ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (279)
CUESTIÓN DE TIEMPO
El pasado 31 de
agosto se cerró el ciclo cultural veraniego que organiza la Academia de Bellas
Artes bajo el título de “Los martes de la Academia”. Tuvimos la fortuna y el
placer de asistir a un magnífico, precioso y didáctico concierto de música
medieval a cargo del dúo Riches d'Amour. A la conclusión del mismo y en
medio de la distendida charla que surge, animada por el ya tradicional vasito
de fino, una buena amiga me hizo el siguiente comentario: “¿Te has fijado? Sólo
estamos aquí gente de nuestra edad. ¡Qué pena que los jóvenes se pierdan estos
actos tan bonitos!”.
La verdad es que
su comentario me hizo caer en la cuenta de que tenía razón en lo que
decía. Por eso, durante los siguientes
días no paré de darle vueltas en mi cabeza intentando buscar las causas de esta
dolorosa realidad. ¿Es que ya los jóvenes actuales no estaban interesados por
la cultura? No, me contesté, porque en esos mismos días en los que se celebraba
el mencionado concierto había habido una serie de actos culturales, englobados
bajo la denominación de Diáspora, que, al parecer, había conseguido
movilizar a un número importante de personas, en su mayoría jóvenes.
Por otra parte,
se constata que sigue habiendo un porcentaje significativo de universitarios
que optan por estudiar carreras de las tradicionalmente llamadas de “letras”,
desde las filologías, hasta la historia, pasando por el arte o las humanidades.
Lo cual es una prueba evidente del interés que continúa suscitando este tipo de
materias en las nuevas generaciones.
¿Qué sucede
entonces? A lo mejor se trata de acercar más al mundo de los jóvenes
instituciones, como la Academia, porque para ellos lo que suena a oficial o
tradicional está asociado a conceptos como añejo, carca o antiguo. Habría que
intentar, entonces, descubrirles y demostrarles que lo que se pretende, desde
la vieja casa de la calle Pagador, no es
más que trabajar y luchar para que la cultura no sea privilegio de unos pocos
sino patrimonio de todos los habitantes de nuestra ciudad, especialmente de
quienes están llamados a heredarnos en esa tarea y tienen la fuerza de la
ilusión y el bagaje de toda una vida.
O puede que todo
sea cuestión de tiempo y que se necesite llegar al reposo calmo de la madurez,
tras haber pasado la apasionante tormenta de la juventud, para entender ciertas
cosas o disfrutar de determinados estímulos artísticos. Igual que El Quijote
que leí siendo un estudiante de bachillerato no es el mismo que aquel con
el que me apasioné como profesor de literatura.
En realidad, esta
idea ya la recogió hace muchos siglos el Eclesiastés, cuando afirma en su
tercer capítulo: “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo
que se hace bajo el cielo”.
Pues eso.
Juan
A.Villarreal
Académico de
Santa Cecilia
Puede que sea eso, qué todo tenga su momento oportuno, al menos es consolador.
ResponderEliminarComo dice el anterior comentario puede ser consolador pero no es para conformarse.
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