LA ORQUESTA. I parte.
LA ORQUESTA. I PARTE
En el viejo teatro griego, la orquesta era el lugar de
la escena más próximo al público. Evolucionaba allí el coro, elemento
característico de aquella primitiva manifestación teatral. En el Renacimiento
-vuelta apasionada, hacia el arte clásico de Grecia y de Roma- se trató de
reconstruir la tragedia antigua -intento que había de terminar en la creación
de la ópera- y se llamó "orquesta" al lugar que, entre la escena y el
público, ocupaban los músicos instrumentistas. Finalmente, el nombre pasó a
designar a los propios ejecutantes. Desde el siglo XVI, aquella palabra
–‘orquesta’– era empleada para nombrar todo grupo numeroso de
instrumentistas. Hoy tiene un sentido más limitado: sirve para designar un conjunto
instrumental en el que figuren instrumentos de cuerda, de viento y de
percusión.
En las primeras orquestas, ningún orden ni principio
lógico presidía a la agrupación heterogénea de los varios instrumentos. En la
Edad Media, éstos apenas se clasificaban sino en dos grandes grupos: altos
(ruidosos) y bajos (dulces). A los primitivos instrumentos de origen
grecorromano o bárbaro -el caramillo, la flauta, cítara, el salterio...- se
fueron añadiendo, a partir aproximadamente del siglo XI los instrumentos de
arco, los de cuerdas pulsadas, importados de Oriente -cómo el laúd y la
guitarra- y diversas variedades de tambores y timbales. Andando el tiempo, la
primitiva heterogeneidad se disciplina y ordena, y se constituyen ya familias
instrumentales. En la segunda mitad del siglo XVIII, el conjunto orquestal tiende
a equilibrarse, hasta llegar a ser tal como hoy aparece ante nuestros
auditorios. En 1761 cuenta un periódico de la época que la orquesta de la Ópera Cómica de París está dispuesta "como en Italia, es decir, de
manera que la mitad de los músicos mire de frente a la otra mitad y que todos
se presenten de lado al público, en lugar de volverle la espalda".
Pedro Salvatierra Velázquez,
Concertista y profesor de Conservatorio
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