ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (181)

LENGUAJE, PROFESIÓN, MUJER

Con el acceso de la mujer a profesiones que antes estaban reservaban al varón se suscita la duda de si el género gramatical de la profesión ha de ser el femenino cuando la ejerce una mujer.

Es el caso de “jueza”. Aventuro que en un principio el término se usaría con cierta retranca para referirse a determinadas mujeres de toga y puñetas; y que más adelante recibiría el beneplácito del feminismo. La Academia lo aceptó, fiel a su función de recoger el uso social de la lengua, más que de darle esplendor, aunque esto es cuestión de gustos; Hoy está consolidado en gran parte de nuestro territorio idiomático. Sin embargo, el término es inútil, pues con decir “la juez” queda clara la cosa.

Con los cargos públicos, para referirse a ellos, algunas leyes utilizan los dos géneros (consejero o consejera, presidente o presidenta etc.), desconociendo el principio de economía que debe inspirar el uso de la lengua. También contrario a este principio es hablar de “las personas titulares de” tal  o cual cargo, supongo que, más que para aclarar que los animales no pueden acceder a ellos, para evitar el masculino “los titulares de” que podría irritar a alguien.


¿Y qué hacer con los participios activos sustantivados (presidente, asistente etc.)?El origen latino de estos nombres no consiente la terminación femenina: piénsese en “remitente”, “conferenciante”, “sorprendente” y, sobre todo, en “amante”; también aquí el contexto indica el sexo.  A “asistenta” no le auguro porvenir, por su connotación clasista. Sé de asistentes sociales que no quieren que se les llame así. Lo contrario ocurriría con “presidenta”, que despide aroma de empaque y señorío. Partidario de la igualdad, incluso para las palabras, lo mejor sería tratar estos dos casos como los que son irreductibles a ser feminizados.

Y, al margen de los aspectos profesionales ¿qué decir de esos “trabajadores y trabajadoras”, “Andaluces y andaluzas y similares? ¿No está claro que con el primer término se incluye también el otro? Mas, incluso para los falsos problemas hay soluciones: una especie de manual de buen uso del lenguaje administrativo aconsejaba el empleo de nombres colectivos, como “alumnado” o “profesorado”. De ello se ha hecho uso en algunos centros oficiales con los carteles de “Atención a la Ciudadanía”, expresión, sobrecursi, inexacta, pues también atienden a los no ciudadanos, e injusta al hacer suponer que las demás dependencias no tienen que atender a la gente. Habría sido preferible un cartel de “quejas y sugerencias”.

Por cierto que ese manual denunciaba que en todos los formularios administrativos que debieran cumplimentarse por cónyuges aparecían los datos del marido primero y después los de la mujer; salvo en uno, que invertía el orden, y se ponía como ejemplo. Era la solicitud de ingreso de niños en guardería; por entenderse que era la esposa quien tenía que hacerse cargo de los problemas que pudieran surgir con el crío.

José M. García Máiquez
Socio colaborador de la Academia

Comentarios

  1. alberto boutellier26 de agosto de 2014, 10:40

    Puntual, lógico y preciso.

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  2. La manipulación del lenguaje es otro dramático ejemplo del intervencionismo político. Es una perversión en toda regla.

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