EL MUNDO DE LA MÚSICA: Capítulo IX, y (3). Compositores del Clasicismo. Ludwig van Beethoven

Ludwig van Beethoven (1770-1827)
           
Beethoven nació en Bonn - centro progresista de provincias -, hijo de un músico de la corte y de la hija de un oficial de palacio. Su destino lo llevaría a convertirse en uno de los primeros compositores, no operísticos, independientes del mecenazgo de la nobleza. A sus trece años, su maestro Gottlob Neefe, quién no sólo fue su maestro, sino también un amigo fraternal, sugirió que tal vez podría convertirse en el segundo Mozart. Se supone que Beethoven se había reunido con Mozart en Viena tres años antes con la intención de ser su alumno, pero su plan se vio frustrado por la muerte de su madre. Cuando regresó a Viena, en 1792, Mozart ya había fallecido, y su patrón, el conde de Waldstein, le escribió en su despedida: <<Recibirás el espíritu de Mozart de las manos de Haydn>>
            Beethoven escribió sus primeras composiciones bajo la guía de su maestro Neefe, quién reclamó la atención pública para su alumno en una carta, fechada el 30 de marzo de 1783, dirigida al Magazin der Musik de Kramer, donde decía:
<<Este joven genio merece que se le ayude para viajar. Si continúa como ha empezado, llegará indudablemente a ser un segundo Mozart>>
            En una de las primeras cartas desde Viena, a su maestro, así le expresaba Beethoven su agradecimiento: <<Si alguna vez llego a ser un gran músico, se lo deberé en gran parte a usted, sin duda alguna>>
            En 1784, Beethoven consiguió su primer puesto independiente como organista y viola de la corte, y dos años más tarde, el elector lo envió a Viena para proseguir sus estudios. Allí tuvo ocasión de improvisar para Mozart sobre un tema dado, terminando la improvisación con una fuga perfecta. Mozart impresionado dijo: <<Apunten su nombre, pues un día será famoso>>.
            En 1792, regresó a Viena donde continuó sus estudios de composición, primero con Haydn, y luego con el eminente teórico Albrechtsberger, pero no fue buen alumno para ninguno de los dos, pues no acataba la rigidez de las normas. Decía: <<Deseo aprender las reglas para encontrar el camino de infringirlas>>.
Su relación con Haydn refleja las diferencias entre el viejo mundo musical y el nuevo que él mismo iba a inaugurar. Se negaba a que lo identificaran como <<alumno de Haydn>>.
            Beethoven es el último de los grandes clásicos vieneses y sus obras representan el cierre definitivo de la época clásica, no obstante, es también el iniciador de una nueva era. Pertenecía a la nueva generación que sostenía los ideales de la Revolución francesa y creía fervientemente en los derechos humanos. Su manera de ser y de pensar pertenecían a la nueva época, por eso sus opiniones en música eran diferentes a las de sus predecesores.
Beethoven representa el nexo de unión entre los periodos clásico y romántico, pues expandió las fronteras del primero con la seguridad en sí mismo y la individualidad característica del romanticismo. La música de Beethoven encierra los sueños, fracasos y turbulencias de la era revolucionaria, exponiendo el elemento humano en la música de una época marcada por la exaltación de los derechos individuales. 
            Robert Haven Schauffler lo llama  <<el hombre que liberó a la música>> y así lo describe:
<<Con su magnetismo personal, su fuerza de voluntad y la intensidad de su genio, Beethoven liberó a la música de las convenciones de las cortes del siglo XVIII, del ignominioso papel de criada del mundo elegante y la abrió al poder y la maravilla de lo sublime; la llevó desde el salón cortesano a la sala de concierto, desde el castillo al hogar popular, haciendo una auténtica revolución democrática en el mundo de la estética; la convirtió en algo universal, en la materialización del más alto rango de la mente y del espíritu humano, sin excluir ninguna de sus cimas ni de sus simas…>>
            Sus primeras composiciones eran netamente clásicas, pero su corazón ya era romántico. Muchas de sus obras proceden directamente del periodo del <<del Sturm und Drang y del Werther>>. Al desear expresar nuevas ideas en sus composiciones, algo ajenas y distintas al estricto mundo de la música, Beethoven se encontró en conflicto con el clasicismo. Así como Mozart había considerado a las antiguas reglas como una cómoda vestidura que le permitía plena libertad de movimientos, para Beethoven eran una especie de armadura que encorsetaba y restringía la fuerza romántica que había en él. Dicho con sus propias palabras:
<< Las ideas nuevas y originales llegan por su propio impulso y nunca son producto de un pensamiento consciente. Por lo general no me doy cuenta de que mis ideas son nuevas hasta que me lo hacen ver los demás. La música está en constante desarrollo, expresa una actitud ante la vida que abre caminos para avances ilimitados>>.
            Estos avances se aprecian en sus grandes obras instrumentales. Una de las características desviaciones de las normas clásicas fue el abandono del minueto – movimiento en ritmo de danza para introducir en su lugar el scherzo, mucho más libre. La forma estricta de la sonata clásica no sirve, por exigir repetición, para   una música puramente romántica, dramática y expresiva. Entre las muchas reglas que trató de evitar fue la de simetría y la repetición en los movimientos de sus sonatas; a veces las componía de dos, de cinco, seis o siete movimientos, cambiando incluso de tiempo dentro de cada movimiento.
Beethoven compartía el deseo de sencillez y claridad de los clásicos, pero amaba los desarrollos anchos y profundos. Por ello puede decirse que dotó a la música de armonía, atmósfera y concentrado interés sobre la energía y la acción dinámica.
La Década Heroica:
            La música de ese periodo (1801- 1814), no se ciñe exactamente a una década, pero sí la que significó el engrandecimiento de su obra, que marcaría para siempre la historia de la música.  El sello heroico de gran parte de esta música se entiende, en primer lugar, como expresión del espíritu de Napoleón, a quien Beethoven dedicó su sinfonía nº3 <<Heroica>>, pero el calificativo heroico también representa su lucha interna contra la angustia debida a su sordera. Este periodo comprende las sinfonías 2ª a 8ª, los conciertos para piano 4º y 5º y las sonatas para piano <<Appassionata>> y <<Waldstein>>; los tres cuartetos de cuerda <<Razumovsky>>, la ópera << Fidelio>> - antes llamada Leonora -,  el oratorio <<Cristo en el monte de los olivos>> y la Misa en Do Mayor. Entre las  Sonatas para piano destacan la nº14 <<Clarode Luna>>, la Sonata para piano nº17 <<Tempestad>>. La Sinfonía nº2  manifiesta innovación, profundidad de la expresión y poder, aunque también una suave  alegría y sutileza que encubren su angustia personal.

           En 1812, Beethoven experimentó una traumática pasión por una mujer que sólo se conoce como <<T>> o <<A>> a quien escribió una carta que, según parece, nunca envió y, a su muerte, se encontró en su escritorio un cajón secreto donde guardaba tres cartas escritas a lápiz y dirigidas <<A la Amada Inmortal>>.El musicólogo Maynard Solomon argumenta de forma persuasiva que se trataba de Antonie Brentano que ya estaba casada cuando la conoció. Más tarde, Beethoven, dedicaría a la hija de Antonie la Sonata para piano en Mi mayor, Op.109Sonata para piano en Mi mayor, Op.109, que finaliza con un conjunto de variaciones que exponen una transformación.
La última década:
            El diario de Beethoven de este periodo revela un cambio en su sentido de la espiritualidad, una resignación frente al destino con influencias cristianas, masónicas y orientales. A partir de 1818, su creatividad rebrotó, terminó de componer la monumental Sonata para piano nº29 Op.106 <<Hammerklavier>> y realizó los primeros apuntes de su novena sinfonía. Esto marcó el comienzo de su prodigioso periodo final en el que compuso tres sonatas para piano (Op.109-110- 111), la <<Missa Slemnis>>, las <<Variaciones Diabelli>> para piano, los últimos cinco cuartetos de cuerda y varias piezas breves para piano, incluidas en ellas las etéreas <<Bagatelas>> Op.126.
El último movimiento de su último cuarteto lleva esta reflexiva inscripción: Muf es sein? – Es muf sein! (¿Tiene que ser? ¡Tiene que ser!) Expresando en ella una dualidad extrema en la que se combinan la angustia metafísica y el humor más ligero.





Sinfonía nº9 Op.125 (1824)
            Se cree que Beethoven, cuando estaba en la veintena, intentó musicalizar <<Oda a la Alegría>>, el famoso poema de Schiller, aunque sólo sobreviven algunos apuntes. En 1818 retomó el proyecto y tardó seis años en completarlo. Después de unas variaciones sobre dos temas en el movimiento lento, el movimiento coral constituye en realidad una cantata de cuatro movimientos. Beethoven dudó sobre la forma de introducir las voces en la sinfonía, llegando a componer dos finales, pero acabó por incluir algunas citas.
En la crónica del estreno, en 1824, se entremezclan el respeto y el entusiasmo con el desconcierto ante una obra que puso a prueba la habilidad de los intérpretes. La apertura de la sinfonía recurre a una idea original que luego ha sido muy imitada: una vibración grave y eterna se ensancha de forma alarmante en cuanto se toma conciencia de ella. Los golpes de los timbales del segundo movimiento, el scherzo, arrancaron aplausos espontáneos en su estreno y, bien al final del movimiento o al final de la obra -los relatos difieren-, la contralto Carolina Unger hizo una señal a Beethoven para que se volviera y viera el aplauso que no oía.
Antonio Muñoz Molina se pregunta:
<< ¿Podemos escuchar la Novena de Beethoven como la primera vez, con la fuerza y la rareza con que debió sonar para sus oyentes, en Viena, aquel 7 de mayo de 1824?

La escena es familiar y desgarradora: Beethoven viejo, completamente sordo, despeinado, incapaz de marcar correctamente el compás, moviendo furiosamente los brazos delante de la orquesta mientras el público, a su espalda, ya había comenzado los aplausos que él no podía oír. Oyendo en su cabeza una música que tal vez no se parecía a la que atronaba en la sala con una vehemencia nunca oída hasta entonces, con una amplitud sonora que se consideraba más propia de las ceremonias religiosas que de los acontecimientos de fraternidad civil>>.

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