ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (204)

Albert Einstein, cien años después: científico y pacifista

        
De nuevo, un año Einstein: la conmemoración del centenario de la formulación de la teoría de la relatividad general. Europa, durante el año 1915, se desangraba en la que se consideraría Primera Guerra Mundial. Einstein, situado al margen de ella, trabajaba en la consecución de las ecuaciones de campo que explicarían, de modo intelectualmente revolucionario, el problema de la atracción general de los cuerpos, mediante el establecimiento de una nueva teoría de la gravitación que presupuestamente explicaría no cómo es el Universo, visión descriptiva, sino cómo funciona, visión evolutiva. La gravitación, según él, se debe a la deformación del espacio-tiempo y no a la existencia de unas fuerzas, concepto establecido por Newton y que había demostrado hasta entonces su enorme valor para la interpretación de la Naturaleza. El físico alemán desbancaba al físico inglés de la cumbre del pensamiento de mayor valor, al menos hasta entonces, para el conocimiento: la filosofía de la Naturaleza devenida en física.

         Decimos "de nuevo, un año Einstein" porque tuvimos la ocasión de recordarlo en 2005 con ocasión de conmemorar la publicación de "Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento", artículo de 1905 en el que formuló la teoría de la relatividad especial o restringida, teoría que daba una respuesta diferente al problema del movimiento, por más completa, a la que daba la Dinámica newtoniana, generando  nuevos conceptos acerca de las medidas de longitudes y de duraciones, en el espacio y en el tiempo, respectivamente.



         El 'problema del movimiento' y el 'problema de la atracción general de los cuerpos' (o problema de la gravitación), integrados en el 'problema de la Naturaleza', habían sido dos de los primeros grandes problemas que en la historia del pensamiento -primero como filosofía, y después como física-, habían ocupado la atención de las figuras más representativas de la reflexión intelectual. Pero estas teorías no eran capaces de explicar, a principios del siglo XX, el problema de la velocidad de la luz, expresado problemáticamente en el experimento fallido de Michelson-Morley, ni el movimiento de la órbita de Mercurio. Las nuevas teorías de Einstein permitían explicar dichas cuestiones, es decir, ofrecer respuestas científicas a dos problemas capitales en la tarea emprendida por la humanidad en su descomunal empeño por conocer la Naturaleza.

         La teoría general de la relatividad ha superado con notable éxito las diferentes pruebas que el impresionante desarrollo de la astrofísica y la cosmología de los últimos cien años le han propuesto. El genial físico judío alemán merece el recuerdo de la familia científica conmemorando con reconocimiento, gratitud e, incluso, júbilo, el centenario de tamaña construcción intelectual, que conmocionó la ciencia y la filosofía del siglo XX y permitió un mejor conocimiento teórico de la dinamicidad intrínseca del Universo.



        Pero Einstein no sólo fijó su persona y su atención durante la Guerra Europea en la producción científica dejando de lado la problemática bélica sino que forjó su personalidad universal como miembro de la humanidad sin sectarismos raciales ni nacionalistas, y fijó, en consecuencia, una actitud pacifista durante su estancia en Berlín desde 1914, donde aparece, en instantes tan tempranos, como defensor del pacifismo, promoviendo la resistencia  individual a la guerra y el principio de desarme universal. Pero en esos momentos no era nadie. Con la concesión del Nobel en 1921 ya era mucho, posiblemente la personalidad más importante del mundo y desde entonces sí que abanderó decididamente el movimiento de la paz. Así, el recuerdo de su figura no abarca sólo a la ciencia, también a la humanidad entera, y más aún en momentos como el presente en el que, una vez más, la barbarie bélica pretende imponerse en diferentes ámbitos geográficos y culturales.

         Conmemorar, decía nuestro filósofo Ortega y Gasset, es "recordar con vistas al futuro". Recordemos, pues, los caminos que orientaron la existencia de Einstein: la ciencia, como fundamento del conocimiento, y la búsqueda de la paz, como norma de conducta y de compromiso.
Francisco González de Posada
Académico de Santa Cecilia

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