ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (165)

FITOPLANCTON PORTUENSE 
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      En la apariencia inmensurable del mar, con su poder de generación de musas y de sentimientos, hay que descubrir a la mezcla química de que está formado, generante de otra bioquímica. El mar es agua, cuantitativamente hablando, en donde aparecen otras muchas sustancias disueltas, y organismos pululantes entre los que destaca el fitoplancton. Sin embargo, a la hora de la representatividad y la de dar el santo y seña del mar, aparece la sal, que es como la cualidad química por excelencia del mar, esto es, como lo más destacado de su personalidad. Y estamos hablando entonces de esa cristalina  especie, semiviva, portuense, porque forma parte de su enjundia ciudadana siendo inorgánica, que aquí nace, crece y muere, exportada a otros lugares. El mar está inevitablemente unido a  su salinidad, que es un concepto químico asociado ineludiblemente al mismo, y ambos están siempre presentes en la vida portuense.

     Según la historia de la Tierra, en el mar apareció la sopa macrobiótica, proteínica, de la que procede la Humanidad.  Análogamente, en una analogía interesadamente localista, El Puerto también nació en el mar. Mejor dicho, en las orillas del Guadalete, que es salino a su paso por el Castillo.  Y sigue aferrado a la mar, a pesar de los fluctuantes tiempos separatistas, gracias a su Bajamar, que es el barrio que sirve de cordón umbilical entre El Puerto y la mar.
Atardecer en el Río Guadalete, foto de Gondiazar
      El mar en El Puerto es como su fitoplancton, sutilmente omnipresente aunque invisible, percibiéndose solo en los más escondidos sentidos.  El fitoplancton encarna la vida primaria de los océanos y sin ésta, el mar estaría muerto como el agua en la nieve. También sin el mar, El Puerto estaría muerto, como pueblo sin sal. Y sigue vivo, milagrosamente, por su Bajamar, que le presta, todavía, el aliento necesario para permanecerlo entroncado a su marinería.

       La Avenida de la Bajamar, es además la antesala del portuense viento de Levante, que se hace marino en la Bahía. En su tiempo, toda la marinería vivía  en la  Bajamar y aledaños, ampliada domésticamente hasta Plaza de la Herrería.  Junto con la Pescadería, que nutría la vida de las gentes, con angustias incluidas, ambas eran enclaves indispensables en el devenir de los ciudadanos. Dicha calle fue aculadero del Vapor, y sigue siendo vigilante de salinas, cuna de la Puntilla y fitoplancton del Puerto.
José López Ruiz
Académico de Santa Cecilia

Comentarios

  1. Magnifico escrito de D. José Lòpez, desde los tiempos del Instituto Laboral siempre he admirado a este profesor-científico-humanista, que me gustaría que se prodigara mas en este tipo de reflexiones sobre todo lo portuense, y especialmente sobre el mar y el rio. Un saludo y mucha salud.

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  2. D. José, Hombre mucho grande por dentro que por fuera, gigante en su faceta docente, cíclope del pensamiento y del conocimiento. Mi querido y admirado Profesor, me encanta leer lo que escribe, lecciones magistrales siempre; mucho más oírle lo que dice, lo que nos enseña. No dejaré, ni dejaría nunca, de ser su eternamente agradecido alumno, y sabe Vd. que lo digo con el corazón. Gracias a la Vida, por habernos dado tanto. Gracias Don José, "mi profe", con un fuerte abrazo, que pueda "escuchar de Vd." muchos, muchos años. Eloy.

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