EL MUNDO DE LA MÚSICA (Capítulo VIII) El Clasicismo.
El Clasicismo (1730 – 1820)
Aunque el periodo clásico se asocia con la segunda mitad del siglo XVIII, sus rasgos estilísticos empezaron a fraguarse en la década de 1730, - asolapándose con el Rococó francés - y el final del periodo podría situarse en la década de 1820, coincidiendo con la muerte de Beethoven y Schubert.
Durante
el siglo XVIII - época de la razón y de la Ilustración - se fomentó el
razonamiento a partir de la experiencia y la observación. El rápido avance de
los acontecimientos políticos, los cambios artísticos y el movimiento
intelectual de la Ilustración, propiciaron las grandes transformaciones del
tejido social.
Mientras que en
el Barroco, la mayoría de los músicos ocupaban cargos en la corte o en la Iglesia, o servían en las casas de la
aristocracia, al final del periodo clásico los músicos se hicieron independientes y se ganaban la
vida publicando, interpretando y enseñando música. Éstas eran la norma. Si en
el Barroco coexistían estilos nacionales, a principios del periodo clásico
hubo, en los centros musicales europeos, una clara predominancia de músicos
italianos que terminaron por establecer un lenguaje musical adaptado al gusto
de la época con frases líricas, cortas, repetitivas y simétricas; melodías
fáciles de recordar, texturas homofónicas y armonías sencillas. El gusto por la
simplicidad y la espontaneidad influyó en todas las formas musicales, sobre todo
en la ópera, donde los argumentos heroicos y pseudo-históricos, interpretados
por los “castrati”, dieron paso a
personajes comunes y contemporáneos que cantaban en lenguas vernáculas.
El mayor de los
dones y legado de este periodo fue la forma de la sonata-sinfonía clásica que, aun teniendo sus raíces en la época
barroca, adoptó una estructura clara y equilibrada que todavía se sigue
considerando como la más perfecta y poderosa forma de la música instrumental. En
la época clásica tuvo lugar la creación de la escuela de Mannheim, donde se
produjo la forma de la sinfonía moderna para
orquesta. Una de sus aportaciones fue el desarrollo de los efectos del “crescendo” y el “decrescendo”,
y donde se observó, por vez primera, que tanto el piano, como el pianoforte,
tienen un color y una forma musical propia.
Aunque la música
de Beethoven se erige como el sólido puente que une la época de la razón –siglo
XVIII- con la era romántica,
considerar su música como el paso de la Ilustración al Romanticismo sería
simplificar demasiado. Pese a las diferencias entre ellas, existe una clara
continuidad estilística entre las obras de los cuatro gigantes del periodo:
Haydn, Mozart, Beethoven y Schubert, que define el verdadero clasicismo. Todos
los géneros – sinfonía, sonata, cuarteto,
minueto, canción y ópera – de la producción de los cuatro compositores se
rigen por la forma sonata, basada en
una yuxtaposición de temas principales en una tonalidad de base con temas de
contraste en una tonalidad secundaria, seguida por el desarrollo técnico de los
mismos. Los primeros trabajos de este tipo alcanzaron su perfección con
maestros como Haydn, Mozart y Beethoven. Los dos primeros pertenecen tanto al
rococó como al clasicismo, mientras que Beethoven pertenece por completo al
clasicismo.
La estructura de
la sinfonía,
- sonar juntos -, evolucionó a partir
de unos primeros conjuntos de tamaño e instrumentación diversos, hasta llegar a
un formato común de tres o cuatro movimientos para una orquesta
cada vez con más instrumentos. Poco a
poco, la sinfonía se convirtió en el género estándar de los conciertos. Era habitual interpretar
varias sinfonías en el mismo concierto, intercalando arias, sonatas o
improvisaciones en actuaciones que podían alargarse varias horas. Con el
tiempo, la sinfonía llegaría a ser considerada la forma más alta de expresión
instrumental.
El primer
movimiento de la sinfonía era, por lo general, rápido y buscaba atraer la
atención del público. Había surgido de la obertura de la ópera. Tenía que ser
positivo y edificante para abrir el corazón y prepararlo para el sublime
segundo movimiento, lento y conmovedor. El tercer movimiento solía incluir un minueto, heredero de la elegancia y el
equilibrio de la danza. El movimiento final concluía la sinfonía de forma
enérgica, con un pulso potente, natural y vivaz.
Dentro de esta
forma, cada movimiento desarrolló una estructura reconocible. Por ejemplo: el
primer movimiento presenta un tema musical que se repite varias veces en la tonalidad base
para introducirlo o reforzarlo. A menudo, aparece un segundo tema de contraste,
en especial en la sinfonía del periodo clásico tardío. Mozart, acostumbraba a responder a un primer tema fuerte con un
segundo tema, suave y lírico, en otra tonalidad. Después de esta “puesta en escena”, la música continúa y
se inicia un viaje a través de nuevas ideas temáticas. La sinfonía se hace
dramática, se mueve en tonalidades distantes, experimenta picos de suspense y
finalmente retorna a la tónica para proporcionar la sensación de resolución.
La sonata
clásica, por lo común, tenía una estructura tripartita aunque, a medida
que aumentaban, tanto su tiempo como su complejidad, se compusieron sonatas en
cuatro movimientos, de cualquier forma está demostrado que es una de las
estructuras musicales más duraderas y adaptables de la música occidental que
sobrevive en la actualidad.
Academia de Santa Cecilia
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