EL MUNDO DE LA MÚSICA. Cap. XV. La música española siglos XIX y XX (3)
Francisco Tárrega (1852-1909)
Guitarrista y compositor español, nacido en Villareal (Castellón de la Plana). De origen modestísimo, comenzó a tocar la guitarra sin conocimientos teóricos musicales ni del instrumento. Su habilidad y destreza hicieron que se fijaran en él y le dieran protección, primero el conde de Parsent, y luego un rico comerciante, quienes le proporcionaron los medios para estudiar armonía y piano en el conservatorio de Madrid. Después de obtener el primer premio de guitarra y del éxito que obtuvo en un concierto en el teatro Alhambra de Madrid, se decantó por este instrumento.
En
marzo de 1881 se trasladó de nuevo a Valencia y de allí a Lyon, donde obtuvo un
gran éxito en el concierto que ofreció en el teatro de la Ópera. Allí trabó
amistad con Coquelin y en su compañía marchó a Paris, donde le presentaron a Gambetta y vivió la vida de artista con Madrazo, Fortuny, Palmaroli y
Casado. Tomó parte en la fiesta de celebración del centenario de Calderón
organizada por el Comité Internacional que presidía Víctor Hugo, siendo él la
estrella y merecedor del agradecimiento del presidente, que éste le transmitió
por escrito en una amable y honrosísima carta.
Después
de tan notable reconocimiento le invitaron a tocar en sus palacios la reina
Isabel, la princesa Matilde y Rothschild. He aquí lo que de Tárrega decía el
redactor de uno de los diarios más leídos de Paris:
<<Hasta ahora creía que sólo
Sarasate, con su violín, podía producir esas harmonías que, transportando el
alma a otras esferas, le hacen sentir misteriosas impresiones. Hasta ahora
imaginé que nadie como Rubinstein tenía esa facilidad en la ejecución, esa maestría
en el arte que le hace dominar al piano hasta hacerlo hablar. Al escuchar a la
célebre Esmeralda Cervantes, creí que nadie como ella sabía dar una expresión
tal a cualquier instrumento como al arpa que tocaba. Todo esto había creído
hasta ayer, cuando con un instrumento mucho más difícil, oí anoche las armonías
más dulces, las voces más celestiales que instrumento alguno pueda producir.
Tárrega, con su guitarra, hace olvidar a Sarasate, borra del recuerdo a
Rubinstein, y disipa las armonías del arpa de Esmeralda>>.
La
guitarra en manos de Tárrega demostró ser uno de los instrumentos más bellos,
delicados, ricos de timbre y posibilidades estéticas; con su genialidad
revalorizó todos sus matices y la colocó en el rango que le corresponde.
Como
compositor, sus obras son verdaderas joyas de la moderna literatura de la
guitarra: Preludios, Scherzo, Cantiga,
Estudios de concierto, La danza mora, Capricho árabe, Recuerdos a la Alhambra,
Fantasía sobre motivos españoles, Sueño napolitano (trémolos) y variaciones sobre El Carnaval de Venecia, así como numerosas transcripciones para guitarra
de obras clásicas.
Isaac Albeniz (1860-1909)
Compositor y pianista español nacido en Camprodón (Gerona), está considerado una de las máximas figuras de la música española. Creador del nacionalismo español e impulsor de una escuela de piano española.
Desde
el niño prodigio que en 1864, con apenas cuatro años, se presentó en el teatro
Romea de Barcelona tocando una fantasía sobre Vísperas sicilianas de Verdi, hasta el consumado maestro que, en
1908, rubrica y dedica a su buen amigo Gabriel Fauré las otoñales y postreras Four songs, se desarrolla una de las
evoluciones artísticas y humanas más asombrosas en la historia de la música. Su
trayectoria es una constante búsqueda de saber y conocimiento.
En 1867,
acompañado por su madre, fue a París, donde sorprende a Marmontel, profesor de
piano del Conservatorio, pero no le permiten el acceso debido a su corta edad.
En 1869 la familia se traslada a Madrid y, ahora sí, fue admitido en el Real
Conservatorio, pero pronto, al año siguiente, se escapa para recorrer diversas
ciudades castellanas, donde se dedica a dar conciertos. Dos años más tarde
regresó a su hogar, pero en 1872 vuelve a escaparse, esta vez hacia el sur. Da
conciertos por Andalucía hasta que se embarca, en Cádiz, en uno de los barcos
que hacían la travesía a Puerto Rico y Cuba. Continuó su viaje hacia Buenos
Aires, Montevideo y, finalmente, San Francisco en los Estados Unidos, donde se
dedicó a tocar el piano en cafés y salas de concierto. Con los ahorros que
consiguió reunir volvió a Europa con el propósito de estudiar música en serio.
En Leipzig
estudió con teóricos como Salomoh,
Jadassohn y Karl Reinecke, amigo de Mendelssohn y Schuman, y
posteriormente en Bruselas junto al gran profesor François Gevaert. En 1877
volvió a Madrid, donde obtuvo una beca del conde Morphy para estudiar en
Bruselas con Gevaert y Brassin. De nuevo sus estudios fueron interrumpidos por
giras a Cuba y EE. UU., pese a ello, obtuvo el primer premio del Conservatorio.
De vuelta a España, fue recibido en audiencia por el rey Alfonso XII, a quien
agradó tanto la extraordinaria disposición y el talento del muchacho, que le
concedió una pensión anual para que prosiguiera sus estudios. Viajó por Europa
siguiendo a Listz, con quien se encontró en Weimar, perfeccionando con él su
técnica. Tanto impresionó al maestro que entabló con el joven genio una amistad
que duró hasta su muerte en 1886.
En 1883 se
establece en Barcelona, donde estudió con Felipe Pedrell, quien no sólo logró
hacerle abandonar su carrera de concertista, sino que influyó sobre él para que
se dedicara a la composición y se basara en la música popular española. De él
llegó a decir: << temperamentos
como el suyo no son enseñables>>
Entre
1890 y 1893 vivió en Londres, donde firmó un contrato con el banquero Francis
Burdett Money-Couts – lord Latimer – quien fue su mecenas, su amigo y el autor
de los textos de casi todas sus óperas y canciones. La primera ópera de la
serie fue Henry Clifford, seguida por
Pepita Jiménez, - adaptación de la
novela homónima de Juan Valera -, y la trilogía King Arthur: Merlin, Lancelot y
Ginebra, de la cual sólo la 1ª parte: Merlin, fue completada y puesta en escena.
Cansado de esta música escasa en imaginación y
de pobre técnica, viajó a Paris, donde conoció a Vincent d’Indy y pudo apreciar la obra de Debussy. Si esto
contribuyó a su triunfo en la composición pianística de inspiración
impresionista, sin embargo le impidió tratar con éxito las grandes formas musicales
y la técnica instrumental, dos aspectos en los que siempre se mostró vacilante.
Aún cuando escribió varias producciones para teatro, sólo una de ellas, Pepita Jiménez, se ha mantenido en el
repertorio hasta nuestros días con notable éxito.
Albéniz, en 1980,
publica y estrena la colección España.
Piezas maestras breves, frescas y directas, cinceladas a vuela pluma, pero con
la sabiduría pianística y la convicción de un sentimiento estético nacionalista
cada día más asentado y profundo. Colección en la que Albéniz, en su último
periodo creativo, se adentra de manera indefectible en la senda de un
nacionalismo de nuevo cuño que, en asombrosa conjunción con otros estilos,
culminará con la prodigiosa suite Iberia y se proyectará de manera determinante en la gran música
española del siglo XX: de Granados y Falla hasta Joaquín Rodrigo y Cristóbal
Halfter.
Descubre su música:
Castilla y Cuba.
Puerta de Tierra (bolero)
Corpus Christi en Sevilla, Triana,
Eritaña, El Albaicín,
El polo, Lavapiés.
§ Azulejos y Navarra (Obras póstumas acabadas por Enrique Granados)
Academia de Bellas Artes Santa Cecilia
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