ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (365)
COMPLICACIONES
He
salido esta mañana a hacer unos encargos en una tienda que está alejada de mi
casa, como a media hora de caminata. Hacía muy buen tiempo, coincidiendo con
los primeros días de verano, esos días en que sales fresquita de ropa y calzado.
Iba,
por primera vez, sin calcetines. Cuando llevaba veinte minutos andando, mis
zapatos se habían quedado pegados en las zonas más sensibles de mis pies –
léase talones y juanetes. ¡Dios mío, qué rozaduras llevaba! Entré cojeando en la primera farmacia que vi
y pedí un paquete de tiritas. Que digo yo que es un objeto bien simple, ¿no? Pues no; hay un amplio muestrario para
complicarte. Las hay todas del mismo tamaño, de diferente tamaño, porosas,
impermeables, de silicona, para juanetes, para talones…
Todo
ello me lo ofreció la atenta empleada. Pedí unas que fueran todas iguales e
impermeables. Me dio una cajita la mar de mona y busqué una silla sintiendo ya
el alivio que mis maltratados pies me reclamaban a gritos. Me senté y me
dispuse a abrir el envase. Intento vano. Lo puse a favor de la luz que entraba
de la calle por si veía la ranura por donde meter el dedo, o tirar de una
solapita. ¡Nada! Por fin vi un microtroquelado donde presioné y quedó libre la
solapa. Abrí y me encuentro con la más extraña disposición de doce tiritas,
todas ellas sujetas a una base común.
Tiré de una de ellas y se alargaba, se alargaba como si fuera chicle, pero no se desprendía. Seguí tirando y por fin la arranqué. Salió inservible. Así se vengaba de mi forcejeo. Me fui al mostrador con el zapato en una mano y la caja en la otra, a pedir ayuda. La señorita me explicó el difícil e higiénico – que sí, que es necesario- sistema de extracción. ¡Qué ganas de complicar la vida! ¿Dónde están esas tiritas de antes que venían sueltas en una caja de solapa normal?
Por
fin me puse tres tiritas en cada pie y así, aliviada y feliz, pude seguir mi
camino, pensando en lo ocurrido. Luego hablé de ello con un amigo. Le dejé la
caja y mirando por ambos lados, dijo con suficiencia: “hay que leer las
instrucciones”. ¿Instrucciones en una caja de tiritas? ¿Hasta ahí hemos
llegado? Miré y ¡es verdad, allí estaban! Me niego. Mañana me compro un rollo de
esparadrapo y ¡ya cortaré yo! Aunque me
despelleje al quitarlo luego…
Laurentina Gómez Rubio
Socia colaboradora de la Academia
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