ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (242)

Un grumete llegó a El Puerto

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En una fría mañana del mes de enero de 1925, uno de los primeros pesqueros motorizados que navegaron en nuestras cercanas costas enfilaba la entrada del Guadalete, después de haber esperado la subida de la marea a fin de evitar sus siempre peligrosos bajíos arenosos, la problemática barra de entrada que a lo largo de la historia ha causado muchos naufragios y la pérdida de no menos vidas humanas. El barco, modélico para la época y de nombre Josefa, que contaba con un inusual motor de 25 (HP) caballos de potencia, procedía de las costas de Larache, donde había estado varios días faenando en la capturade las apreciadas acedías, muy demandadas en nuestra zona, aunque su base la tenía en Villajoyosa (Alicante). El patrón decidió, en contra de lo que era habitual de pescar y regresar a su puerto de origen, aventurarse a traer sus capturas a éste de Santa María por lo apreciada que era  en él esta especie de platija. Su tripulación la componían cinco hombres; bueno, cuatro adultos y un niño de tan sólo 11 años pero ya un avezado marinero, pues llevaba desde los 7 años navegando en tartanas o faluchos, que hacían la pesca de arrastre con solo la fuerza del viento sobre sus velas latinas, como grumete aprendiendo el oficio, todo con arreglo al Art. 5º de la Ley, desarrollado por la R.O. de 9 de febrero de 1916 en que se exponía que el niño menor de 10 años podría salir a navegara acompañado de su padre o con algún familiar, con el compromiso expreso del patrón de la embarcación de enseñarle a leer y escribir.

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Este niño, cuya vida es digna de narrarse por los cientos de peripecias vividas, por los múltiples obstáculos que la vida le puso y que siempre supo salvar, es hoy un hombre próximo a cumplir los 102 años, jovial, alegre, conversador, de mente clara pese a su avanzada edad, que relata su primera llegada a nuestra ciudad río arriba hasta abarloarse a un pequeño muelle de madera que desde la plaza de la Pescadería se adentraba en la canal del río salvando las márgenes arenosas, y cómo en canastas de mimbre de unos 25 kilos iban descargando su valiosa mercancía para, en medio de la plaza efectuar la subasta y raudos partir en busca de nuevas capturas o de su puerto de Villajoyosa donde, según la tradición, repartirían las ganancias por el método de “a la parte” si la marea había sido provechosa, pues no era improbable que sólo se hubiesen obtenidos frutos para pagar el arranchado, en el que se encontraba la comida.

Con el paso de los años, en las embarcaciones en las que navegó aprendió a leer, a instruirse, a obtener titulaciones relacionadas con la mar como patrón de cabotaje, radiotelefonista naval, patrón de pesca de altura, etc. etc., y por fin, siguiendo la tradición de tantos pescadores levantinos, en 1956 se estableció definitivamente entre nosotros, siendo un patrón sumamente valorado por las excelentes capturas que realizaba y más tarde dueño de embarcaciones como el Jaifran, Jaluma, Pez de Espada, Carmona y Baeza, etc.

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Sirvan estas breves líneas de reconocimiento a todos los hombres del mar que aquí se asentaron, y de una manera especial a Pedro Martínez Calvo, el “Tío Pere” como cariñosamente se le conoce.
Manuel Pacheco Albalate
Académico electo de Santa Cecilia

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