DE NUESTROS COLABORADORES
BELÉN O ÁRBOL
No
es que rechace por sistema los esnobismos (exagerada admiración por todo lo que
está de moda) pero sí me exaspera, en cierto modo, comprobar lo dados que
somos, en este país, a deslumbrarnos con lo foráneo.
He indagado en la
historia las raíces de la representación plástica del nacimiento de Jesucristo.
Al parecer, fue San Francisco de Asís, quien celebró la misa en una cueva
próxima a la ermita de Greccio (Italia), en la que simbolizó la escena
del nacimiento, pero utilizando solamente un pesebre vacío, un asno y una vaca.
A partir del
siglo XIV los franciscanos, siguiendo sus reglas de humildad y pobreza,
utilizaron esta fórmula como representación conmemorativa del nacimiento del
Mesías. A partir de entonces y, a excepción del Benelux y los países nórdicos,
toda Europa adoptó el belén para tener presente en Navidad la trascendente
efeméride.
España y en
particular, la provincia de Cádiz, se destaca por conmemorar esta fecha,
poniendo en la construcción casera de su belén, una gran ilusión en la
que participa toda la familia.
El ingenio y los propios recursos, daban lugar a una
obra, que se veneraba en la misma proporción la liturgia y la satisfacción del
esfuerzo realizado. Buscar musgo, espejos para simular el agua, corchos para
construir el portal…y la tradicional compra de pequeñas piezas con las que cada
año se hacía el belén más grande. Cuánto de ilusión vivida, cuánta
participación familiar, cuántos villancicos, cuánta sencilla alegría…
Nos hicimos ricos
y quisimos parecernos a americanos y nórdicos, y muchos, hicieron coexistir
belén, árbol y Papa Noel. Ahí comenzó el desastre, porque los esnobismos
vinieron de la mano del consumismo y se convirtieron en fiestas de derroches y
oropel.
Llegaron las
vacas flacas y han vuelto a florecer los belenes; son los mismos del año
pasado, y del anterior… y del anterior… y alguno, es el mismo de los padres.
Se compran menos
árboles de usar y tirar. Menos “papásnoeles” escalando
ridículamente por los balcones. Los belenes vuelven a recordar la humildad del
hijo de Dios naciendo de la forma más pobre posible.
No
es extraño que la crisis que nos asola, aumente la solidaridad entre las
personas de buena voluntad y cambien la compra de un árbol de Navidad, por la
entrega de dos o tres kilos de alimentos para quien carece de todo.
A veces las
crisis nos traen sus cosas buenas.
Alberto
Boutellier Caparrós
De la Academia de
Bellas Artes.
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