Borges, Emerson y Don Quijote

«La verdadera cosecha de mi vida diaria es algo tan intangible e indescriptible como los matices de la mañana o de la tarde. He cogido un puñado de polvo estelar, un segmento de arco iris.»
Henry David Thoreau
«Reír a menudo y mucho; ganar el respeto de gente inteligente y el cariño de los niños, conseguir el aprecio de críticos honestos y aguantar la traición de falsos amigos; apreciar la belleza; encontrar lo mejor en los demás; dejar el mundo un poco mejor, sea con un niño saludable, una huerta o una condición social redimida; saber que por lo menos una vida ha respirado mejor porque tú has vivido. Eso es tener éxito.»
Ralp Waldo Emerson
«No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados...».
Jorge Luis Borges

La mañana era extraña, miré por el ventanuco hacia el lugar de ellos, no se percibía ningún movimiento. Se habían ido temprano. Anoche, cuando nos despedimos, dijeron que saldrían muy pronto.
      Separé un montón de papeles dejando un espacio libre en el tablero de la mesa; puse allí encima unas cuantas cosas para desayunar. No sabía qué hacer hoy, no tenía nada planeado. ¿Qué hago con todas las notas y apuntes sobre Borges? ¿Podré seguir escribiendo sobre él? ¿Volveré al tema que me trajo aquí?, ¿a Vicenzo Galilei?
      No tengo ganas de desayunar; no me entra nada. Abrí la puerta de salida de un empellón. De pie en el porche miré a lo lejos; bebí unos sorbos de agua de la botella que llevaba en la mano. Nadie, por allí no había nadie, solo silencio y sol. Lancé la botella medio vacía a la mayor distancia que pude. Recordé "Walden", la vida en los bosques.
      Henry D.Thoreau, en un lejano 1845, decidió construir una cabaña en el bosque y quedarse a vivir en ella apartado de todo trato social; allí, cerca de la laguna llamada Walden. Me pareció escuchar la voz de Borges a mi lado: «[…] qué extraño  pensar que casi todo lo que se ha pensado, soñado y escrito y eventualmente publicado en América, en las Américas, venga de una zona, la de Nueva Inglaterra. Piensa que la Historia no sería lo que es, que no seríamos quienes somos ─ya que la Historia es una entidad sin R. W. Emerson, sin Thoureau, sin Emily Dickinson, sin Herman Melville, sin Nathaniel Hawthorne, sin Henry James...».
      Otra vez el maldito carro del jardinero dejando un reguero de tiempo. Hoy iba acompañado de un chico muy delgado, casi transparente, que montaba un viejo jamelgo. Lentos, cachazudos, derrotados… hacia el parque de los chopos; don Quijote y Sancho.
      Emerson…
      Emerson solía decir ─y Borges lo reiteraba─ que una biblioteca es una especie de gabinete mágico; y que en ese gabinete están encantados los mejores espíritus de la humanidad, que esperan nuestra palabra para salir de su mudez. Abriendo el libro, ellos despiertan.
      Borges admiraba a Emerson, en muchas de sus obras Borges ha dejado patente esta admiración, en Otras inquisicioneslo cita más de media docena de veces. Le encantaban sus ensayos e incluso sus poemas. El cuento La otra muerte”, integrado en El Aleph”, tiene un desarrollo basado en un poema de Emerson.
      Hay también, en su obra de 1964: “El otro, el mismo”, un soneto ─en el que habla de libros─ dedicado al escritor de Boston.
Ese alto caballero americano
cierra el volumen de Montaigne y sale
en busca de otro goce que no vale
menos, la tarde que ya exalta el llano.
Hacia el hondo poniente y su declive,
hacia el confín que ese poniente dora,
camina por los campos como ahora
por la memoria de quien esto escribe.
Piensa: Leí los libros esenciales
y otros compuse que el oscuro olvido
no ha de borrar. Un dios me ha concedido
lo que es dado saber a los mortales.
Por todo el continente anda mi nombre;
no he vivido. Quisiera ser otro hombre.
      ¿Pensaría Borges en don Quijote cuando escribió el soneto a Emerson?     
      Hace algo más de una semana quise escudriñar sobre si había alguna relación entre el soneto de Emerson y Don Quijote ─algunos especialistas han hablado sobre esta posibilidad─, pero se me olvidó. Sucedió que comenzamos a hablar sobre sus lecturas ─por todo aquello que le leía María K.─, y me dijo que hacía mucho tiempo que no leía nada nuevo, que su placer era únicamente releer. Citó a algunos autores que ahora frecuentaba, entre ellos a Bertrand Russell y a Kipling. También se refirió a la traducción del Libro de las Mil y una noches de Cansinos-Assens. Acentuó que no dejaba nunca la segunda parte del Quijote, que era más íntima y serena que la primera. Reímos cuando recordó que Cervantes mismo expresó que: “Nunca primeras partes fueron buenas”.     
      Creo recordar que le confesé que no conocía a Emily Dickinson y no había leído nada de ella. Contó que era amiga de Emerson y que ambos intercambiaron abundante correspondencia. También citó a Dickinson para rememorar que ella decía que la publicación no es parte fundamental de la meta de un escritor; que lo importante es soñar, escribir, pero que en cuanto a publicar, eso es un azar.
      ¿Al decir “Ese alto caballero americano” alude de alguna manera a un contraste entre Emerson y Don Quijote? ¿”Camina por los campos”? ¿Los libros en uno y en otro…?
      El viejo con el carro y el muchacho escuálido en el rocín ya habían desaparecido del camino. Sólo se escuchaba el ruido de mi balancín sobre las tablas del porche.


      Distinguí perfectamente a Esther en la lejanía, se habría cruzado hacía unos momentos con aquel Don Quijote y el Sancho del carro. Observé sus zancadas que eran ágiles y fuertes. Una cinta rosa le rodeaba la cabeza desde la frente y le sujetaba el pelo. No tardó en llegar más de un par de minutos.
      Jadeante, se apoyó en la barra de entrada al porche. Casi se arrancó la cinta rosa con gesto vehemente. Seguí el balanceo en la mecedora.
      ─¿Has hecho muchos kilómetros hoy? ─le pregunté.
       Tardó algunos segundos en responder y lo hizo con la respiración ya menos agitada:
       ─No sé, quizás seis o siete. Pero el calor…
       ─Te traigo agua fresca ─Me levanté del asiento.
       Bebió con avidez y después preguntó:
       ─¿Has visto por aquí a Estela o a Dora?
       Comenzó a hacer unos ejercicios de estiramiento. Desprendía atracción.
       ─No, no he visto a ninguna de ellas ─respondí.
       Tomó asiento en una de aquellas horribles banquetas. Sus lisas rodillas quedaron frente a mí.
        ─Me gustaría que me hablases, un día de estos, sobre literatura fantástica, ¿te importaría?
       ─Bueno… no creo saber mucho de eso. Pero podemos hablar y quizás ambos aprendamos.
      ─Eres un apasionado lector de Borges, eso implica que conoces, bastante, su singular literatura fantástica.
      ─Hay autores que a esa peculiar forma de fantasías de Borges la denominan “ficción especulativa”.
      Levantó de la banqueta su escultural cuerpo y dijo:
      ─¿Ves? Seguro que sabes un montón. Hablaremos.
      Se colocó otra vez la cinta recogiendo su pelo. Dándome la espalda agitó el brazo derecho diciéndome adiós. Iba en dirección al lago.
      La seguí hasta que desapareció entre los árboles.
      Cerré los ojos y pensé que hay algo encerrado, y sutil, en el soneto de Borges a Emerson. No sé, acaso sean esas dos formas enfrentadas de la conducta humana, la del hombre más racional ─y razonable─ que sería la del escritor americano, y la del otro arquetipo, el exaltado y pasional, que podría representar el Don Quijote de nuestras letras.
      No tardé en decidirme; pasaré el resto del día en el lago.
      Espero que se me ocurra algo. Ahora, en el camino al lago, bailan sobre mí aquellas palabras del maestro:
«En la tierra sombría de España, país de alegría ficticia donde los días se arrastran cansados y agobiados bajo el esplendor del sol radiante y monótono, los escritores sinceros se han mostrado siempre escépticos o tristes.»
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia


Comentarios

  1. Me gusta mucho este capítulo, sobre todo me encanta la descripción del éxito que hace al principio Ralph Waldo Emerson.
    Me gustan los nuevos personajes (las tres amigas) porque muestran la inquietud de saber. Y me gusta porque cuando empiezas a leerlo, no sabes hacia dónde o hacia qué te va a llevar, te engancha.

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  2. Metaliteratura. Cuando se escribe de literatura en literatura, de personajes o textos literarios que interactúan..., creo que estamos ante un texto realmente extraordinario. El trabajo de erudición es magnífico. Las tres citas de la introducción inmejorables. Pero aún así, me ha parecido muy filosófico el contenido. "Cerré los ojos y pensé que hay algo encerrado, y sutil, en el soneto de Borges a Emerson. No sé, acaso sean esas dos formas enfrentadas de la conducta humana, la del hombre más racional ─y razonable─ que sería la del escritor americano, y la del otro arquetipo, el exaltado y pasional, que podría representar el Don Quijote de nuestras letras"
    Son las formas de la conducta humana las que perfilan los textos literarios.
    Magnífico y muy trabajado. Mil felicitaciones.

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  3. ¡Formidable!
    Algunas frases son verdaderas perlas: "bailan sobre mí aquellas palabras del maestro", "Lentos, cachazudos, derrotados... hacia el parque de los chopos", "Otra vez el maldito carro del jardinero dejando un reguero de tiempo"...

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  4. Vuelvo a repetirme como cada jueves. Es magnífico. Sorprende los giros mentales del protagonista que mantiene al lector atento e intrigado para saber por donde van los "tiros". Me ha gustado especialmente la referencia a Emily Dickinson, una poeta conocida y reconocida después de su muerte, que nunca se interesó por la publicación de sus obras. Fue su hermana la que promovió la edición una vez fallecida.
    La última frase de Borges no solo retrata a nuestros escritores sino a todos los españoles.

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  5. Todos los relatos que ha escrito usted de Borges me han gustado, pero este me ha dejado encantada, lo he leído tres veces y cada vez le encuentro cosas nuevas, es de los que más me ha llegado.

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  6. Qué bien escribes Ignacio. Es un placer leerte.

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