ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (285) Cine
“YO, DANIEL BLAKE”, de Ken Loach
Acaba de
estrenarse en nuestra ciudad esta película que obtuvo la Palma de Oro en el
último Festival de Cannes. A muchos críticos no les pareció bien que habiendo
ganado ya la Palma de Oro en 2006 por “El viento que agita la cebada”, volviera
a llevársela en un año en el que había películas tan importantes como “Elle”, de Paul Verhoeven,
que por cierto, también podemos ver ahora en nuestros cines, “Paterson”,
de Jim Jarmusch,
“Sieranevada”, de Cristi Puiu, o
“Toni Erdmann”, de Maren Ade, pero
el jurado entendió que esta y no aquellas, era la mejor película presentada a
concurso y a ella le dieron el premio.
Entendían muchos
críticos que era una decisión cómoda y conservadora para ocultar otras opciones
más arriesgadas, sin embargo no parecía estar tan equivocado el Jurado cuando
dos festivales tan prestigiosos como el de Locarno y el de San Sebastián,
también le dieron el Premio del Público y cuando acaba de estrenarse en Reino
Unido con una crítica entusiasta y un claro éxito de
taquilla.
Cuando vamos a ver una película de
Ken Loach, todos sabemos mas o menos lo que vamos a ver. Este director tiene una trayectoria
consecuente con su ideología, no es un esteta ni pretende ser un artista, es una
voz que grita y protesta contra las injusticias sociales y así lo pone de
manifiesto, junto a su guionista habitual, Paul Laverty, en todas sus
películas. Denuncia una y otra vez al
gobierno de su país por haber transformado el Estado de bienestar del Reino
Unido en un sistema que destruye y
oprime a los ciudadanos a los que debería de proteger.
En esta película se centra aún más
en la actualidad del problema y ve como todas las instituciones creadas
teóricamente para ayudar a los ciudadanos, por efecto de la burocracia y la
desgana, se vuelven contra él.
Daniel Blake es un carpintero autónomo al que el médico de la
Seguridad Social prohíbe trabajar por
motivos de salud. Sin embargo, el Estado no parece dispuesto a
concederle la baja que le corresponde y
le obliga a que busque un empleo por lo que tiene que elegir entre poner en
riesgo o su vida o no tener ningún ingreso para sobrevivir. Es un círculo vicioso cuyo fin es desgastar,
humillar y eliminar a aquellos que recurren al Estado para reclamar sus
derechos.
Como en todas sus películas, aparece
la agresividad y la falta de humanismo y empatía del funcionariado, esa sospecha de los burócratas sobre
las personas que solicitan algún tipo de ayuda, sobre todo los más necesitados,
los más débiles, como los ancianos, los jubilados, los inmigrantes, es decir,
los más alejados del acceso a los procedimientos de solicitud de recursos.
Una
madre soltera entabla amistad con Paul
en el Centro de Asistencia en el que coinciden y mantiene con él una relación
de ayuda mutua, que consigue emocionar a los espectadores.
“Yo, Daniel Blake”, se encuentra con un argumento y con un
problema que le vienen como anillo al dedo para poner frente al espectador
todas las injusticias que a él siempre le ha gustado denunciar, injusticias
propiciadas por las políticas neoliberales que en su país de origen funcionan
como una catapulta de una catarsis colectiva frente a las consecuencias de esas
políticas.
Jesús Almendros
Fernández
Socio colaborador de
la Academia y crítico de cine
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