ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (296)
DOS BANDERILLEROS DE POSTÍN
Estamos
en el mes de febrero, no es mes taurino aunque en época no muy lejana era mes
de festivales, muchos de los cuales tenían carácter benéfico, y en los que
matadores y novilleros se ponían a punto para iniciar la temporada. Estamos más
bien en época de carnavales, por lo que vamos a intentar utilizar el “tipo” de
banderillero, es decir el traje de banderillero, para hablar de dos personajes
muy vinculados a la tauromaquia.
Hubo
“ilustres” de la generación del 27, generación proclive a la fiesta nacional, que
hubiesen dado lo que no tenían por pisar el albero, aunque todo quedó en esa
especie de suspiro último de una de las letrillas de Benítez Carrasco, “quiso ser un gran torero,/ pudo ser un gran
torero/ más grande que los demás,/, pero …”. Ortega y Gasset declaró en una
ocasión “hubiera cambiado mi fama por la
gloria que sólo es dable a un matador de toros”; también Manuel Machado,
sin aspirar a tanto y conformándose con menos, declaró “antes que poeta, hubiera preferido ser un buen banderillero”; por
su parte, Federico García Lorca llegó a proclamar “creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”. Ellos
expresaron su deseo, pero …
Sin embargo, un portuense de nacimiento
y de nombre Rafael, obligado por las circunstancias, se vio obligado por
ciertas circunstancias a realizar el paseíllo en una ocasión a las órdenes de
su amigo Ignacio Sánchez Mejías; fue el 30 de junio de 1927 en la plaza de
Pontevedra. Rafael vistió un traje naranja y negro que Ignacio había utilizado durante
el luto por su cuñado. Posteriormente, Alberti escribiría: “con cierto encogimiento de ombligo, desfilé
por el ruedo entre sones de pasodobles y ecos de clarines. Después, cuando el
primer cornúpeto, tremendo y deslumbrado, se arrancó pasando entre las tablas y
mi pecho, comprendí la astronómica distancia que media entre un hombre sentado
ante un soneto y otro de pie y a cuerpo limpio bajo el sol, delante de ese mar,
ciego rayo sin límite, que es un toro recién salido del chiquero”.
Años más tarde, en 1958, el 25 de mayo se
anunció en la plaza francesa de Bayona una corrida con Luis Miguel, Antonio
Ordóñez y Guillermo Carvajal con toros de Carlos Núñez. La plaza lucía el
cartel de “NO HAY BILLETES” y a un gran aficionado, Carlos Alfonso Mitjans y
Fitz James-Stuart, Conde de Tebas, no se le ocurrió otra cosa con tal de asistir a
la misma que acudir al hotel donde se vestía Luís Miguel para solicitarle una
entrada. No quedaba ninguna y Luís Miguel le ofreció ver la corrida desde el
callejón si previamente hacía el paseíllo vistiendo un traje crema y plata que
había estrenado la temporada anterior en Madrid. Así se hizo y el Conde de
Tebas, elegante, un “gentelman”, uno de los mejores tiradores de perdices y
campeón del mundo de tiro a pichón, pisó el albero francés y pudo ver la
corrida desde el callejón.
Dos personajes, Rafael Alberti y el
Conde de Tebas, ambos vistieron el “tipo” de banderillero sin correr el toro a
una mano y sin clavar en lo alto un par de banderillas, dos banderilleros de
postín, pero…
Vicente Flores Luque
Académico de Santa Cecilia
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