Lo esperaba. Se van
«El individuo ha luchado siempre para no ser
absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo y, a veces,
asustado, pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno
mismo. »
«Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es
barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son
favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y
secreta complejidad.»
«Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo.
A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos,
de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de
instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir,
descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.»
Jorge Luis Borges
No fue una
sorpresa, lo esperaba. Aunque no había contado los días, sabía que estaban allí
desde antes de yo llegar y temía que, de un día a otro, dirían que se
marchaban. Sentí un extraño desasosiego, un bloqueo. No pude decir nada. Pensé
en todas las preguntas que quería plantear, en todas las dudas acumuladas… Se iban;
pasado mañana. María K. lo reveló, sin pretenderlo, como un porrazo. Mi
silencio, el estupor provocado, le hizo decir:
─Es posible que pronto nos veamos otra vez,
¿no?
Barboteé una frase sin saber bien lo que
expresaba:
─No sé… quizás… no sé…
Don Jorge se dio cuenta de la situación e
intervino:
─Ahora vamos a Madrid y de allí volaremos a
La Argentina, a casa. Pero no estaremos mucho tiempo; tenemos demasiados
compromisos que cumplir y en pocas, muy pocas, semanas deberemos estar en
Londres. Es probable que por algún lugar nos encontremos. Los días aquí han
sido de una calma inhabitual, lo hemos pasado muy bien, un verdadero paraíso de
serenidad. ¿Volverás el próximo año? ¿Y si nos encontramos aquí otra vez?
─Sí… Acaso volvamos a encontrarnos.
María K. quería que hiciésemos una cena de
despedida esta noche mismo, en el restaurante del balneario. Le mencioné que
había quedado esta noche con una chica y que no quería faltar a la cita.
Borges hizo un gesto travieso le dio dos
oscilaciones a su corbata. María K. comentó:
─¿Mejor mañana a mediodía? Desde luego para
nosotros es mucho mejor, ¿vale?
Don Jorge añadió:
─¿Por qué no te traes a la chica? Así somos
cuatro; será más grato y ameno, ¿Os parece?
─Desde luego, será fenomenal ─dijo María K.
Se me ocurrió pensar si Borges toleraría el
nombre de Estela. ¿Le traería recuerdos no apetecidos? En último termino le
podría presentar a Estela con otro nombre… Sonreí al recapacitar sobre tal
memez.
Acepté y me despedí de ellos. Quería ver a
Estela cuanto antes, para que no se comprometiera con nada para mañana.
Pasé antes por mi “bungaló” ─Estela siempre le dice así─, cogería
un libro de poemas para regalárselo. “Historia de la noche”, era de los últimos
publicados, de 1977, estaba nuevo, aunque lo había leído y releído.
Efectivamente, enseguida lo encontré. Lo
abrí para ver si tenía algo dentro y paré ─de modo involuntario─ en una de sus
primeras páginas. Leí “El tigre”:
«Iba
y venía, delicado y fatal, cargado de infinita energía, del otro lado de los
firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el tigre de esa mañana, en Palermo, y
el tigre del Oriente y el tigre de Blake y de Hugo y Shere Khan, y los tigres
que fueron y que serán y asimismo el tigre arquetipo, ya que el individuo, en
su caso, es toda la especie. Pensamos que era sanguinario y hermoso. Norah, una
niña, dijo: Está hecho para el amor.»
Este era una de los temas que tenía
pendientes para conversar con él; el de su fascinación por los tigres. Su madre
siempre recordaba la obstinación con la que se comportaba y lo difícil que era
tratarlo cuando visitaba el Zoo que no estaba lejos de su casa en el barrio de
Palermo. Le encantaban y los dibujaba sin cesar, era una pasión incontrolada,
le hechizaban. Cuando llegaba la hora de salir del Parque Zoológico podía tener
alarmantes accesos de ira. La madre, doña Leonor, tenía que recurrir a quitarle
los libros, ese era el más terrible de los castigos. Creo que le encantaba leer
tirado en el suelo sobre una enorme piel de tigre ─con cabeza─ que había en la
biblioteca de su casa.
A Estela le cautivó la idea de comer con
los Borges en el balneario. También le agradó mucho que le llevara el libro. Me
leyó un poco, con voz melódica, de una página al azar:
Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo
fingir que existen esas cosas...
Reconocí el poema y la puse en un pequeño
compromiso. Le dije:
─Lee el final, los tres últimos versos
─intenté poner cara de pillo.
Sonriendo recitó:
Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y
mi ventura, inagotable y pura.
─¿Vas a ir esta tarde al bungaló de los
Borges? ─preguntó.
─¿No habíamos quedado que esta tarde te
contaría más detalles sobre Borges y el premio Nobel que nunca le han dado?
─¡Ah! ¡Es verdad! ¡Se me había olvidado!
Puse un gesto ficticio de disgusto y le
dije:
─¿Comemos juntos? En mi cabin hay bastante comida; podríamos
hacer algo sugerente y apetitoso.
─¿Cabin?
─Sí, así le dicen los americanos a lo que
tú llamas bungaló y yo cabaña. Me parece muy curioso que Borges, que habla un
inglés perfecto de principios del siglo XIX, emplee ese americanismo. A veces
dice log cabin, que viene a ser lo
mismo. A ver si mañana le pregunto sobre esta cuestión. ¿Te he dicho que ya se
van pasado mañana?
─¡Qué
pena! Estoy segura de que los vas a echar mucho de menos. ¿Por qué dices que su
inglés era del XIX?
─Ten en cuenta que él aprendió el idioma
desde pequeño con su abuela Fanny Haslam que dejó Inglaterra a finales de la
década de 1860. Bueno, también tuvo una institutriz, una tal Miss Tink, que se ocupaba
de él y de su hermana Norah por las tardes. Eran personas mayores que hablaban
el lenguaje corriente de la época victoriana que después evolucionó mucho y
rápido.
─¿Por qué sabiendo inglés tan bien
necesitaba un traductor para sus obras?
─Su traductor más conocido ha sido un
escritor de origen italiano nacido en los Estados Unidos, Norman Thomas di
Giovanni. Di Giovanni dijo una vez que el inglés oral de Borges era
extremadamente bueno, pero que cuando escribía en ese idioma se ponía muy acartonado
y formal. Decía que le hubiese gustado escribir en un inglés del siglo XVIII,
que ese era el idioma ideal para él. Añadía que el dieciocho era como
ciertamente más civilizado y que la gente de entonces era capaz de una ironía y
una sutileza que es ya inexistente.
Estela quería llevarse un postre especial
que había confeccionado esta mañana mientras Esther salió a correr.
─¿Qué es eso? Tiene muy buen aspecto ─le
dije mirando la jarra con curiosidad.
─Seguro que te gustará. Es una macedonia corriente
con vino dulce, pero me sale muy bien. Aunque realmente no tiene ninguna
complicación.
─¿Cómo la has hecho? Soy muy goloso.
─Tiene frutas troceadas: piña, melocotón,
manzana, fresas, plátanos y un trozo de melón que trajo Dora ayer. Aparte exprimo
una naranja y separo el zumo. Lavo bien toda la fruta, la troceo y la vuelco en
un recipiente adecuado. Espolvoreo la fruta con azúcar y rocío con una generosa
dosis de vino dulce ─o moscatel─ de la mejor calidad. Acabo echándole el zumo
de la naranja reservado antes. Remuevo un poco y lo meto en el frigorífico.
Allí reposa al frío por lo menos tres horas. ¡Riquísimo! ─añadió.
No pude disimular mi pasión por lo dulce y
exclame:
─¡Ya estoy deseando probarlo! ¡Me
encantará!
Tomamos la preciada, y fría, carga y nos
encaminamos a mi log cabin como,
acaso, habría dicho don Jorge.
Faltando ya pocos metros me sorprendió con
esta pregunta:
─¿Es Borges un espíritu atormentado?
Casi estábamos ya llegando.
─En realidad no podría afirmar ni negar
eso. ¿No serán todos los poetas almas en continua tribulación?
─Te lo pregunto porque ─según lo que yo he
leído─ el papel de las mujeres en su vida y también en su obra ha sido muy
grande y ha hecho correr mucha tinta.
─Ahora recuerdo que el año pasado, una
revista le hizo a nuestro escritor el conocido “Cuestionario Proust”, en el que
se le hacía la pregunta “¿Cuáles son sus heroínas
en la vida real?”, y respondió: “Sucesivamente, las muy distintas mujeres de
las que me enamoro o, espere, quizás, las muy distintas mujeres ─ya que soy
viejo─ de las que sigo enamorándome. ¡Tengo setenta y nueve años!"
Abrió
la puerta empujando con el hombro; las dos manos las tenía ocupadas con la
jarra de las frutas y comentó con su sonrisa más tentadora:
─Después te preguntaré muchas más cosas
ahora vamos a preparar de comer. Dame primero una cerveza helada… o casi.
Ignacio Pérez
Blanquer
Académico de Bellas Artes
Me ha encantafo este capitulo. El joven confirma el caracter que le corresponde por su edad. La inconsistencia de la admiracion literaria y cultural frente al instinto sexual, a la atraccion que siente ante una chica que le gusta. Su admirado Borges, su autor preferido se va, los Borges se van. ¿Se volveran a encontrar, volveran a cruzarse sus vidas? No parece orobanke oeto tampoco parece ya tan grave. Es nsd reconfortante hablar de el con Estela que hablar con el. El orgullo de ser amigo del escritor es un atractivo añadido que usa frente a la chica. Borges es su obra, sus poemas, sus libros y ,esos, siempre los tendra.
ResponderEliminarMe ha encantado , Shere Khan !..
ResponderEliminarMe ha encantado!!!!!
ResponderEliminarSe marchan los Borges-Kodama. Que pena; pero el escritor se queda, así que seguiremos disfrutando de sus relatos. Ha sido tan interesante las conversaciones con ellos. Creo que muchos hemos empezado a conocer a Borges a raíz de tus crónicas tan interesantes. Gracias por ello.
ResponderEliminarMagnífica la elección del soneto El enamorado.Realmente el chico está enamorado. Y aunque la macedonia supiera mal, seguro que le sabría a gloria.Un poeta debe estar siempre enamorado; Borges parece ser tímido en afectos, pero fiel al amor. Con Nobel o sin Nobel un escritor puede vivir, pero sin amor...
ResponderEliminarSe marchan los Borges, la semilla está plantada en los personajes que los rodean.