ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (281)
“FLORENCE FOSTER JENKINS”
Recientemente
podíamos leer en “El Diario de Cádiz”, la crítica escrita por Carlos Colón sobre
esta película,. Creo que después de lo escrito por él, cualquier otra
consideración sería superflua e innecesaria, por eso al escribir esta pequeña
crítica sobre esta película que vi en San Sebastián, no me voy a referir a sus
aspectos técnicos ni narrativos, ni siquiera a la labor del director ni de los
intérpretes salvo hacer mención a sus magníficos trabajos, tanto a la sencillez
y naturalidad con que Stephen Frears nos cuenta la historia, como al
descubrimiento de de un Hugh Grant distinto, sobrio y comedido, muy diferente
al que estamos acostumbrados a ver en las comedias en las que interviene y a la
agradable sorpresa de encontrarnos con un actor desconocido pero magnífico, Simon
Helberg, pero sobre todo al inmenso placer de admirar el trabajo de la mejor
actriz de su generación, a la heredera artística de Bette Davis, a Meryl
Streep, una Meryl Streep muy lejos de la que nos asombraba en su interpretación
de “Mamma Mía”. Los años no pasan en balde pero hay quien tiene la habilidad y
la inteligencia suficiente para adaptar sus trabajos a aquellos que están
acordes a su edad y Meril Streep tiene esa inteligencia y esa habilidad.
Pero
decía al principio que no me quería centrar en los aspectos técnicos ni
artísticos de la película. Lo que realmente me gustaría destacar es un aspecto
psicológico presente en ella, casi me atrevería a decir, un aspecto psicológico
protagonismo de la historia y de muchas historias. Recuerdo el papel de la
esposa de Orson Welles en “Ciudadano Kane”. Ella también cantaba mal, como
Florence, también creía que cantaba bien, como Florence y su marido, como el de
Florence, también quería que ella gozase
del placer del triunfo en un gran teatro, como Florence. Y es que hay una gran,
una enorme diferencia en cómo nos vemos nosotros mismos y como nos ven los demás,
como pensamos que somos y como somos realmente o como somos en realidad y como
no son capaces de vernos los demás. Es
un tema apasionante, un conflicto entre esencia y apariencia o sobre cual es en
verdad las realidad de las cosas, un tema psicológico o filosófico que no se
limita solo a aspectos como el que tratamos, de que si canta bien o canta mal,
sino que abarca muchos otros campos. ¿Somos inteligentes o somos tontos? ¿Somos
buenas personas o sin saberlo hacemos daño a quienes nos rodean? ¿Somos justos
o tenemos infinidad de enemigos por haberlos tratado de forma inadecuada?
¿Somos apreciados y queridos o o nos enteramos de que nadie tiene una buena
opinión sobre nosotros, que en realidad la gente nos detesta o nos ningunea o
se ríe de nosotros?
El
final de la película es en este sentido definitivo. Vemos de verdad a Florence
Foster Jenkins cantar tal como ella se cree que canta, como los ángeles, la
vemos tal como ella se cree que es ¿O tal vez la vemos como realmente es y no
habíamos sabido mirar adecuadamente para verla?
Jesús Almendros Fernández
Crítico
de cine, socio colaborador de la Academia
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAyer tarde estuve viendo la película, Jesús. Magnífica y la interpretación de los tres protagonistas sencillamente excepcional y tu comentario filosófico de la misma está a igual altura al plantearte "un conflicto entre esencia y apariencia", porque realmente ¿cómo o quienes somos?, ¿somos como nos vemos o como nos ven?. Se me ocurre añadir una porción de lírica a la filosofía: ¿Donde habitan más cómodas las ideas, en las oquedades de la calavera de un presunto loco o en las de un cuerdo oficial?
ResponderEliminarNOTA:Por error involuntario he eliminado mi anterior comentario
El pasado viernes vi la película. Coincido plenamente usted en la magnífica interpretación de los personajes. De Meryl Streep es de esperar; de Grant y el pianista, todo un descubrimiento. Magnífico decorados, ambientsción y maravillosa la Nueva York de 1944.
ResponderEliminarMagnífica su crítica.