Bordeando el Nobel

«Es un autor difícil de leer… En la segunda, la tercera o la cuarta lectura, uno se da cuenta de que lo que podía parecer una historia relativamente plana, tiene diferentes lecturas y aunque sea entre líneas hay algo para leer y es algo que no se encuentra fácilmente. […] Borges inventó la literatura virtual […] esa literatura suya que parece haberse desprendido de la realidad para revelar mejor sus invisibles misterios. Hay mundos que existen a partir del momento en el que él los creó»
José Saramago. Premio Nobel de Literatura .
«[...] la obra literaria de Borges es uno de los hitos fundacionales de la literatura hispanoamericana del siglo XX y, sin ninguna duda, una figura de referencia de la literatura universal. Sus aportes son innumerables, desde lo temático y lo estilístico a la generación de nuevas formas de metaficción pasando por la reelaboración de los géneros literarios tradicionales y las técnicas narrativas. En Borges se desdibujan las fronteras: entre ficción y realidad; entre el yo y el otro; o entre autor y lector, por citar sólo algunas».
Armando Roa, escritor
Kufstein, El Tirol, Austria
Eran las ocho y aún no habían llegado, estaba un poco inquieto. Decidí ir a la recepción del balneario por si tenían allí alguna noticia. Hice el camino muy rápido, llegué balbuceante. La chica que atendía sonrió con simpatía. Supe que María K. había llamado desde la ciudad hacía unos diez minutos, para avisar de que hoy no pernoctarían aquí y que regresarían mañana. Respiré profundo e inicié el regreso a mi cabaña, ahora sosegado y despacio.
         Hoy había sido un día extraño, de esos días raros como en los que soplan esos vientos que afectan al cuerpo y al ánimo. Pensé que lo mejor sería tomar asiento en el porche, abriría una botella y  escucharía los silencios de la noche.
         Iba a descorchar la botella y paré en seco, ¿por qué no me la llevo al chozo de Estela y la tomamos allí?
         No era mala idea, no. El vino estaba a buena temperatura, fregué dos copas muy apropiadas de vidrio austriaco, de Kufstein, que había comprado hacía poco tiempo. También cogí un paquete de dátiles negros ─muy jugosos─ que aún no había abierto.
         Cuando ya no tenía la oportunidad de volver sobre mis pasos vi que Estela estaba en su porche acompañada de dos chicas jóvenes, quizás las que esta mañana estaban con ella en el lago. Conversaban, fumaban y bebían unas cervezas. Sentí un poco de calor en la cara cuando estuve a un par de metros de ellas.
         ─Bueno… He traído esto ─dije farfullando─. No sabía que teníais una reunión.
         ─¡Nada, nada! ─respondió Estela. Siéntate con nosotras, en unos momentos vamos a preparar algo para hacer una cena rápida. Hay para todos.
         Después exclamo:
         ─¡Estupendo que hayas venido!
         Invitaronme a tomar asiento haciendo una recolocación y dándome una de esas duras banquetas que odio.
         Estela continuó:
         ─Justo les estaba hablando de que habías salvado mi vida esta tarde, que si no llega a ser por ti hubiera perecido quemada y apestada de baquelita.
         Las risas abrieron la noche. Me sentí mucho mejor. Puse la botella, los dátiles y las copas sobre la mesita y pedí excusas:
         ─Lo siento, he traído dos copas nada más, no sabía…
         Estela presentó a sus amigas cuyos nombres eran Dora y Esther. Saludé cordialmente aunque me hubiese gustado estar a solas con Estela. Al principio las otras escuchaban más que hablaban; Estela era una especie de torbellino, todo lo decía ella, no sé si porque era la anfitriona o porque quizás aún estaba nerviosa por el conato de incendio de esta tarde. 
         ─Les estaba contando que también hemos hablado de Borges; que eres amigo del famoso escritor que está aquí.
         ─Eso de amigos es demasiado decir, lo he conocido y he tenido la suerte de poder conectar con él, y con María K., de una manera agradable y simpática ─les expliqué.
         ─¡Cuánto me gustaría hacerle una entrevista! ¿No podrías hacer algo? ¿No podrías interceder por mí? ─dijo con entusiasmo.
         Estela es de esas personas que acabas de conocer y a los pocos minutos es tremendamente familiar, como si la conocieses de toda la vida.
         ─¿Una entrevista? ─pregunté enarcando una ceja.
         Esther y Dora estaban muy atentas.
         ─Soy periodista aunque todavía estoy buscando trabajo, tener una entrevista con alguien como Borges podría ser un pasaporte muy eficaz para ganarme un empleo en algún medio. ¿No creéis? ─interrogó con una mirada circular.
         ─¿Qué tipo de entrevista te gustaría hacerle? ¿Algo en especial?
         ─Sí, desde luego. Me encantaría hacerle una entrevista monográfica, temática. Las entrevistas genéricas están muy vistas, son todas iguales ─respondió rápida, segura.
         ─¿Qué elegirías? ─insistí.

         ─Pues sería Borges y el Premio Nobel. Ese galardón que aún está pendiente.
         Sonreí, ese era uno de mis temas irresolutos y que no había tenido el atrevimiento de abordar. Estoy convencido que ese es un asunto que fastidia mucho a María K., quizás despierte su vehemencia, no sé…
         ─Hay demasiadas polémicas sobre esto, es todo muy reciente… Quizás es mejor que hables con María K., te la presentaré. Aunque sospecho que se irán muy pronto, quizás en pocos días. No me han dicho nada pero…
         ─¡Qué pena! ─exclamó sincera.
         Dirigiéndome a Dora y a Esther pregunté:
         ─¿Vosotras habéis leído algo de Jorge Luis Borges?
         Dora contó que nunca había intentado leerlo, que había oído que era literatura muy complicada, para especialistas, y que a ella no le diría nada. Le encantaba García Márquez del que había leído muchas obras y también Vargas Llosa. Confesó, además, que era adicta a los best-sellers, dijo que ahora estaba absorta leyendo la última novela de Noah Gordon: “El diamante de Jerusalén”.
         Esther nos comentó que también era una excelente lectora, casi compulsiva, que había intentado leer a Julio Cortázar y no pudo, por eso ya no se atrevió con Borges, pero que lo tenía en lista de espera. Sí había disfrutado algunos poemas.
         ─¿Recuerdas alguno?
         ─Sí. Por supuesto, el que me resulta más desolador, “El arrepentimiento”.
         Y recitó con delicada voz:
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
         Dora y Estela entraron en la cabaña para preparar algo de cena. Volvieron con una bandeja repleta en la que era imposible poner un dedo en vertical.
         La temperatura era perfecta, un ligerísima brisa nos visitaba de cuando en cuando y aún generaba más bienestar. Decidieron que las dos se quedarían esa noche con Estela pues la cabaña de Esther y Dora estaba lejos, era de las que estaban cercanas al lago y la luz era escasa hasta allí.
         La cena fue divertida y estupenda, parecía como si nos conociéramos de toda vida, Estela era un perfecta anfitriona y no dejaba penetrar ningún silencio en la reunión.
         No sé qué hora sería, no había llevado reloj, es más lo tenía perdido, no tenía ni idea de dónde lo había dejado. Cuando la conversación informal declinó un poco Estela me comentó:
         ─Tú debes saber mucho de Borges, tengo esa impresión. De otro modo no podrías pasar tanto tiempo con ellos, ¿qué sabes del asunto del Premio Nobel?
         Gesticulé con el dedo pulgar en una comisura de mi labio y dije:
         ─No creas que sé mucho; con ellos no he conseguido hablar de esto. Es cierto que he leído bastante en prensa, tengo una pila de recortes de periódicos que tratan el tema. He elaborado mis propias conjeturas, aunque no he podido verificarlas…
         Esther me interrumpió en ese momento diciendo:
         ─Ahora que has empleado la palabra “conjetura”, supongo que habrás leído el célebre “Poema conjetural”, ¿no?
         Sonreí con esa estúpida suficiencia que me proporcionaba el vino:
         ─Sí, he leído el “conjetural” y también uno que no ha sido aún publicado y que se titula “Los conjurados” un extraño poema que habla del 1291 en Centroeuropa.
         ─Pero… ¿el “conjetural”? ─insistió Esther.
         ─Sé que lo escribió en el 1943. Borges mismo dijo de él que estaba influido por los monólogos dramáticos del poeta y autor teatral inglés Robert Browning. Únicamente recuerdo el final del “conjetural” pero es una autentica perla. Fue recopilado en la obra “El otro, el mismo” que salió en 1964.
         Puse voz a la estrofa con alguna dificultad y con algún gesto teatral sobrante:
«[..] Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.»
         Estela subrayó lo del Nobel:
         ─¿Ha habido motivos extraliterarios para que no le hayan dado el premio?
         ─Del Nobel a Borges se habló ya en 1967, el año en que fue concedido al escritor, periodista y diplomático guatemalteco Miguel Ángel Asturias. El año en el que parecía que se lo darían de forma definitiva fue el 1977 y que sería compartido con el poeta sevillano Vicente Aleixandre. Pero al final, nada. Se lo quedó Aleixandre solo. De todas formas no hay que sacralizar el Nobel, tampoco se lo dieron nunca a escritores de la altura de Joyce, Mark Twain, Kafka, Tolstoi o Virginia Wolf entre otros muchos.
         Enseguida añadí:
         ─Creo que es un poco tarde ya y me gustaría releer algunos papeles antes de satisfacer tu curiosidad. ¿Te parece bien que nos veamos mañana?
         ─¡Me encantará! ─respondió.
         No me separaban demasiados metros de mi cabaña; los caminé con fingido aplomo. Aquel día la luna era muy redonda, parecía trazada con un compas; perfecta.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia


Comentarios

  1. Me ha gustado mucho el capítulo de hoy y es porque me ha relajado después de los anteriores; algunos fueron difíciles de entender, al menos para mi.
    Y doy la bienvenida a Estela.
    Con tus capítulos se aprende sobre la vida y la obra de Borges. De no ser por ti no hubiera leído nada de él.
    Gracias, amigo.

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  2. Un gran regalo semanal y una extraordinaria lección.
    Muchas gracias. Cada día soy más de Borges.

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  3. Pilar Nacarino Moreno18 de octubre de 2016, 18:23

    Muy de acuerdo con él tiempo, por lo que está pasando con el Premio Nobel. Empiezan a ser más entretenidos por la aparición de nuevos personajes y sobretodo, se nota que el escritor está muy bien documentado.
    Otro éxito, me ha gustado mucho.

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  4. Dinamismo, personajes que enteractúan, temas literarios,poesía... siempre poesía. Magníficos ingredientes del relato de hoy.
    Gracias profesor P. Banquer por su relato de hoy que guarda e ilumina temas tan actuales como la asignación de un premio Nobel en literatura.
    El poema existencialista de Borges no tiene desperdicio.
    Así es la buena literatura;como una joya que se atesora y no la que se esparce como agua en cántaro roto o con fisuras...

    ResponderEliminar
  5. Jesus Almendros Fernandez19 de octubre de 2016, 11:41

    Ignacio, esta mañana te hice un comentario que no ha aparecido. Voy a hacer otro a ver si tengo mas suerte o lo se hacer mejor. Soy muy torpe en estos temas.....también.
    Te decía en mi comentario que este capítulo me parecía muy diferente a los anteriores, que en este aparecías tu mas al descubierto, sin esconderte tras la sombra de tu admirado Borges, que está presente, pero alejado de la escena. Ahí estás tu, a pecho descubierto y, para colmo, en una situación que te pone un poco incómodo, nervioso. Se despiertan los instintos atávicos y ante esas tres mujeres sientes que eres el hombre de la situación, el macho ante tres hembras. Te sientes representante de todo el género masculino y temes no dar la talla. Ellas son tres, dominan la situación. Tu estás en inferioridad ante ellas pero tienes que mantener el tipo y si te retiras, al menos que sea una retirada honrosa, elegante. Muy bien descrita la escena, la situación, los personajes y a ti mismo, al que por fin parece que vamos a conocer.

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    Respuestas
    1. Habrá que repensar el próximo capítulo, ¿no?

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