ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (85)
Fosco
otoño
Esto
me entristece, y con esta mezcla de sensaciones, me asomo al panorama nacional
en horas bajas. Recortes. Rescates. Ochenta mil parados más. Cinturones a los
que ya no quedan agujeros para apretar. Promesas de estar en la buena
dirección. Solicitud de paciencia para los que padecen hambre, como si el
hambre entendiese de consejos. Agitación en las calles y huelgas en el
horizonte. Quimeras para atraer desconfiados capitales nuevos o agazapados en
paraísos fiscales tras propuestas de eventuales amnistías. Vertiginosos dientes
de sierra de los valores bursátiles y primas de riesgo. Incertidumbres para los
inversionistas. Suplicio para el tejido empresarial que confía en bancos que no
prestan.
Ante
este proceloso panorama veo a una clase política, que por mantenerse en el poder, manipula la
opinión pública y genera egoísmos e insolidaridades con ofertas de futuros
independentismos. Políticos
que sin salir de su enroque se sienten dolidos y culpan a jueces por alimentar
la desafección ciudadana. Sobre la ruda piel de toro, las
pulgas se han hecho dueñas, a la vista de su flaqueza.
Me
abruma este horizonte otoñal físico y político. El cuerpo me sugiere comenzar a
tejer con hilos de fatalismo, una protección que me aísle del exterior, y
esperar que una metamorfosis dulce me conduzca hasta la próxima primavera.
Cierro los ojos. Me reclino en mi sillón y sintonizo al gran Pau Casal; me
deleito con su Cant dels ocells, que
en lugar de entristecerme, me produce paz y relajación. Continúo tejiendo y me reconforto
al compás de su maravilloso violoncelo. Sueño con atravesar el Rubicón aunque
vayamos uncidos a los yugos impuestos por Bruselas. Antes de cerrar mi
habitáculo, vuelvo de la ensoñación y destruyo esa falsa coraza que me aleja de
la realidad. Creo que pese a la desazón colectiva, es hora de cambiar de actitud, y esta, pasa
por exigir unidad de criterios a los gobernantes, porque lo importante no es donde nos
encontramos sino la dirección en la que
nos movemos. Marcar las líneas rojas que no es lícito sobrepasar y, de esta
forma, poder ver esa ansiada luz al final del túnel que será la que contagie la
actitud positiva.
Esta reflexión me asaltaba esta mañana,
mientras absorto ante un tazón de café con leche humeante, fijaba la mirada en
el vapor que ascendía, y en ese momento, una mosca comenzó a circular en
derredor; es probable que fuese la postrer del verano que no ha perecido con la
llegada del equinoccio otoñal. De forma inconsciente, asocié este díptero con
algo sucio de pertinaz e insoportable insolencia.
Alberto
Boutellier Caparrós
Magnífico artículo. Gracias.
ResponderEliminarEra optimista, pero las cosas que estamos viendo me están convirtiendo en muy pesimista,no se ve luz al final del túnel. Muy buen artículo, enhorabuena al escritor y a la Academia por su labor por la cultura.
ResponderEliminar¡BIEN ALBERTO !
ResponderEliminarMe uno con entusiasmo, Gonzalo, a este homenaje que le dedicas a nuestro inolvidable y querido amigo Alberto, porque aunque él ya no puede hacerlo físicamente, sin embargo sigue acompañándonos en nuestras tertulias
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