Los dos Borges
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Creo que volveré a la tierra dentro de cinco mil años. He oído la respuesta de los oráculos, he honrado a los dioses y he saludado al sol; he tallado un fetiche en la primera roca del mundo y en el tronco más antiguo de los bosques; he hecho conjuros con varitas en el círculo de Obis,[…] Walt Whitman, “Canto a mí mismo” No sabía si el ruido rítmico procedía de la mecedora de Borges o de las tablas del suelo del porche. El sol iba perdiendo altura y la tarde se hacía más soportable. Ambos mirábamos al Oeste, y en el cielo se iban trenzando algunos colores anaranjados. Seguía atento a aquel único sonido, un cric-crac que quizás salía de las tablas, resecas de años, del piso de la cabaña. La mecedora continuaba el lento y crujiente balanceo, creo que la movía con imperceptibles impulsos dados con el bastón. Yo estaba sentado, a un metro de don Jorge Luis, en un incómodo taburete de madera. Pensé que debía de haber traído la dormilona de mi barracón.