ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (189)
UN
SELFIE O SELFI
Sé que este artículo puede hacer sonreír a quienes piensen que me quedé anclado en el pasado, pero ruego que lo descarten, yo mismo soy víctima de lo que denuncio y bendigo a las nuevas tecnologías, pero me lamento.
No
sé si es la incultura, la comodidad o que, urgidos por la velocidad que nos
imprime la actual sociedad, tal vez influenciada por las nuevas tecnologías,
nos invade el nerviosismo cuando nuestro ordenador (PC) baja de los 20 Mbps.
Estas
prisas, trasladadas a la conducta popular, inciden en el uso de nuestro
vocabulario, empobreciéndolo, al reducir no solo el número de vocablos, sino
permitiendo la incursión de otros en el diccionario de la lengua española, inerme
ante la fuerza invasora de un nuevo imperialismo lingüístico repleto de
acrónimos y anglicismos.
Se
dice que Cervantes usó 8.000 palabras aproximadamente. Una persona dedicada a
la literatura, que suele leer y escribir, por ejemplo, un novelista, utiliza
unas 3.000. Otra persona culta, y pensemos que lo es quien, además de una
formación, lee periódicos, algunos libros, revistas técnicas, internet etc. se
mueve sobre las 500, pero el común de los españoles, con estudios básicos, no
usa más de 300 palabras para expresarse y, son ellos, los que motivan mi
reflexión, porque éstos, sin embargo, sí son capaces de adoptar los anglicismos
con la misma facilidad con que abandonan, cada vez más, el conocimiento de nuestro
idioma y lo reducen a un peligroso primitivismo.
Cómo evitar el uso de anglicismos
Exceptuemos
de este comentario a las personas del mundo empresarial que, definitivamente,
han desterrado de su vocabulario una amplia serie de palabras, que ya han sido
sustituidas por anglicismos como casting, feedback, workshop, brownie, coffee-break…,
en lugar de pruebas, realimentación, taller, tarta de chocolate o descanso para
un café, más o menos, pues caben otras traducciones en nuestro rico
vocabulario. Marginemos también a los que se ven obligados a aplicar ese
lenguaje técnico, donde las siglas y los acrónimos, ya disponen de un amplio glosario, con cuyo uso, pueden escribirse frases, dejando
solo los espacios para las conjunciones y adverbios españoles.
Me
preocupa más la juventud preparada y la menos preparada, que utiliza ya, con
naturalidad, numerosos vocablos como propios, por ejemplo: spot, bol, beicon, kétchup…,
en lugar de anuncio, tazón, panceta o salsa de tomate, pero lo que he
descubierto esta mañana, ha sido: “Hacerse un selfie o un selfi”. La verdad es
que no imaginaba que pudiera tratarse de una autofotografía, solo o acompañado;
confieso que, por mi escaso conocimiento del inglés, pensé que pudiera tratarse
de algo pornográfico.
En
resumen: si de las 300 palabras que emplea una gran mayoría de los españoles,
hay que deducir los anglicismos, no es de sorprender que sintamos admiración
por el uso que, colombianos, mexicanos, chilenos o argentinos, hacen de la
magnificencia de nuestro idioma.
Entiendo
y acepto las nuevas incorporaciones aportadas por países hispanoamericanos,
porque resultan enriquecedoras, pero me cuesta aceptar los anglicismos porque,
con su simplificación, contribuyen a la prisa que nos invade y con ello, al
empobrecimiento de nuestra lengua.
Alberto
Boutellier Caparros
Socio
Colaborador de la Academia
Los más dados al anglicismo lo llaman 'selfie', pero de toda la vida de Dios eso de representarse en imagen a uno mismo viene siendo autorretratarse.
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