17.FENICIOS, TARTESIOS Y GRIEGOS EN OCCIDENTE

Tartessos  y los primeros reyes de España
Diego Ruiz Mata / Catedrático de Prehistoria / Academia de Santa Cecilia

“A la memoria del rey de Tartessós Arganthonios (…) el primer español de nombre    conocido que supo admirar Grecia “. (A .GARCiA Y BELLIDO, 1945)

Soy consciente de que hablar de reyes, y de España, en estos tiempos, no es asunto bien visto. Pero el pasado ha sido, se ha realizado por completo, forma parte ya de la esencia histórica de una tierra, de un país y no puede cambiarse, aunque algunos quisieran transformarlo de tal modo que cualquier parecido con la realidad fuese pura coincidencia. A lo mejor, sería preferible hablar de un Estado, estructurado y absoluto. Pero desconozco si es correcto hacerlo en esas épocas. Hablaré, pues, de reyes tartésicos,  los primeros que mencionaron griegos y romanos. Con este rango se refería A. García y Bellido al rey español Argantonio, amigo de los griegos. Y de  modo parecido lo hizo Julio Caro Baroja en un artículo extenso y denso publicado en 1971, titulado “La “realeza” y los reyes antiguos de la España Antigua”.

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Al contrario que la fantasía de la Atlántida, Tartesos es una realidad histórica que la arqueología va desvelando con paso lento y seguro, y también ha generado una bibliografía amplia. Primero, se ha investigado en las fuentes griegas y romanas, que han dejado noticias parcas y fragmentarias, originando intensos debates ante los interrogantes de los textos, y en los últimos cuarenta años confrontándolos con los datos que dimanan de la arqueología, con la misma pasión. Pues Tartesos es sin dudas el primer referente histórico hispano de mayor  relevancia internacional. Y lo sigue siendo. Los estudios se han centrado en su historicidad, en la ubicación de la ciudad barajada en numerosos puntos del suroeste, en la polémica de si se trata de una ciudad o de una región o quizás de una quimera, en la caracterización de su cultura material, social, ideológica, simbólica y económica, en el tiempo en que existió y en el de sus reyes divinos, míticos e históricos, mencionados en los textos básicamente griegos.

Tartesos, como las grandes monarquías mediterráneas, tuvo también sus dinastías divinas y míticas. Las conocemos de modo incompleto puesto que sus elementos aparecen sólo en la rica e inagotable tradición literaria griega mezclados con otros mitos y leyendas dispares.  Faltan, a nuestro pesar, las  fuentes escritas fenicias que hubiesen proporcionado una visión mucho más directa y viva de la realidad social y política. Intentaré resumirlas. Algunos autores, conocedores del tema, creen que cabe hablar de dos dinastías cuya conexión entre sí desconocemos: la de Gerión, la más antigua, y otra más moderna correspondiente a Gárgoris y a su hijo Habis. E incluso hay quienes mencionan, en el siglo XVI, a Tubal, descendiente de Noé, uno de los pobladores de la Tierra, y creador de una monarquía originaria y previa a la de los visigodos. Mucho antes, Flavio Josefo, en sus Antigüedades Judaicas, refiere que los descendientes de Tubal son los pobladores de Iberia.

Gerión es el primer nombre de un rey tartésico divino, cantado por el poeta griego Hesíodo -s. VII a.C.-, en su Teogonia, Estesícoro –hacia el 590 a.C en el poema Gerioneida, Hecateo de Mileto –hacia el 500 a.C.-, Apolodoro , R.F. Avieno en su geografía poética “Ora Marítima” y Estrabón, y que residió en el arx Gerontis, o “fortaleza de Gerión”, en las cercanías de Gadir. Algunos la identifican con la ciudad fenicia del Castillo de Doña Blanca.  La mitología menciona a una hija de este rey,  Eritheia –nombre de una de las dos islas gaditanas, la de menor extensión-, y a un nieto, Norax, rey de Tarteso más tarde, relacionado con el Mediterráneo, Cerdeña y la ciudad fenicia de Nora. La mitología lo describe como un personaje dotado de tres cabezas o tres cuerpos, provisto de alas, y como un guerrero-pastor, dueño de rebaños de bueyes y de caballos, además de custodio de las riquezas de la tierra, como el oro y la plata. Reinaba pacíficamente cuando Euristeo impuso a Heracles la tarea de robarle sus ganados y conducirlos a Micenas. Trabajo difícil y arriesgado. Y, tras ímprobos esfuerzos y argucias, se apoderó del ganado y atravesó con su lanza los tres cuerpos del divino Gerión, de cuya sangre brotó un árbol que dio un fruto semejante a las cerezas.

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De regreso a los poetas griegos, conviene comentar y reproducir algunos aspectos sobre la figura de este mitificado rey, la situación de la ciudad donde habitaba y su pugna a muerte con Heracles. Y la descreencia de algunos autores sobre el lugar donde Gerión reinaba. Pues bien, en época tan remota, como fines del siglo VIII a.C., el poeta Hesíodo de Beocia informa que Crisaor, el rey de toda Iberia, y Calírroe, hija del Océano, engendraron a Gerión, de tres cabezas. Y en otros versos, escribe: “Gerión, al que mató el fornido Heracles por sus bueyes de marcha basculante en Eritía rodeada de corrientes”. Y más tarde, Estesícoro de Himera, en Sicilia, le escribió un extenso poema que dice  que nació “más o menos enfrente de la famosa Eriteia, junto a los manantiales inagotables, de raíces de plata, del río Tartesos, en la gruta de una peña”. Una serie de datos objetivos y enigmáticos, que dejan claros que su nacimiento, y residencia, se hallaba en tierra firme, frente a Cádiz. ¿Dónde?. Apolodoro, en la Biblioteca, recoge siglos después datos similares. En un pasaje se afirma que “…como décimo trabajo se ordenó a Heracles el ir a buscar el ganado de Gerión de Eritia. Es ésta una isla situada en las proximidades del Océano, que ahora se llama Cádiz, habitada por Gerión…que tenía los cuerpos de tres hombres, crecidos juntos…Era propietario de un rojo rebaño. Euritón era su pastor y su perro guardián Orto, de dos cabezas…”. En párrafos posteriores, describe el largo viaje de Heracles hacia Eritia.  Y, por último, especifica que “se hospedó en el monte Abas. El perro lo divisó y se precipitó sobre él, pero le golpea con su maza. Cuando el pastor vino a salvar al perro, Heracles le mató también. Menetes, que pastoreaba el rebaño de Hades en aquel lugar, le contó a Gerión lo sucedido. Gerión sorprendió a Heracles, al lado del río Antemo, en el preciso momento de llevarse el rebaño. Luchó con él, y le mató”. Tenemos el mito y la historia pergeñada y situada, en la isla de Eritia, y en las proximidades de Tartessos. No obstante, el logógrafo Hecateo de Mileto, hacia el 500 a.C., escribe que “Gerión, contra quien Euristeo mandó a Heracles a robarle las vacas…no tiene nada que ver con esta región de Iberia (Tartessos), al igual, afirma que Heracles no fue enviado a Eritia…sino que Gerión era rey de una región continental de Ambracia..”, en el noroeste de Grecia. Pero  la creencia generalizada, entre los autores antiguos, fue que Gerión vivió en Occidente y en Hispania. Así lo afirman Estrabón, en el cambio de era, y R.F.Avieno en el siglo IV d.C., quien situó la fortaleza de Gerión en el golfo tartésico.

Con Gerión no se extinguió su dinastía, pues su hija Eritheia dio a luz a Norax, un rey emprendedor, que colonizó Cerdeña y a fundó la ciudad de Nora, existente en la actualidad. Se trata de un mito fundacional, transmitido por el poeta Solino, que responde a un trasfondo histórico y arqueológico. Constatadas están las relaciones entre la Bahía gaditana y Cerdeña en tiempos tartésicos, en el siglo VIII a.C.

Otras tradiciones, sobre todo la de Justino, de siglo III d.C.,  hablan de una segunda dinastía de reyes tartésicos de la que sólo conocemos a Gargoris y su hijo Habis. En estos casos son héroes civilizadores, legisladores y reyes sacros, cuyo mito señala el tránsito de la vida salvaje a la vida urbana  y civilizada. Gargoris descubrió el valor de la miel y enseñó a su pueblo a utilizarla. Habis,  personaje de más interés,  reproduce el mito del niño abandonado en el bosque para ser devorado por las fieras y reconocido después por su padre adoptivo, tras ser amamantado por una cierva, viviendo y creciendo en la naturaleza. Después de unos años de vida salvaje, fue hallado por Gargoris quien lo reconoció como su sucesor y le dio el nombre de Habis. Fue un gran rey civilizador y legislador. Enseñó a sus súbditos la agricultura, ordenó el trabajo entre las diversas clases sociales, repartió la población en siete clases y prohibió el trabajo de los nobles.

Así son los retazos de este bello y prolijo texto, que también se repiten, como un paradigma necesario y ritualizado, en otros personajes del mundo antiguo. Dice así: “Las zonas boscosas de los tartesios en donde se cuentan que los titanes hicieron la guerra con los dioses, las habitaron los curetes, cuyo antiquísimo rey Gárgoris descubrió la forma de hacer la miel. Puesto que tuvo un nieto resultado de una deshonra de la que fue objeto su hija, quiso por temor al escándalo eliminar al pequeño por distintos sistemas –se refiere a Habis. Sin embargo, preservado de todas las vicisitudes por una especial fortuna, alcanzó al final el trono por compasión ante tantos peligros como había pasado”. A continuación, se narran todos los peligros de muerte por los que había transcurrido su vida de niño, como ritos de tránsito, necesarios para su supervivencia y la justificación y adquisición del poder regio. Recibido el reinado por Gárgoris, su abuelo, “fue tan excelso –continúa el texto- que no en vano parecía haber sido preservado por el poder divino. Sometió con las leyes al pueblo bárbaro, fue el primero que enseñó a uncir los bueyes al arado y buscar alimento en el surco y, por el aborrecimiento de lo que había sufrido en el pasado, forzó a los hombres a dejar su alimentos salvajes por otros más suaves. También fueron prohibidos por él al pueblo los trabajos serviles y la plebe fue distribuida en siete ciudades. Muerto Habis, el reino fue conservado por muchos siglos por sus sucesores”. La historia del adulterio, del desprecio y abandono, del sufrimiento y posterior reconocimiento, traducida en un reinado de progreso y de felicidad para su pueblo. La historia de la realeza de origen divina tartésica.


A ellos siguieron otros reyes tartésicos, de nombres desconocidos, que gobernaron pacíficamente durante varios siglos, salvo el de Argantonio –el rey de la plata-, descendiente de Habis. Argantonio, el más conocido y apreciado de estas dinastías monárquicas, lo conocemos a través del historiador Herodoto –del siglo V a.C.- y de las expediciones griegas samias y foceas que este autor relata. Narra  que “estos foceos fueron los primeros griegos que hicieron largas travesías por mar, y fueron ellos quienes descubrieron…Iberia y Tartessos…Y una vez llegados a Tartessos se ganaron la amistad del rey de los tartesios, cuyo nombre era Argantonio, que ejerció el poder durante ochenta años y vivió un total de ciento cincuenta”. Invitó a los griegos a establecerse en su territorio y les dio una cantidad abundante de plata, que aceptaron e invirtieron en la construcción de la muralla de su ciudad.  Es el rey más popular y conocido, por el viaje imprevisto de Coleo,   la pluma de Herodoto y  la arqueología que confirma su control de la producción de la plata tartésica.

Por último, Macrobio, un poeta  que vivió entre los siglos IV y V d.C., menciona a un rey de nombre Theron, que atacó el templo de Hércules en Gadir y fue repelido por naves gaditanas y la ayuda de la divinidad solar. El pasaje se ha interpretado como un intento de conquista de Cádiz por parte de los tartesios de tierra firme.

¿Qué dice la arqueología, qué nos ofrecen sus resultados?. No pueden faltar sus testimonios, siquiera sucintamente. La arqueología  ha aportado importantes datos que no difieren mucho de los que expresan los textos. Como hay que resumir, lo haré en pocas líneas, y muchas páginas ocupará un libro en el que trabajo y que se titula en principio “Mil años de textos, mitos y arqueología a. de C. en la Bahía gaditana”, que espero que se conozca pronto. La arqueología informa de la llegada de navegantes fenicios a Huelva en la primera mitad del siglo IX a.C., que poco más tarde, se fundaron Cádiz, el templo de Melqart y el Castillo de Doña Blanca a finales de ese siglo, mientras que otros nautas fenicios desparramaron factorías por las costas mediterráneas hispanas durante el siglo VIII, y asimismo en el estuario del Guadalquivir hasta Sevilla. También sabemos que con los primeros nautas fenicios navegaron productos griegos y sardos, o llegaron navegantes griegos y sardos, y que a fines del siglo VII, el griego Coleo de Samos alcanzó los puertos de Tartessos y el palacio de su rey Argantonio, y decenios después los focenses desplegaron una importante actividad comercial en la búsqueda de plata. Este tráfico marítimo no cesó durante siglos. Y de sus reyes hablan con claridad las tumbas onubenses de La Joya,  exponentes de enterramientos regios y de personajes de elevado rango.  Y más elementos, imposibles de enumerar aquí. Basten sólo estas líneas.


Estos fueron  los primeros reyes hispanos de los que tenemos noticias. Y así fueron reconocidos y utilizados para la legitimación y fortalecimiento en el proceso del surgimiento del Estado moderno de España en época de los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II. La Historia como genealogía legitimadora del presente y del futuro.  No sé si la corrección política, o histórica, permite que hablemos en estos términos. Para mi siguen siendo los reyes tartésicos de los que se conservan sus nombres, los primeros conocidos en la Península Ibérica. Los reyes civilizadores y de la plata, que movieron los intereses de griegos y fenicios por este confín del mundo, en una zona rica y cultivada en la que floreció Tartessos, como expresión explícita de una civilización desarrollada. De aquí,  el elogio de historiadores, geógrafos y poetas. Sé que son historias y mitos pasados, que en ocasiones se desempolvan en discursos políticos rutinarios, como adornos eruditos.  En otros lugares  perduran grabadas en mármoles eternos y letras de oro. Para mi siguen vivas y visibles en cualquier rincón de esta tierra hispana y andaluza. E invito a todos a mantener despiertos los recuerdos.

Comentarios

  1. Me ha parecido preciosa la exposición y muy clarificadora. Creo también que esos reyes existieron, a lo mejor con otros nombres, pero seguro que estuvieron entre nosotros. Esto lo he leído nada más llegar de la visita guiada por Diego a la Sierra de San Cristobal y el yacimiento de Torre de Doña Blanca. Gracias, Diego; te considero mi Maestro.

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