MÚSICA CLÁSICA EUROPEA: LA ÓPERA (03) Aida
“Aída”
Giuseppe Verdi recibió del Jedive de Egipto, el
encargo de componer una ópera, de ambiente egipcio, para que su estreno
coincidiera con los fastos de la inauguración del Canal de Suez.
Se estrenó en el Teatro de la
Ópera del Cairo el 24 de diciembre de 1871.
Los autores del libreto fueron Antonio
Ghislanzoni y Camille du Locle.
Argumento
La acción tiene lugar en Menfis y en Tebas en tiempo
del poder de los faraones del Imperio Nuevo de la dinastía XIX o XX.
Acto I
El telón se alza sobre
un salón en el palacio real de Menfis. El sumo sacerdote, Ramfis, dice a
Radamés que los etíopes han invadido Egipto y que la diosa Isis determinará
quién debe ponerse al frente de los ejércitos egipcios. Con la esperanza de ser
él el elegido, Radamés sueña con su vuelta victoriosa, para encontrarse de
nuevo en Menfis con Aída, a la que ama. Aída, una cautiva etíope, es esclava de
Amneris, la hija del Faraón. Entra Amneris, y al ver la alegría de Radamés,
sospecha que ésta no viene motivada únicamente por sus sueños de gloria
militar. Sus temores –porque está enamorada de Radamés– se ven aumentados con
la entrada de Aída.
Entra el Faraón, en procesión, con
Ramfis y un grupo de cortesanos. Un mensajero da cuenta de la devastación de
las tierras egipcias y de la amenaza a la capital, Tebas, por parte de los
etíopes, al frente de cuyo ejército viene su rey: Amonasro.
Al escuchar este nombre, Aída exclama: "Mio Padre" pero
su exclamación no es advertida por los egipcios, que ignoran que ella es la
hija de rey etíope. El Faraón declara que la diosa Isis ha elegido a Radamés
para dirigir el ejército egipcio. Encabezados por el Faraón, los egipcios
entonan un coro guerrero y Amneris exhorta a Radamés a volver victorioso: "Ritorna
Vncitor".
Acto II
Radamés ha vuelto victorioso de la
campaña. Amneris, en sus aposentos, celebra la victoria. Entra Aída, y Amneris
quiere saber si sus sospechas tienen fundamento. Al principio trata a Aída con
delicadeza; pero pronto cambia de tono, diciéndole que los etíopes han sido
derrotados, pero que Radamés ha muerto en la batalla, con lo que Aída no puede
ocultar su amor y su pena. Entonces, Amneris le dice que le ha mentido y que
Radamés vive, pero le señala su condición de esclava, por lo que no puede
aspirar a unirse a Radamés.
Llega el Rey con su imponente cortejo.
El Faraón le da las gracias, ordena a Amneris que coloque sobre las sienes del
guerrero la corona del vencedor y dice a Radamés que pida lo que desee.
Entran ahora los etíopes cautivos, entre
los que se encuentra Amonasro, a quien Aída en seguida reconoce y abraza. Los
egipcios la oyen, pero Amonasro pide a su hija que no descubra su identidad.
Dice ahora a los egipcios que el rey Amonasro ha muerto en la batalla y suplica
por la vida de los prisioneros; su petición es apoyada por el pueblo egipcio y
por Radamés, que dice al Faraón que ésta es la merced que quiere pedirle. Los
sacerdotes y Amneris se oponen a ello, pero el Faraón accede, reteniendo como
rehenes –ante la insistencia de Radamés– a Aída y a su padre. El Faraón, como
premio a la victoria conseguida, concede a Radamés la mano de su hija, lo que
produce una gran alegría en ella y la consternación de Aída y Radamés.
Acto III
Entra Ramfis con Amneris, para orar en
el templo a fin de que la diosa bendiga su matrimonio, que va a tener lugar al
siguiente día. Aparece ahora Aída, que va a encontrarse con Radamés, y canta su
tristeza ante la perspectiva de no volver a ver jamás su tierra natal. De
repente aparece Amonasro, quien dice a su hija que podrán volver sanos y salvos
a su país si logran saber de Radamés qué camino piensa tomar el ejército
egipcio en su ataque. En un primer momento, Aída rechaza la idea, pero al
contemplar la amargura de su padre y su desgraciada situación personal, acepta
la petición paterna.
Radamés entra, mientras Amonasro se
oculta. Aída logra vencer los escrúpulos de Radamés y le persuade de que ambos
deben huir a Etiopía. Cuando van a salir, ella se detiene a preguntarle qué
camino deberán utilizar para evitar al ejército egipcio; él responde que los
soldados pasarán a través del Desfiladero de Napata. En este momento Amonasro,
que ha escuchado la vital información, aparece en escena y revela su auténtica
personalidad y Radamés se da cuenta que ha sido inducido a traicionar a su
patria. Cuando Amonasro y Aída tratan de convencerle para que se marche con
ellos, hacen su entrada en escena Amneris, Ramfis y los guardianes del templo;
han sido testigos de lo ocurrido y arrestan a Radamés. Amonasro intenta matar a
Amneris, pero Radamés se interpone, y permite que Aída y su padre huyan, en
tanto que él se entrega a Ramfis.
Acto IV
Amneris está sola en un salón de su
palacio, cercano al lugar donde Radamés se encuentra prisionero y encima de la
sala donde el tribunal ha de decidir su destino. Manda que traigan a Radamés a
su presencia y le dice que intercederá por su libertad si él jura que jamás
volverá a ver a Aída. Radamés, resueltamente, se niega a hacerlo y Amneris,
orgullosa y desesperada, le conduce a la sala del juicio, que contempla desde
un lugar apartado. Radamés no responde a los cargos que le imputan Ramfis y los
sacerdotes; finalmente es condenado tres veces por traidor y sentenciado a
morir sepultado vivo. Salen los sacerdotes y Amneris, en un apasionado
arranque, increpa a los jueces por su sanguinaria crueldad.
La escena final transcurre en un doble
plano: arriba, el Templo de Phta, abajo una cripta. Cuando la cripta está
siendo sellada para convertirla en la tumba de Radamés, que ya se encuentra
dentro de ella, descubre que Aída ha logrado entrar también en la cripta antes
de que llegaran los demás. Mientras Amneris, en su amarga desolación, pide la
paz eterna para Radamés, Aída se sumerge en los brazos de su amado y muere.
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