No por esperada deja de ser dura. La noticia de la muerte de Luis Ortega duele. Estaba muy enfermo, pero la última vez que le vi en su casa se levantó del sillón para saludarme a pesar de las protestas de los que estábamos alrededor. Luis era un señor de los pies a la cabeza. Un hombre educado, discreto, amable, servicial y encantador. Lo fue todo en la Academia: alumno, profesor, miembro de la Junta Directiva y Socio de Honor. Era la esencia misma de la Academia. Hace unos años me pidió que le presentara una exposición, su última exposición, según decía entonces, y efectivamente lo fue. Fui a su estudio a charlar un rato con él. Entre cuadros y anécdotas se nos pasó la tarde. Tenía una memoria privilegiada, era una enciclopedia viviente sobre El Puerto. Conoció a todo el mundo, recordaba a todo el mundo, había pintado para toda nuestra ciudad. Pero era un hombre sencillo, que hablaba de su pintura sin vanidad, conociendo sus virtudes y sus defectos. A eso le llamo ...