ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (254)
Preguntas de
un ciudadano corriente
Ese ciudadano corriente, nacido en una provincia andaluza y
empadronado en El Puerto, tiene curiosidad por conocer lo que sucede, y lee los
periódicos digitales de diferentes tendencias, incluso los deportivos –los
domingos los compra en papel-, oye la radio cuando puede, y alguna noche busca
programas televisivos de debate, a sabiendas de que no informan pero aleccionan
bien. Incluso lee algo de literatura y
ensayos. En tiempo electoral ojea, e
incluso lee, algunos aspectos de los diversos programas, con frecuencia poco
explícitos, y con promesas atractivas e imposibles que seducen sin resistencia
a los que necesitan que se les muestre la luz verdadera. Todo en nombre del progreso y del cambio, como
si fueran pociones mágicas que todo lo sanan, y cuyas fórmulas sólo conocen los
elegidos. Cree que palabras, tan atrayentes y milagreras, significan poco o nada, porque con demasiada
frecuencia quienes las pronuncian no las entienden o las oscurecen. Resuenan
bien, gustan, y es suficiente. Levantan aplausos y prometen la felicidad. No, gracias.
No
entiende una España vertebrada, en una Europa que unifica, ni comprende las
razones de tantísimas vértebras, administraciones públicas y oficinas repetidas,
que confunden y entorpecen más que aclaran. Tampoco los motivos de tantos planes de
estudio en tan escaso tiempo -7 en 33 años-, que debemos interpretar fallidos.
Y le apesadumbra ver cómo la universidad renuncia a ser un referente cultural e
intelectual, además del formativo. Y este ciudadano, que lleva años paseando
por su ciudad, asiste a la muerte silenciosa de su casco histórico y al nacimiento
de nuevas vidas en otros espacios. Así debe ser. Pero se pregunta cómo ha
revertido tanto impuesto generado, aún en porcentaje mínimo, en su ciudad moribunda,
para que respire y pueda ser también fuente de ingresos. El ciudadano piensa en
un paro menguante y en un empleo creciente.
Y
recuerda a Juan de Mairena-A. Machado (1936),
cuando dicen que“si se tratase de
construir una casa, de nada nos aprovecharía que supiéramos tirarnos
correctamente los ladrillos a la cabeza. Acaso tampoco, si se tratara de
gobernar a un pueblo, nos serviría de mucho una retórica con espolones”. Gracias
por tan sensatas y actuales palabras. El ciudadano no comprende tanta inquina y
tanto odio como acicates para el progreso de la nada.
Diego Ruiz Mata
Académico
de Santa Cecilia
Artículo mesurado, sensato y elegante que dice mucho con pocas palabras, lo contrario que hacen nuestros políticos: hablar mucho y decir muy poco.
ResponderEliminarMagnífico artículo. Nos viene muy bien a todos los ciudadanos que nos lo recuerdes y zarandees y, magnífico final donde el apócrifo Juan de Mairena, nos advierte, con tan sensata sentencia.
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