Después de leer a Borges

[…] (Afirman que es sagrada el agua del postrero,
pero como los mares urden oscuros canjes
y el planeta es poroso, también es verdadero
afirmar que todo hombre se ha bañado en el Ganges.)
De Quincey, en el tumulto de los sueños, ha visto
empedrarse tu océano de rostros, de naciones;
has aplacado el ansia de las generaciones,
has lavado la sangre de mi padre y de Cristo.
Jorge Luis Borges, “Poema del cuarto elemento”

La tarde anterior María K. me preguntó si podía acompañar a don Jorge Luis en su cotidiano paseo por los alrededores, ella dijo que debía ir al pueblo. Acepté con placer. Iríamos hasta el lago que estaba cerca del balneario y donde muchos huéspedes solían tomar el baño. No era mucha distancia, no llegaría a un par de kilómetros ida y vuelta, incluso podríamos parar por el camino y sentarnos en algún banco a la sombra si a Borges se le apetecía. Siempre me refería a él como don Jorge, María K. también lo hacía así aunque me parece que ─a veces y en privado─ se refería a él como Georgie; que era la forma cariñosa utilizada por su madre, doña Leonor de Acevedo, para dirigirse a su hijo.
       Recordé haber leído que el poeta había sido un excelente nadador, destreza que había adquirido, desde muy joven, en sus vacaciones australes en el Uruguay materno. Hay rastros de ello en su poesía:
[…] Agua, te lo suplico. Por este soñoliento
enlace de numéricas palabras que te digo,
acuérdate de Borges, tu nadador, tu amigo.
No faltes a mis labios en el postrer momento.
       Se mostró muy contento, deseaba ver agua, el “cuarto elemento”, El incesante Ródano y el Lago.  Emprendimos el camino despacio, respirando el purísimo aire; en silencio.
       El estar callado solo me duró unos cien metros y partiéndolo le dije:
       ─He repasado el “Libro de Arena”, desde el principio turba. Ese inicio tan geométrico es perturbador, lo sé de memoria: «La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúmenes...»
       Él miraba la mañana y pareció no escucharme. No comenté nada más hasta que el trayecto se incrementó unos cincuenta metros o algo así. Entonces le seguí hablando:
       ─Poco a poco voy comprendiendo que leer a Borges es lo que viene después de leer a Borges.
       Se detuvo y aferró su mano izquierda a mi codo, sentí la fuerza de sus dedos huesudos. Sus ojos ciegos recorrían mi cara.
       ─Tu frase es simple y feliz ─me agitó en brazo con energía─. Escríbela ─y repitió─: «Leer a Borges es lo que viene después de leer a Borges.»
       No vio mi sonrojo.
       ─Lo creo así ─dije─ en la mayoría de sus obras, la lectura no termina en el último punto y aparte. Ellas dejan un enorme residuo en la mente, y la lectura de la narración no acaba hasta que no se ha disuelto ese residuo; hasta que no lo hemos “digerido” de alguna manera. Con “El libro de Arena” pasa eso. Un libro de infinitas páginas, en el que no es posible volver a leer una página ya leída, un libro obsesivo e interminable… Un libro que produciría un humo eterno si fuese quemado…
       ─¿Has leído el anterior; “El disco”? ─preguntó.
       ─¿El del disco de Odín? ¿El que tenía un solo lado? Sí. Estimo que va en la misma línea; universo fantástico, metafísica. Breve arrebato narrativo en el que en un espacio, aparentemente tridimensional, existe un objeto de otra dimensión; un extraño disco brillante de un solo lado ─Tomé airé tratando de recordar más cosas de aquel relato.
       Estábamos llegando al lago, ya había muchos bañistas. Noté que percibía la humedad; sonreía.
       Luego, citándose a sí mismo, terminó diciendo:
       ─«Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo.»
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

Comentarios

  1. Me gustó mucho lo que has compartido con nosotros Abasc, realmente se nota que era un hombre que sabía lo que escribía, eso sí la última frase no estoy de acuerdo... El tiempo para nadie es infinito, ni seres humanos, plantas, bacterias... nada es capaz de aguantar al paso de cien años... Quizá los cuerpos celestes, meteoritos o planetas pero tampoco son eternos

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  2. A mí me parece esta serie un magnífico retrato literario e ideológico del autor argentino que tanto me gusta. Enhorabuena.

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  3. Tienes una imaginación desbordante. Me ha encantado que hayas hecho de lazarillo. Gracias

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  4. Magnífico profe!
    Intenté leer a Borges hace años y lo dejé a las pocas páginas, probaré otra vez pero después de leer todos los artículos que publique sobre él. Un abrazo, adelante!!!

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  5. Lo acabo de leer, no he visto los anteriores. Me gusta!

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  6. Ticherrr siempre igual ¡SORPENDIÉNDONOS GRATAMENTE! para regocijo de todos los que te leemos.
    Ignacio Pérez Blanquer, FELICITACIONES y no decaigas, sigue así!
    Besossss y abrazos.

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