ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (252)
SALA DE ESPERA DE UN HOSPITAL
Hoy estoy aburrida. Profundamente aburrida.
Estoy en el hospital, en la sala de espera de la consulta de la hematóloga que
me lleva el control de los leucocitos, que por lo visto no tengo todos los que
debiera; pero por fuera no se me nota, ni nada.
Vine muy temprano; a las nueve ya estaba aquí.
Si, ya sé que no es demasiado madrugar, pero es que la consulta es a mediodía…
Tenía que hacerme la analítica antes.
Total, con toda mi paciencia, decidí esperar
en el hospital. Fue una equivocación. Las salas están todas en la misma zona,
un espacio muy amplio y abierto y está lleno de gente. Los espacios abiertos te
ensanchan el alma y necesitas comunicarte con todo el mundo. ¡Hay una
algarabía! Que es lo que yo digo: ¿hay alguien enfermo? Se les ve con una
energía y con unas ganas de chillar y
reír a carcajadas!
He salido a la calle no sé cuántas veces,
pero no hay ni una papelería, ni una cafetería o tiendas donde distraerme. Como
siempre que tengo que esperar, llevo un libro en el bolso, pero el libro que estoy intentando leer es
pesado y no consigo “meterme” en él.
Es curioso cómo todos los pacientes estamos
pendientes de la puerta de la consulta y cada vez que se abre, la incertidumbre
de si es a ti a quien van a llamar te llena de esperanza y miramos con la boca
abierta para oír mejor. Cuando es otro a quien llaman, te hundes en la miseria
y nos miramos con resignación. ¿Cuándo a mí?
Y surge la inevitable conversación entre los
que esperamos.
-¡Qué barbaridad, cuánto retraso!
-¿Qué hora tenía la que ha entrado? ¿Las nueve
cuarenta? ¡Pero si son las once…!
He vuelto a salir y me he sentado en las
escaleras de acceso a urgencias. ¡A ver si viene una ambulancia y anima esto un
poco! ¡Ni eso! ¡Ay! ¡Qué tedio! Vuelta a entrar. Me siento al lado del señor
que sé que tiene el número anterior al mío. Lo sé porque enterarte de ello es
lo tienes que hacer en cuantito llegas a la consulta… ¡Pues anda que no!
Siempre aparece la típica indagadora de números, por si se cuela alguien. Las preguntas que hace son: ¿Por qué número
va? ¿Qué numero lleva usted? ¿Quién lleva el quince de las diez? Se forma un
pequeño revuelo y todo el mundo se confiesa. Todo aclarado; y ya se puede
sentar tranquila. Se sienta muy recatadamente con el bolso encima de las
rodillas y sus manitas juntas. ¡Pero sin perder detalle de lo que se mueve!
Mi vecino de asiento me pregunta si vengo
por el “Citron”. Le digo que no y empiezo a explicarle a qué vengo, pero ya no
me escucha; no le interesa. Ya sabe que tiene que ponerse al lado de los del
Sintrón y busca hasta que se encuentra con dos señoras que son de su grupo.
¡Ay! ¡Qué soledad
la mía! Menos mal que he traído mi cuaderno y mi lápiz y he podido escribir.
Con ello me entretengo y me aíslo del resto de la gente.
Mi hora era a las doce menos cuarto y es la
una del mediodía. Debo coger un tren para irme de fin de semana y no sé si
llegaré a tiempo. Pero si a las dos no he entrado, me voy y daré por perdida la
mañana.
Estoy triste…No me gusta perder el tiempo. ¡Y
menos con el aire lleno de virus, miasmas, bacterias…!
Laurentina Gómez
Socia colaboradora de la Academia
Me ha encantado, Tini. Es muy tuyo. Siempre cuentas las cosas de forma sencilla, natural, sin grandes aspavientos ni frases altisonantes. Es como si estuvieras allado de tus lectores y les comentaras tus pensamientos en voz baja.
ResponderEliminarTiny, tienes la habilidad de humanizar, como te he dicho alguna vez, hasta a una lavadora. Con ese estilo intimista, llano,sincero, de confidencia, de empatía, que se te entiende todo y todo se asume como propio, sin brindis al sol. Todo tu artículo es un canto a la normalidad, elevando la normalidad hasta los sentimientos. ¡Enhorabuena! y coge carrerilla, que estás en racha.
ResponderEliminarSuscribo totalmente lo que dicen los anteriores comentarios de Jesús y Alberto.
ResponderEliminarDesgajas lo cotidiano, lo haces película; narras esas pequeñas aristas de la realidad que casi nunca se ven y tú nos las pones en un primerísimo plano: «muy recatadamente con el bolso encima de las rodillas y sus manitas juntas. ¡Pero sin perder detalle de lo que se mueve!».
Espléndido escrito Tiny.