CINE (V.O.S.)


A los aficionados al cine, a los cinéfilos, a los que nos gusta el cine mas que a un tonto un lápiz, nos gusta ver las películas en versión original, es decir, tal como se hicieron. Admitimos, eso sí, que nos las subtitulen, es decir, que en la parte baja de la pantalla aparezcan escritas las frases que pronuncian los personajes por aquello de que a los españoles nunca se nos han dado demasiado bien los idiomas, cosa que a Dios gracias, está empezando a cambiar y hoy casi todos los niños y adolescentes hablan Inglés, pero los que pertenecemos a generaciones mas antiguas nos resulta muy difícil entender toda una película hablada en un idioma distinto al nuestro. Distinto es chapurrearlo para entendernos con un oriundo de otro país, pero entender una película, entenderla de verdad, nos resulta prácticamente imposible a la mayoría aunque por supuesto hay quien puede hacerlo perfectamente por su educación o por su origen.   El caso es que hace ya muchos años, ante el problema que el idioma representaba, los distribuidores pensaron en la solución del doblaje y lo hicieron con tanto ahínco, con tanto interés que consiguieron que los espectadores llegaran a creerse que las voces que oían eran verdaderamente las de los actores y actrices que veían en la pantalla e incluso algunos de estos actores o actrices llegaron a felicitar a estos otros actores y actrices que les doblaban asombrados de la perfección que habían conseguido y de la calidad y belleza de esas voces, pero era un engaño, un engaño mas de los muchos que se hacen en el cine.

Hubo un tiempo en que los estudios de doblaje asignaban a cada estrella de Hollywood un actor de doblaje y en todas las películas en las que aparecía tenía la misma voz de tal modo que el público podía identificarlo tanto por la imagen como por el sonido.  Todos los que vivimos esa época recordamos las inconfundibles voces de El Gordo y el Flaco.  Sin esas voces, para nosotros, no serían ellos.  Igualmente recordamos las voces, igual que su presencia física, de estrella como  Elizabeth Taylor o Deborah Kerr. Conocíamos su aspecto físico y conocíamos sus voces, pero no era verdad, sus voces nunca llegaban a nosotros.

Una película doblada es como una novela traducida.  Decía Cervantes que leer una novela traducida era como ver un tapiz por el revés, pero hay que reconocer que hubo una época en que el doblaje permitió a muchos espectadores poder comprender y entender muchas películas que de otra manera les hubieran resultado ininteligibles o simplemente no hubieran visto y de todas maneras tampoco hay que ser tan puristas ni rasgarse las vestiduras porque luego se entera uno de que las canciones que cantaba Audrey Hepburn en “My Fair Lady” no las cantaba ella o que algunas de las películas que rodó Sarita Montiel en Hollywood, la voz de la manchega no era la suya sino la de Angie Dickinson y no pasaba nada.
Pero una cosa es esto que les comento y otra lo que está ocurriendo actualmente que cuando uno oye hablar , por ejemplo, a un magnífico actor como Benedict Cumberbatch en una película como “The Imitation Game”, si cierra los ojos no sabe si está viendo la última interpretación de este gran actor o un capítulo de una serie televisiva cuyo protagonista tiene la misma voz. Eso no está bien.  Si para mantener la Industria hay que doblar, doblen, pero al menos háganlo con dignidad.
Jesús Almendros Fernández
Socio colaborador de la Academia
   

Comentarios

  1. Muy buen artículo sobre una cuestión de siempre.
    Se suele decir que los españoles estaríamos mejor dotados para aprender idiomas si el doblaje de las películas no existiese, y hubiesemos tenido que poner de nuestra parte para ver las películas en otra lengua.

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  2. Una visión muy acertada de lo que conlleva el doblaje.

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