Un grumete llegó a El
Puerto
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En
una fría mañana del mes de enero de 1925, uno de los primeros pesqueros
motorizados que navegaron en nuestras cercanas costas enfilaba la entrada del
Guadalete, después de haber esperado la subida de la marea a fin de evitar sus
siempre peligrosos bajíos arenosos, la problemática barra de entrada que a lo
largo de la historia ha causado muchos naufragios y la pérdida de no menos
vidas humanas. El barco, modélico para la época y de nombre Josefa, que contaba con un inusual motor
de 25 (HP) caballos de potencia, procedía de las costas de Larache, donde había
estado varios días faenando en la capturade las apreciadas acedías, muy demandadas en nuestra zona, aunque su base la tenía en
Villajoyosa (Alicante). El patrón decidió, en contra de lo que era habitual de
pescar y regresar a su puerto de origen, aventurarse a traer sus capturas a
éste de Santa María por lo apreciada que era
en él esta especie de platija. Su tripulación la componían cinco
hombres; bueno, cuatro adultos y un niño de tan sólo 11 años pero ya un avezado
marinero, pues llevaba desde los 7 años navegando en tartanas o faluchos, que
hacían la pesca de arrastre con solo la fuerza del viento sobre sus velas
latinas, como grumete aprendiendo el oficio, todo con arreglo al Art. 5º de la
Ley, desarrollado por la R.O. de 9 de febrero de 1916 en que se exponía que el
niño menor de 10 años podría salir a navegara acompañado de su padre o con
algún familiar, con el compromiso expreso del patrón de la embarcación de
enseñarle a leer y escribir.
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Este
niño, cuya vida es digna de narrarse por los cientos de peripecias vividas, por
los múltiples obstáculos que la vida le puso y que siempre supo salvar, es hoy
un hombre próximo a cumplir los 102 años, jovial, alegre, conversador, de mente
clara pese a su avanzada edad, que relata su primera llegada a nuestra ciudad
río arriba hasta abarloarse a un pequeño muelle de madera que desde la plaza de
la Pescadería se adentraba en la canal del río salvando las márgenes arenosas,
y cómo en canastas de mimbre de unos 25 kilos iban descargando su valiosa
mercancía para, en medio de la plaza efectuar la subasta y raudos partir en
busca de nuevas capturas o de su puerto de Villajoyosa donde, según la
tradición, repartirían las ganancias por el método de “a la parte” si la marea
había sido provechosa, pues no era improbable que sólo se hubiesen obtenidos
frutos para pagar el arranchado, en el que se encontraba la comida.
Con
el paso de los años, en las embarcaciones en las que navegó aprendió a leer, a
instruirse, a obtener titulaciones relacionadas con la mar como patrón de
cabotaje, radiotelefonista naval, patrón de pesca de altura, etc. etc., y por fin, siguiendo la tradición de tantos pescadores levantinos,
en 1956 se estableció definitivamente entre nosotros, siendo un patrón
sumamente valorado por las excelentes capturas que realizaba y más tarde dueño
de embarcaciones como el Jaifran, Jaluma,
Pez de Espada, Carmona y Baeza, etc.
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Sirvan
estas breves líneas de reconocimiento a todos los hombres del mar que aquí se
asentaron, y de una manera especial a Pedro Martínez Calvo, el “Tío Pere” como
cariñosamente se le conoce.
Manuel
Pacheco Albalate
Académico
electo de Santa Cecilia
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