ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (268)
Si tú me dices ven, lo dejo todo…
¿Quién no ha sentido un pellizco en el corazón al escuchar alguna
vez un bolero? ¿Quién es capaz de quedar impasible a la armonía de sus acordes
o a la profundidad de sus letras? El bolero canta por igual, y con la misma pasión
al amor y al desamor. Narra con precisión las mieles de los enamorados, con la
misma intensidad que las hieles de los corazones rotos.
Desde que a mediados de los años 30 y basado en los ritmos
ancestrales del “bolero español”, se comenzó a popularizar en Cuba, la historia
de este son caribeño de compás 4/4 ha sufrido hasta nuestros días varios
altibajos. Desde los primeros tríos que lo hicieron famosos a nivel mundial
allá por los años 40, como las armonías vocales de Los Panchos, pasando por el
virtuosismo al requinto de Los Tres Reyes, a la teatralidad apasionada de la gran
María Dolores Pradera, o la voz rota de alma quebrada de la inigualable Chavela
Vargas y el lamento de Armando Manzanero.
Cantantes mas actuales como Luis Miguel o los Café Quijano han
intentado mantener estas tradiciones buscando
sonidos mas actuales que hace que
el bolero no pierda nunca su vigencia. El bolero siempre evoca sentimientos a
través de sus letras que llegan siempre al corazón. Sabor a
mi, Toda una vida, Amarraditos, Que nadie sepa mi sufrir, El día que me quieras, son claras
declaraciones de intenciones.
Toda una vida, estaría contigo, no me importa en que forma ni donde ni cuando, pero junto a ti .Cuando uno escucha un bolero, no puede dejar de recibir mil sensaciones. Un regusto a antiguo, que no a viejo recorre las mentes de quienes tienen la suerte de apreciar esta música, el corazón se abre y las ganas de bailar abrazado a la persona amada se apoderan de uno. Susurrar al oído sentimientos mientras rodeas con tus manos su cintura y te dejas llevar por la suave candencia de sus notas. Si a esto le sumamos la magia del directo, el efecto se multiplica exponencialmente. Apreciar en vivo las melodías de las virtuosas introducciones a requinto, los arpegios y bordones de la guitarra, la cadencia rítmica pausada de la percusión y la aterciopelada voz desgranando las sugerentes letras, casi susurradas no tiene parangón. Las sensaciones se agolpan haciéndote vibrar cada fibra de la piel.
Y sin embargo, que escasas ocasiones se tienen hoy en día de disfrutar
de este formato musical. No obstante cuando surge la ocasión de poder
deleitarse con unos boleros, siempre hay parejas que acuden para rememorar
momentos sublimes. Pareciera que no está de moda, que es algo caduco, que no es
de este siglo, pero como canta la Pradera en su inolvidable Amarraditos… No hay nada mejor que ser un señor de aquellos, que vieron mis abuelos.
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