comentarios

  1. Interesante artículo que demuestra que su autor ademas de conocer profundamente la mar, también la ama. Muy poético y muy bien ilustrado por las fotografías incluidas. Me ha gustado mucho.

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  2. Precioso artículo lleno de poesía y pragmatismo. Tras leerlo, me he visto impelido a salir y recrear mi vista sobre el mar... la mar... y pensar que hay gentes que no pueden disfrutar de este regalo. Enhorabuena

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  3. Me ha emocionado el artículo tan magistralmente escrito. Un hombre amante de la Naturaleza y todo poesía. Gracias por hacerme disfrutar. Esperemos que continúe regalándonos con sus escritos.

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