LA MUSICALIDAD DE LA PINTURA (Capítulo 8º de 11)
La
Anunciación pintada por Doménikos Theotokópoulos, en España
Dominico Greco o “El Greco” (Candía,
Creta 1540-1, Toledo, 1614), es una de las grandes obras maestras del pintor.
Las figuras principales del tema iconográfico están situadas en un primer
plano, iluminadas desde la parte central del lienzo por la representación del
Espíritu Santo. En la zona celestial aparece un gran coro de ángeles que, como
en otras muchas de sus obras, tañen instrumentos musicales: viola da gamba o
violón, arpa gótica, espineta de mesa, flauta dulce, un laúd, y también sostienen
un libro de música. Este lienzo de más
de tres metros de alto, realizado en torno a 1600, es uno de los seis que hizo
El Greco para el retablo de doña María de Aragón en Madrid, dedicado al asunto
de la Encarnación.
Es una composición ascendente de líneas ondulantes. Todo conduce a la parte superior desde donde las interpretaciones del coro angélico envuelven musicalmente la escena mariana, según era frecuente en las escuelas medievales.
Es una composición ascendente de líneas ondulantes. Todo conduce a la parte superior desde donde las interpretaciones del coro angélico envuelven musicalmente la escena mariana, según era frecuente en las escuelas medievales.
La escala
cromática, luminosa y vibrante de cada uno de los tonos, se ve enriquecida por
la infinidad de matices en superficie, a modo de semitonos o tonos medios, que
aclaran y oscurecen el color creando las luces y las sombras y modelando las
figuras, como sucede con los toques de amarillo sobre los verdes o de los naranjas
y azules sobre los rojos carmín. La obra, compuesta en modo mayor, está llena
de acentuaciones lumínicas, señaladas mediante toques de albayalde, que hacen
que nuestra mirada vaya ascendiendo desde los paños blancos del primer término,
pasando por la zarza y las zonas con mayor realce de luz de la Virgen María y del
Arcángel San Gabriel, se detenga brevemente mediante una pausa, a modo de
calderón, en el Espíritu Santo, para después ir abriéndose a través de las
escalas musicales que forman el óvalo irregular en el que se integran
melódicamente los ángeles.
En la zona
intermedia, las cabezas encadenadas de los angelitos están agrupadas de forma
caprichosa, como si fuesen secuencias de notas en acordes, más o menos
complejos, que dan colorido al parafraseado musical en los interludios. En este
modo de componer, los pies del ángel forman un amplio intervalo, la mano
izquierda de la Virgen
se representa en fuga hacia el fondo y, en la parte superior, el pie izquierdo
del ángel sobre la nube tiene un movimiento asincopado.
Los pasos de
unos tonos a otros y la combinación de todos los elementos están muy bien
combinados, para conseguir la proporción armónica y lógica de la escena. La
melodía, en un lento adagio inicial, va increcendo de manera moderada y tranquila.
La verticalidad de la pintura colabora con el desarrollo de esta auténtica polifonía concordante y al
unísono, acorde con la música
interpretada por los ángeles en la zona superior que nos transportan al
mundo de lo divino, lo mismo que el coro “For unto us a children is born” de
Georg Friedrich Haendel.
No
es casualidad para nosotros, que El Greco, que fue un verdadero revolucionario
en la auto-valoración de su trabajo, exigiendo las retribuciones que el
consideraba dignas y justas para sus obras de arte (son famosos sus pleitos
para cobrar más dinero por El Expolio), sintiera por la música un
especial apego y respeto, ennobleciendo su vida con detalles como el de hacerse
tocar música, por ejemplo, mientras comía.
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