09.FENICIOS, TARTESIOS Y GRIEGOS EN OCCIDENTE

Diego Ruiz Mata / Catedrático de Prehistoria y Académico de Santa Cecilia.

En recuerdo de los asesinados salvajemente en París la noche del viernes 13 de noviembre.

Un capítulo de un libro, en el que trabajo en las últimas semanas, aborda  la credibilidad de algunas informaciones de los textos griegos y  romanos, que para muchos son verdades inmutables y para mí, discutibles. Y lo he titulado “Fuentes escritas y datos tangibles: ¿una armonía difícil?”. Me refiero a pasajes sobre Occidente y Bahía gaditana, que ofrecen serias dudas de concordancia entre lo escrito y los datos que la arqueología aporta. Y trato de confrontar ambas fuentes informativas en nuestras reconstrucciones históricas: las que leemos en los textos y las que ofrecen los datos arqueológicos. Es creencia generalizada que lo escrito, por estar impreso en páginas con letras y autores con nombres, adquiere una dimensión poco o nada discutible. Lo escrito muestra un valor reverencial que hay que admitir con la fe del creyente, como los hebreos y las Tablas de la Ley. Ante el texto sólo caben sugerencias y matices que no distorsionen la sustancia. En muchas ocasiones, se transmiten sucesos, historias oídas de otros que, a su vez, oyeron de otros, opiniones ajenas que recogemos como nuestras y nos despreocupamos de investigarlas, verificarlas y contrastarlas. Se han mantenido así conceptos, interpretaciones o hechos históricos que siguen vivos y se instalan en el altar de la verdad y de lo intocable. Es labor del investigador tener en su particular cuaderno de bitácora la página de la duda sistemática, la de desgajar los conceptos, la de separar el trigo de la paja, y no admitir lo que ofrezca dudas. Y en arqueología lo hacemos mediante el contraste del intocable texto histórico escrito, siempre en nuestra mesa de trabajo, y los vestigios tangibles salvados del olvido y que han llegado a nuestras manos como elementos capaces  de explicar e interpretar lo que el tiempo ha ocultado durante siglos.

Esta introducción adquiere sentido porque hablamos del topónimo de Gadir, de su significado y fundación, que las fuentes, en su simplicidad, nos transmiten  según lo que se narraba del recuerdo de este hecho histórico en las calles alegres de la ciudad romana de Gades.  Se halla en un texto de Estrabón, que nunca estuvo aquí,  y recogió la noticia oída también por otros, como una historia originada en un tiempo muy anterior y transmitida con orgullo durante generaciones. Pero alguien comenzó a verificar el mito y la realidad y requirió, como Tomás el Apóstol, dudando de la resurrección de Cristo, ver la señal  de los clavos y meter los dedos en ese lugar y en el de la profunda herida de su costado, como se lee en el Evangelio de Juan (20: 24-29). Jesús le recriminó haber necesitado ver para creer. Pero aquí si necesitamos ver  para comprobar ciertos hechos históricos, quizás menos trascendentes.  Y las dudas de Tomás se han instalado en la Historia. En este caso, sobre los significados político y económico del topónimo de Gadir.

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Todo proviene del texto de Estrabón sobre la fundación fenicia de Cádiz (3.5.5), quien recogió una información de Posidonio en su estancia en Cádiz y en el santuario de Melqart hacia el año 100 a.C. Es el siguiente: “Entre los relatos de esta clase acerca de la fundación de Gades los gaditanos recuerdan un oráculo que según dicen les aconteció a los tirios, y les ordenaba que enviasen una colonia hacia las Columnas de Heracles. Cuando los que fueron enviados para el reconocimiento llegaron al estrecho de Calpe, consideraron que los cabos que conforman el estrecho eran los límites de la tierra habitada y de la expedición de Heracles, y que éstos eran también las columnas que había mencionado el oráculo; se detuvieron en un lugar más acá del de los estrechos donde en la actualidad se encuentra la ciudad de los exitanos, y realizaron allí un sacrificio, y como las víctimas no les resultaron favorables, regresaron de nuevo. Tiempo después, los enviados avanzaron más allá del estrecho en torno a los mil quinientos estadios hacia una isla consagrada a Heracles, situada junto a la ciudad de Onuba de Iberia, consideraron que las columnas se hallaban allí e hicieron un sacrificio al dios; pero como de nuevo las víctimas no fueron favorables, regresaron a casa. Y los que llegaron con la tercera expedición fundaron Gades y erigieron el santuario en la parte oriental de la isla y la ciudad en la occidental”. Lo que ocurrió ochenta años después de la caída de Troya, hacia 1100 a.C. según Veleyo Patérculo, de lo que he hablado en otra ocasión –artículo 4 de esta serie.

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Éste es el pasaje principal que narra la fundación de Cádiz. Se mencionan varias cuestiones que deben explicarse. Primero, que un oráculo otorgado a los tirios por Heracles –Melqart fenicio- los envió hacia el lugar donde se alzaban las Columnas, en los límites de la tierra habitada, con el objetivo de efectuar una fundación en los confines del mundo. No se pudo llevar a cabo hasta un tercer intento, tras dos fallidos  al lugar donde se halla la ciudad de los exitanos –identificada con Sexi en Almuñécar- y a Onuba, lejos del estrecho, en la actual ciudad de Huelva. Finalmente se fundó Cádiz, situando la ciudad en el extremo occidental de la isla y el templo de Melqart en el oriental,  ambos distantes en torno a 18 km. Con ello se culminó el mandato del oráculo. Todo parecía fácil y resuelto cuando los elementos arqueológicos eran escasos, de otros tiempos o inexistentes. Cádiz era el centro y eje sobre el que giraba la colonización fenicia occidental. Pero cuando la arqueología entró en acción, los problemas sobre la ubicación de Gades en la isla, su sentido político y económico y su fecha fundacional se multiplicaron. Tengo de señalar, porque lo considero importante y relacionado con las reflexiones del comienzo, que los pasajes geográficos e históricos de la Geografía –libro III- de Estrabón se escribieron en pleno auge de la expansión romana en España. En ellos se advierte exaltación y propaganda, que con frecuencia conducen a la exageración y al mito. Cádiz ocupa una extensión importante en los textos, siendo una ciudad pequeña, pero con suntuosos edificios públicos que no concuerdan con su estructura urbana. Sin embargo, otros lugares fenicios y púnicos, abandonados en este momento, ni siquiera existieron en las bibliografías y recuerdos de Estrabón ni en los de otros geógrafos e historiadores. Misterio de la historiografía.

¿Qué dice la investigación arqueológica de estos últimos años?.En el caso de Gades-Cádiz, la simplicidad del texto estraboniano. Y desde la arqueología, una visión más compleja y coherente  de este acontecimiento. Por ejemplo, el asentamiento fenicio del CDB no aparece en el texto, y tampoco en el texto se hallan mencionados otros lugares fenicios y púnicos o datos más elocuentes que nos permita conocer el alcance y sistema político, productivo, económico, territorial y religioso de este término que conocemos como Gadir, y que los griegos pluralizaron sabiamente, y creadores de la teoría política y de la polis, como Ta Gadeira, o islas gaditanas. Sabían lo que veían del territorio.

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En estos años, al escueto texto se puede añadir argumentos arqueológicos que han sustanciado y esclarecido la importante historia de Occidente, la fenicia y la de Tartessos. De esta última, escribiré en artículos próximos. Y estos son los datos que creo que hay que considerar si se pretende un análisis más objetivo y acertado: 1) las recientes excavaciones en el casco antiguo de Cádiz denotan que debajo del Teatro Cómico se han hallado vestigios de viviendas fenicias, de fines del siglo IX o comienzos del VIII a.C., correspondientes a un pequeño asentamiento sobre una elevación de 6 m en su punto más alto y de 0.40 cm junto al mar; 2) en su cercanía, se han investigado dos zonas con restos fenicios sin viviendas, separadas del núcleo urbano; 3) en otro punto, junto a la catedral vieja, se han exhumado varias habitaciones semitas y la sepultura de un sacerdote de rango; 4) entre 1978 y 2003, de modo intermitente, se ha excavado en el tell, o colina artificial, del CDB, en su entorno, en la zona más alta de la Sierra de S. Cristóbal y en la necrópolis de Las Cumbres, y mediante fotos aéreas se han localizado, a unos 250-300 m de
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distancia de la ciudad fenicia, huellas evidentes de grandes estructuras, en una extensión de más de 6 Ha, que pueden pertenecer a la zona portuaria de la ciudad; 5) en este rico y nuevo panorama arqueológico, es preciso mencionar la excavación de los restos de una muralla fenicia de casamatas, de origen oriental, y varias habitaciones, de los siglos VII y VI a.C., en el Cerro del Castillo de Chiclana, junto al río Iro y a poca distancia del islote de Sancti Petri donde se alzaba la mansión-templo de la deidad Melqart, el dios-protector de Gadir, asentamiento de mediano tamaño relacionado con el templo; y 6) en este tiempo se ha prospectad una zona amplia que muestra un denso poblamiento autóctono, imprescindible para los fines coloniales fenicios y su desarrollo en  la estructura política-económica de la Bahía gaditana. La arqueología ha hablado con una suma de informaciones elocuentes.

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Son estos datos, someramente mencionados, los que explican el sentido histórico a la fundación de Gadir.  Y ahora es el momento de responder a la pregunta de este artículo: ¿qué entendemos por Gadir? La Gadir fenicia y púnica implica un carácter plural en su concepción espacial, política, religiosa y económica, expresada en el ámbito de la Bahía, desde Chiclana-islote de Santi Petri hasta Cádiz-Castillo de Doña Blanca, a la que muy pronto, en el siglo VI a.C., se adhirió la isla de San Fernando. A todo este conjunto, sin excepción, debemos llamar Gadir, como los griegos hicieron al pluralizar el topónimo, Ta Gadeira. El centro político se instaló en Cádiz y sobre todo en el CDB, como se advierte en sus características urbanas y defensivas, el religioso tuvo su núcleo central en
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Sancti Petri, en el templo de Melqart –el templo matriz de Tiro en Occidente-, y poco más tarde en la propia isla de Cádiz, que siempre mantuvo un marcado carácter simbólico y de raigambre étnica, mientras que las actividades económicas se repartían en estos centros, ocupando el CDB un punto central y estratégico. Es una definición muy resumida la que expongo, diferente del simplismo de Gadir-Cádiz. Tesis que he mantenido y mantengo en varios artículos científicos y en una monografía en la que estoy empeñado con suficientes razones y datos. Gadir adquiere, así interpretado, otro sentido, un concepto plural y compartido funcionalmente. No lo escriben de este modo los textos, pero lo muestra claramente el lenguaje arqueológico. Y si aprendamos a leerlos y a confrontarlos con los datos empíricos y objetivos, puede que haya una armonía confortable entre las ideas y los datos tangibles.



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Comentarios

  1. De una lógica aplastante es la pluralidad del espacio de las Gadeiras, como su propio nombre indica y como la arqueología ha demostrado. A pesar de que aún algunos sigan esgrimiendo argumentos clásicos, al final la luz aportada por la investigación seria dará su fruto.

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