EL MUNDO DE LA MÚSICA. CAPÍTULO -XI. Compositores del Romanticismo (4)
Giuseppe Verdi (1813-1901)
Verdi nació en el
pueblo de Roncole, en el norte de Italia, cerca de Busseto, provincia de Parma,
cuando los franceses eran los dueños de la comarca. Su afición por la música
era tan acusada que, siendo niño, su padre le compró un viejo piano. Con sólo
diez años ya tocaba el órgano de la iglesia de su pueblo. Comenzó sus estudios musicales
en Busseto, donde un comerciante aficionado a la música, enterado de sus
excepcionales cualidades, lo llevó a su casa y, además de emplearlo en su
negocio, le permitía tocar el piano con su hija. Cuando cumplió los dieciocho
años, su protector Barezzi, le consiguió una beca para estudiar en el
Conservatorio de Milán, pero no fue admitido. No obstante, permaneció dos años
en Milán recibiendo lecciones de composición y orquestación. Al morir el
organista de Busseto esperaba sucederle, no fue así, pero se le concedió la
dirección de la Sociedad Filarmónica de la ciudad.
En 1836, Verdi se
casó con Margherita, la hija de Barezzi. Dos años más tarde se trasladó a
Milán, y al año siguiente estrenó, en el teatro de La Scala, su primera ópera: Oberto, conde de San Bonifacio. Su éxito
le valió para que el empresario de La Scala, Bartolomeo Merelli, le encargara
otras tres óperas. En el año1842 obtuvo su primer gran éxito con Nabuco, una ópera poderosa cuyo tema se
basa en la persecución de los judíos por el rey Nabucodonosor de Babilonia.
Aquí comenzó su carrera triunfal. Entre 1843 y 1853 viajó por toda Italia y
compuso catorce óperas más.
Verdi se alejó
del modelo clásico de compositor de ópera. Mantenía el control sobre todo el proceso de producción
de sus obras; no se contentaba con las fórmulas al uso, sino que siempre estaba
experimentando con el género. Esa necesidad constante de cambio dio como
resultado grandes óperas como el drama psicológico Hernani (1843), la sobrenatural Macbeth
(1847), Luisa Miller (1849),
ópera basada en la obra teatral “Intriga
y amor” de Schiller; y entre los años 1851-1853, las tres óperas más
conocidas hoy: Rigoletto, Il trovatore y La Traviata.
A esta década le
siguió un largo periodo de tranquilidad, en el que su producción se relajó pero
continuó siendo muy variada: Simón
Bocanegra (1857), Un baile de máscara
(1859), La fuerza del destino
(1861), Don Carlos (1867). Con el
estreno de esta última pensaba dar por terminada su carrera operística, pero en
1869, recibió una oferta para escribir una ópera destinada a las fiestas de
apertura del canal de Suez que no dudó en aceptar. El libreto le sedujo tanto
que con él compuso la ópera con la que alcanzaría el zenit de su carrera: Aida. Su espléndida presentación (1871),
en El Cairo, fue apoteósica.
Aunque ninguna
obra de Verdi encierra elementos políticos, durante mucho tiempo se le asoció
con el “Risorgimento”, movimiento
nacionalista cuyo objetivo era la unidad del país, objetivo que se consiguió,
al término de la guerra entre Cerdeña y Austria, con la liberación de la región
natal de Verdi que estaba bajo dominio austriaco. Este acontecimiento lo
convirtió en héroe nacional, pues tanto por sus operas como por su apellido -VERDI- , se llegó a utilizar como
consigna el grito de <<VIVA
VERDI>> que no era más que el acróstico de <<viva Vittorio Emanuele Re D’Italia>>, de la monarquía de
Saboya, que por entonces era rey de
Cerdeña.
Una de las
figuras claves del “Risorgimento” fue
Alessandro Manzoni, a quien Verdi le dedicó su Requiem, una de las pocas obras no operísticas estrenada en Milán
(1874), en honor del famoso novelista y poeta italiano. La obra, inspirada en
la novela “Los novios”, requiere una
gran orquesta, seis solistas y un coro doble que se reconoce al instante por su
atronador Diesi rae.
Esta obra, junto
con las revisiones de Simón Bocanegra,
Don Carlos y La fuerza del
destino, fue todo lo que produjo hasta su obra Otello, ópera que le
sugirió el libretista Arrigo Boito. Tan gran éxito obtuvo en su presentación,
que Verdi decidió componer otra ópera basada en la obra Falstaff de Shakespeare. Sería su última ópera. Su última obra fue
el Stabat Mater. Murió en Milán
(1901).
Sus obras más conocidas: Pulsen en las obras en color, y podrán escuchar algunos fragmentos.
Sus obras más conocidas: Pulsen en las obras en color, y podrán escuchar algunos fragmentos.
-
Óperas:
§ Hernani
§ Macbeth
§ Simón
Bocanegra
§ La fuerza
del destino
§ Falstaff
-
Vocal:
§ Ave María,
Stabat Mater
Richard Wagner (1813-1883)
Wagner nació en
Leipzig pero muy pronto, tras la muerte de su padre, su madre se casó de nuevo
y se trasladaron a Dresde, donde comenzó sus estudios musicales. En 1830
ingresó en la Universidad de Leipzig, donde continuó su formación: aprendió
griego para leer a los clásicos, se dedicó con ahínco a estudiar inglés para
poder leer a Shakespeare en su propio idioma, y tradujo Romeo y Julieta en verso alemán. También se interesó por la poesía
y la mitología alemana. Durante cinco años actuó como maestro de coros y se
dedicó a estudiar las obras de otros compositores alemanes, franceses e
italianos. Los primeros frutos de sus estudios fueron unos cuantos ejercicios:
una sonata, una polonesa y una fantasía.
Entre los años 1834-1836 trabajó en sus
primeros proyectos operísticos:
Las
Hadas y
La prohibición de amar. En 1837 se
trasladó a Riga para desempeñar el cargo de maestro de coro y director de
orquesta. Al vencer su contrato dos años después, marchó a París con la
esperanza de poder estrenar allí su ópera Rienzi.
Aunque el proyecto fracasó, Wagner entabló interesantes contactos, uno de ellos
fue Héctor Berlioz, con quien le unió una fuerte amistad. En 1841 compuso la
ópera El holandés errante, también
llamada El buque fantasma, inspirada
en cuentos de marineros que había oído, dos años antes, en el tormentoso viaje
que realizó por mar desde Riga a Londres, en su camino hacia París.
Su siguiente etapa fue Dresde, donde por fin estrenó su ópera Rienzi. Después de su brillante éxito fue nombrado maestro de coro vitalicio de la Ópera de la corte, donde tuvo lugar la primera representación de su primera obra teatral realmente wagneriana: El buque fantasma. Una obra poética y musicalmente nueva, ajustada a ideales artísticos totalmente inusitados para su época. Carecía de la magnificencia y esplendor de Rienzi, y el público la rechazó. Este fracaso no le hizo retroceder un paso, continuó su trabajo en obras cada vez más revolucionarias y novedosas como: Tannhäuser y Lohengrin.
Su siguiente etapa fue Dresde, donde por fin estrenó su ópera Rienzi. Después de su brillante éxito fue nombrado maestro de coro vitalicio de la Ópera de la corte, donde tuvo lugar la primera representación de su primera obra teatral realmente wagneriana: El buque fantasma. Una obra poética y musicalmente nueva, ajustada a ideales artísticos totalmente inusitados para su época. Carecía de la magnificencia y esplendor de Rienzi, y el público la rechazó. Este fracaso no le hizo retroceder un paso, continuó su trabajo en obras cada vez más revolucionarias y novedosas como: Tannhäuser y Lohengrin.
Debido a su
participación en el fallido movimiento nacionalista alemán, tuvo que exiliarse
a Zúrich, donde le ofrecieron el puesto de maestro de coros que el compositor
rechazó para entrar en un periodo de introspección que le llevó a escribir
ensayos teórico-filosóficos tales como “Dans Kunstwerk der Zukunft” (La obra de arte del futuro), Arte y
Revolución, El judaísmo en la música, - de traza antisemita -, y “Oper und Drama” (Ópera y Drama), donde
explica sus ideas sobre la ópera. Wagner concebía el género como una obra de
arte total en la que la música, la poesía y las artes visuales trabajan de
forma conjunta.
En los primeros
años de su destierro en Zurich, esas ideas se concretaron en su ciclo del Anillo del Nibelungo y en Tristán e Iseo, más conocida como Isolda. En 1853 terminó el libreto
del Anillo
del Nibelungo y comenzó la
partitura. Primero compuso El oro del
Rin, luego La Walkyria y, por
último, la mitad de Sigfrido, pues la
interrumpió bruscamente para componer Tristan
e Isolda.
En Zurich conoció
a Mathilde, joven y bella esposa de un rico hombre de negocios, Otto
Wesendonck, que ayudó y protegió a Wagner, tanto que acabó haciéndole una casa
en el jardín de su residencia. Wagner aceptó este acto de generosidad como
homenaje a su genio y se instaló en ella sin dar muestra alguna de
agradecimiento. Allí vivió algún tiempo, circunstancia que propició la relación
y el idilio con la señora Wesendonck. Mathilde, criatura delicada y sensitiva
con gran afición por las artes, impresionó tanto al compositor que llegó a
decir:
<<Mathilde
hizo de aquellos años los más ricos y floridos de mi vida>>.
En ella, Wagner,
veía la personificación de sus sueños, así se lo decía en una de sus cartas:
<<Muchas veces me ocurre que mis
sueños artísticos se convierten en realidad. Tal es la explicación que hay
entre ti y Tristán e Iseo. Te doy una y otra vez las gracias desde lo más
profundo de mi alma, por haber hecho posible que compusiera Tristán>>.
En Tristán
e Isolda, el más personal y romántico de todos sus dramas: una trágica
historia sobre el poder redentor del amor, donde expresa la idea del sacrificio
amoroso que redime al hombre de la condenación. Una idea que más tarde llenaría
toda su poesía y su música, caracterizada por una armonía experimental y una
exuberante orquestación, elementos que se convertirían en el sello de identidad de Wagner. El mismo
tema aparece en Tannhäuser y en Lohengrin, representado en 1866 y 1867
respectivamente. En el año 1868 presentó Los maestros cantores de Núremberg, que
se interpretó en el congreso del partido nacionalsocialista de Núremberg.
Con el fin de representar el ciclo recién terminado de El anillo del Nibelungo, Wagner
construyó, en la pequeña ciudad de Bayreuth, el teatro Festspielhaus,
financiado por Luis II de Baviera. Se inauguró en 1876 con la representación
completa de la tetralogía del Anillo, y desde entonces ha sido la sede del
Festival de Teatro de Bayreuth. Wagner compuso Parsifal, su última ópera, en 1882, y murió al año siguiente en
Venecia.
Pocos
compositores han suscitado tantas y tan encendidas polémicas, pero que mejor
que quedarnos con la opinión de Einstein:
<<…no
debe ser considerado ni juzgado sólo como músico. Este poeta y compositor de
una pieza fue, en un grado mucho mayor que Beethoven, un profeta, un artista
con una misión; llevaba el drama en la sangre y lo convirtió en drama musical
porque la música era para él, el arte supremamente redentor>>.
Academia de BB.AA. Santa Cecilia
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