Borges sobre Joyce
«[…] Confieso no haber
desbrozado las setecientas páginas que lo integran, confieso haberlo practicado
a retazos y sin embargo sé lo que es, con esa aventurera y legítima certidumbre
que hay en nosotros, al afirmar nuestro conocimiento de la ciudad, sin
adjudicarnos por ello la intimidad de cuantas calles incluye.»
Borges. “El ‘Ulises’ de Joyce”,
Inquisiciones (1925).
«Sea lo que
fuere, yo he de estimar y amar el divino ingenio deste Cavallero, tomando del
lo que entendiere con humildad y admirando con veneración lo que no alcanzare a
entender.»
De Lope de Vega sobre Góngora.
Desperté
sobresaltado. El ruido de una intensa lluvia ─y quizá también del granizo─ fue
el responsable. Aún no me había levantado, ni siquiera había abandonado los
últimos restos de sueño. El rítmico golpear de una gotera cercana se fue
clavando en mi cerebro. Miré hacía la ventana cerrada para ver si por las
rendijas se veía alguna claridad.
Encendí la luz; tardé un par de minutos
en adaptarme a ella. Mientras intenté localizar las coordenadas del goteo.
Estaba a los pies de la cama, hacia la derecha, a no más de un metro. Busqué
algún cacharro para recoger el agua; no lo encontré. Hice un bulto con un
pantalón y una camisa que estaban en un rincón en donde iba poniendo la ropa
sucia. Lo coloqué exactamente bajo el invisible agujero del techo. Acabó el
ruido.
Salí al porche. La mañana tenía ahora
algo de luz y me sentí como si estuviera en una isla, la cabaña estaba rodeada
de una buena capa de agua y aún seguía lloviendo aunque débilmente. El camino
no estaba cubierto. Dirigí la mirada hacia la cabaña de Borges que parecía
flotar en el agua. Estaba encendida la luz del porche pero no había nadie. Todo
indicaba que había sido una tempestuosa e inesperada tormenta veraniega. En el
cielo ya se veían algunos claros por los que penetraba más luz y más color
azul.
Pensé que quizás necesitaran mi ayuda. No
podía ir de forma directa, tendría que ir hasta el camino, recorrer unas
decenas de metros y después ─otras vez─ meterme en el agua, hasta llegar al
habitáculo de María y Borges. Me puse un pantalón corto y una camisa; amarré
las dos zapatillas con un trozo de cuerda y las coloque sobre el hombro, una
delante y otra detrás. Bajé del porche con cuidado y noté el agua fría que me
llegaba un poco por debajo de las rodillas. Caminé con mucho celo para no
tropezar con ninguna piedra y herirme. Llegué al camino, subí a él sin
dificultad. Con más bríos ─y descalzo─ me fui en dirección a la otra cabaña. Al
llegar a su altura salí del camino y volví al agua hasta el porche en donde
María K. ─que me había visto instantes antes─ esperaba con una toalla en las
manos.
─¡Cómo ha llovido! ¡Qué barbaridad!
─exclamé.
Y agradeciendo la toalla sequé mis
piernas y pies.
─Hace un rato que estoy despierta,
escuché con claridad cuando empezó la tormenta, ha sido una lluvia muy intensa
en poco tiempo, quizás en no más de media hora. Pero creo que han caído
bastantes litros.
─He venido por si necesitáis algo o por
si puedo ayudaros en lo que sea. ¿Hay alguna gotera dentro? ─pregunté.
Recordé entonces el envoltorio que hice
con el pantalón y la camisa; seguramente estarán empapados de agua.
─No hay, afortunadamente, ninguna gotera.
Muchas gracias por venir, me agrada que estés aquí ahora ─comentó María K.
tuteándome.
─¿Y Borges? ¿Está despierto?
─Sí, ya hace mucho rato. Ha sido
espectador de todo el vendaval. ¿Me ayudas y preparamos un buen desayuno para
los tres?
Asentí y le pregunté si quería que
trajera algo de mi cabaña. Me dijo que no y añadí:
─Me parece que hoy no tendremos paseo.
La temperatura era muy buena; la tierra
seca absorbía con visible rapidez el agua. El sol dominaba a las nubes ─ya
disminuidas─ y apuntaba con alegría. El desayuno fue espléndido, con apetito y
risas.
─¿Qué leíste anoche? ─me preguntó el
escritor.
─Leí y releí el ensayo sobre Joyce, en Inquisiciones. También el poema “James Joyce” del libro “Elogio de las sombras” que usted
publicó en 1969. Hoy, o cuando pueda, quiero repasar el texto de su conferencia
sobre el maestro irlandés.
María K. entró en la cabaña y Borges
quedo en su frecuente actitud seria y casi solemne pensando un poco, creo que
recordando.
─Todo eso está muy separado en el tiempo.
El ensayo lo escribí entre 1924 y 1925, hace casi una eternidad. Incluso he de
decir que todavía no había leído el “Ulises” entero, le había dado frecuentes
repasos sin norma ni regla. Años después lo leí dos veces. Los catorce versos
los escribí, lo recuerdo muy bien, en Cambridge en 1968. La conferencia creo
que la pronuncié en el 60 en La Plata.
Salió María K. con un libro en su mano
derecha, lo sostenía con el dedo pulgar en la portada el índice entre las hojas
y los demás dedos detrás.
─¿Os leo el poema?
Casi no nos dio tiempo a asentir y
recitó:
En un día
del hombre están los días
del tiempo,
desde aquel inconcebible
día inicial
del tiempo, en que un terrible
Dios prefijó
los días y agonías
hasta aquel
otro en que el ubicuo río
del tiempo
terrenal torne a su fuente,
que es lo
Eterno, y se apague en el presente,
el futuro,
el ayer, lo que ahora es mío.
Entre el
alba y la noche está la historia
universal: Desde
la noche veo
a mis pies
los caminos del hebreo,
Cartago
aniquilada, Infierno y Gloria.
Dame, Señor,
coraje y alegría
para escalar
la cumbre de este día.
Saboreé aquellas primeras palabras: “En un día del hombre están los días del
tiempo…”, me pareció que eran un perfecto resumen del ‘Ulysses’.
Don Jorge estaba un poco perdido en sí,
abstraído. Su pregunta me sorprendió:
─¿Sabes que la obra de Joyce “Retrato del artista adolescente” es, a
su vez, una alusión a un autorretrato de Rembrandt?
Intenté recordar alguno de los numerosos
autorretratos de Rembrandt; únicamente dos me venían a la cabeza y no acertaba
a relacionarlos con la obra de Joyce. El libro tampoco lo rememoraba bien pues
lo había leído a principios de los años setenta y, también, lo confundía, y lo
mezclaba, con el “Retrato de un artista
cachorro” de Dylan Thomas.
Preferí contestarle que no había leído
esa obra.
─¿Por qué no nos explicas en pocas
palabras qué es un “quark”?
María K., muy sorprendida, giró rápido su
cabeza hacia Borges. Yo también quedé un poco balbuceante ante esa pregunta tan
inesperada.
El sol dominaba ya el espacio, las nubes
eran residuales, tímidas. Dirigí la mirada a mi cabaña, al oeste. Contestaría
hablando lentamente para ordenar mis ideas. Pedí a María K. un poco de agua.
En un intento de ganar tiempo le
pregunté:
─¿Y cuántas palabras son unas pocas
palabras?
Borges puso esos labios de pez que hacían
su sonrisa y levantó su mano derecha para golpear, con ritmo, la izquierda;
ambas sobre la plateada empuñadura de su bastón.
─En lo que va de siglo se han descubierto
multitud de partículas subatómicas, la mayoría tienen un tiempo de vida ínfimo,
del orden de las millonésimas de segundo; se desintegran y desaparecen…
Borges me interrumpió diciendo:
─Me fascina la existencia de un tiempo
así, ¡una millonésima de segundo! ¡Tantas partículas y todas diferentes!
─Sí. Esto hizo que los físicos se
preguntasen sobre la posibilidad de agruparlas en varias familias, eso
facilitaría su estudio. El físico americano Murray Gell-Man, analizando estas
partículas, pensó que quizás habría partículas constituidas por otras aún más
pequeñas, más elementales. Y, según él, postulando la existencia de tres
partículas subatómicas con ciertas propiedades sería posible componerlas y
obtener ─a partir de esa composición─ otras partículas conocidas, reales y
observadas. A estas partículas ficticias Gell-Man las denominó “quarks”. ¿Me
explico?
Acentuó sus rasgos, dio otro golpe suave
en su mano izquierda.
─¡Fantástico! ¿Sabes cómo encaja James
Joyce aquí?
─¡Ni idea! ─exclamé.
─Creo que me lo dijo Sábato, no sé. Por
lo visto la idea de componer partículas subatómicas a partir de partículas
hipotéticas le trajo, a Gell-Man, a la memoria una parte del libro “Finnegans Wake”. Sabrás que en esa obra
Joyce distorsiona y violenta el inglés con un objetivo literario y hay una
frase que dice: “Three quarks for Musther
Mark” ─pronunció la frase lentamente─. De ahí viene ─añadió.
─¿Dijo usted alguna vez que “Finnegans Wake” y “Ulysses” son dos grandes obras de arquitectura lingüística?
─Pero “Dublineses” es distinto, ¿no?
─alcancé a decir muy dubitativo.
─Es cierto sí, “Dublineses” es una de sus primeras obras, se trata de una serie de
magníficos cuentos, creo que de quince. En ese libro, Joyce, da muestras de su
gran sensibilidad y de una maravillosa capacidad imaginativa. Desde luego su
núcleo central, al igual que en todas sus obras, es su ciudad, Dublín.
Llevábamos un buen rato centrados en
Joyce. María K. le acercó un vaso de agua fresca. En su mirada advertí que
notaba un poco cansado al escritor. Con recato les hice saber que debía marchar
para ducharme y asearme un poco en mi barraca. Añadí que por la tarde les
visitaría.
En esos instante apareció por allí un
sudoroso empleado del balneario para preguntar si habíamos tenido algún
problema con el chaparrón. Preferí no hablarle de mi gotera, casi no me
acordaba ya de ella.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia
Hay muchas cosas que me han gustado mucho, entiendo que comprender algunas es un poco difícil, sobretodo si nunca has leído a James Joyce (es mi caso) pero me quedo con las explicaciones de lo que es el tiempo en la vida del hombre y con el poema, el principio y el final sobre todo, me encantan. Ese «dame Señor coraje y alegría para escalar la cumbre de este dia». me llega mucho, porque es lo que yo pido cada mañana al levantarme.
ResponderEliminarSolo puedo decir que esta narración me ha parecido magnífica. Me gustaría leer una sobre Kafka que creo que era el escritor favorito de Borges.
ResponderEliminarMagnífico como es de costumbre. Es muy atrevido hablar de la "atrevida y polifacética textualidad" de Joyce. Pues Joyce descuartiza la mente humana con el dichoso diálogo interior y trata de llegar a los "quark" del pensamiento humano.
ResponderEliminarMuy buena narración, profesor.
Me ha gustado mucho como siempre. He vivido tu gotera y me he mojado los pies con el agua de la lluvia, cuando te acompañé al paseo. ¡Ah! La explicación de los 'quarks' es fantástica. Espero, con impaciencia, al próximo jueves.
ResponderEliminarComo siempre que leo un articulo de los que estas escribiendo sobre Borges, lo primeto que admiro es la belleza literaria de la narracion. Nada es evidente, tido es sugerido y sin apenas hablarnos de Borges, cada vez le conocemos mejor a teaves de ligeras pinceladas, de continuos guiños con los que nos haces complices de tu relacion con el y con su obra.
ResponderEliminarO
Borges habla de una forma rara, es como si lo hiciera palabra a palabra. Me gustan los ritmos del escrito, una primera parte trepidante y después calma.
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