MÚSICA CLÁSICA EUROPEA: LA ÓPERA (30) Un ballo in maschera
Un ballo in
maschera (Un baile de máscaras)
Ópera en tres
actos
Música: Giuseppe Verdi (Roncole de Busseto, 10-10-1813 / Milán, de 27-01-1901)
Libreto: Antonio Somma
(Udine 29 de agosto, 1809 - Venecia, 10 de agosto de 1864) tomado de Gustave
III ou Le bal masqué de Eugène Scribe
Primera
actuación
Teatro Apolo, Roma 17 de Febrero de 1859
Personajes:
Ricardo: Gobernador de Boston (tenor)
Renato: Secretario de Ricardo (barítono)
Amelia: Mujer de Renato (soprano)
Ulrica: Adivina (mezzo)
Oscar: Paje de Ricardo (soprano)
Silvano: Un marinero (bajo)
Samuel: Conspirador (Bajo)
Tom: Conspirador (Bajo)
Es una ópera ambigua, bella y complicada, donde no se distingue un
personaje principal que destaque del resto, siendo un trabajo muy italiano
tampoco renuncia al modelo francés, lirismo y brillantez mezclados en fondo y
formas.
La ilusión de un amor más sufrido que vivido, la amistad y la
traición, la risa y el llanto, el adulterio y la pasión, la superstición y el
destino, el sentimiento de culta o la utopía del buen gobierno son los hilos
con los que se teje esta obra.
El preludio nos marca, desde la primera nota, la
diferencia entre el clamor de los gentilhombres y el aire de conspiración que
se vive en la corte. En escena se ve, con el telón levantado, a los leales
oficiales y a la gente de confianza de Riccardo que ensalzan al conde mientras
esperan a que llegue éste a la sala de palacio ("Posa in
pace"..."Descansa en paz"). Mientras tanto, en una esquina, una
serie de "conspiradores" muestran un odio anhelante de venganza
("E sta l'odio che prepara il fio"... Y está el odio que prepara el
castigo). Llega el Conde a la sala de recepciones, anunciado por su paje,
Óscar; mientras que el conde recibe de la gente presente todo tipo de
peticiones, el paje le entrega las lista de invitados para la fiesta del día
siguiente, entre la que se encuentra Amelia, lo que nos permite disfrutar de un
aria que ya, en el preludio, se percibe claramente: "Là rivedrà
nell'estasi". En cierto sentido, tenemos aquí la prueba del amor que
siente Riccardo por una persona que el destino convertirá en protagonista de lo
ocurrido. Se queda solo y ensimismado con el pensamiento de esa mujer cuando
aparece en escena Renato, leal secretario y marido de Amelia, desconocedor de
esa relación y que acude para revelar los peligros que acechan al trono. Calmado
el conde porque el secretario desconoce la relación citada, rechaza todo temor
a lo que Renato apela a que la seguridad del país dependen de él ("Alla
vita che t'arride"...Tu vida que te sonríe). Óscar regresa a escena
anunciando a un juez que desea el exilio a una hechicera; el paje, a cada
acusación, replica a favor de aquélla ("Volta la terrea"). Riccardo
avisa a todos los cortesanos sobre cuál será su intención: comparecer
disfrazado de pescador en la cueva donde la hechicera tiene su morada
("Ogni cura si dona al diletto"). Es quizás una de las escenas de
esta ópera que más populares se han hecho con el paso del tiempo; en ella se
puede comprobar los diferentes grupos que se perciben: el conde y Óscar por una
parte, Renato se mantiene firme en su convicción de que es peligrosa la acción
mientras los conspiradores ven una interesante opción de golpear.
Escena Segunda: Cueva de Ulrica
El compositor inicia este cuadro colocándonos en
posición de observar a una bruja: una música entre misteriosa y tenebrosa nos
permite vislumbrar el ambiente, por no hablar de que bien se acertó al colocar
a una mezzosoprano más cercana a contraalto para este papel tan corto como
fundamental: ella dirige todos los acontecimientos posteriores como así la
defendió Óscar en su aria del primer acto. Tras invocar a los poderes del
abismo ("Re dell'abisso, affrettati"...Rey del abismo, acude)
responde a un marino al servicio del conde que solicita saber su futuro;
Riccardo, que estaba oculto entre la gente observando a la sibila, responde a
los vaticinios de ésta concediendo al marinero lo que ésta profetizaba. Un
siervo de Amelia pone en tensión al conde; la presencia de su amada le turba:
quiere olvidar el amor que tanto daño le acerca y busca una cura. Ulrica, que
previamente había dispersado la sala, le indica como lograr las hierbas que le
liberaran del dolor en un lugar "funéreo"(Acto II). Cuando todos
irrumpen en la sala tras marcharse Amelia es la ocasión de hacerse presente el
conde con su disfraz y porte de pescador. De dicha presencia destaca esa
barcarola("Dì tu se fedele"....Díme tu si es fiel....) preciosa y que
dejará buen sabor de boca en quien inicia este mundo de la ópera. La hechicera
lee la mano del conde (recordemos que ella desconoce que es Riccardo) y se
estremece al ver las líneas de la mano: "pronto morirá...a manos de un
amigo"; el conde se mofa de dicho vaticinio ("È scherzo od è
follia"... ¿Es una broma o una locura...?) mientras Óscar se muestra
afligido ante tal destino a pesar de los esfuerzos del conde por no hacer
creíble dicha amenaza. Riccardo le pide saber quién será el asesino, a lo que
ella responde: "el primero que te estreche la mano"; todos no quieren
darle la mano...salvo Renato que no estaba presente y que aparecía en ese momento
preciso. El conde se tranquiliza pues es una mano fiel y le entrega a la sibila
una bolsa de monedas pero ésta insiste en su vaticinio: había quizás más de un
traidor en ese lugar. El final coral es emotivo en su cuerpo principal: el
afecto del pueblo hacia el conde y que nada le hace temer a éste ("O
figlio d' Inghilterra") mientras otros se muestran preocupados (Renato),
molestos con la multitud que impide golpear (conspiradores); entre los
personajes, la hechicera deja última constancia con ese terrible comentario en
que se resume este cuadro: "se ríe de mi presagio pero tiene un pie en la
fosa".
Acto II: Campo solitario a las afueras de Boston
Un preludio intenso en el que se nos hace ver la llegada de Amelia
al lugar indicado por Ulrica es el inicio de este acto, en el que también se
percibe las notas del encuentro anterior con la sibila. El aria de Amelia
("Ma dall'arido stelo divulsa"... Cuando he cogido la hierba)
recuerda a otras arias de soprano verdianas por la profundidad de sentimientos
que encierra en una relación que desea finalizar. Riccardo aparece para dar
lugar el gran dúo de esta ópera ("Non sai tu che se l'anima"...Tú no
sabes que si el alma). Amelia desea que la relación se rompa mientras que el
conde insiste en amar y ser amado. Al final, ella acaba rendida ante el ímpetu
amoroso del soberano ("Oh, qual soave brivido/Oh sul funereo letto")
en un dúo que llena de insólita alegría el ambiente funéreo en el que está ambientado
este acto.
Ella observa que llega alguien que les puede sorprender; en efecto,
Renato aparece para salvar al conde de cierto grupo de conspiradores que
intentaba caer sobre él, instándole a huir. Amelia, que iba tapada con un velo
para no ser reconocida por su marido, apoya a Renato en el intento de convencer
al conde de la necesidad de escapar ("Odi tu come fremono cupi"...
"oye como tiemblan...") en un trío en el que ambos van tratando de
convencerlo de marchar mientras el soberano acepta la marcha "culpable de
amor". Una vez juntos, Renato trata de guiar a la mujer que estaba con el
conde cuando, en ese punto, llegan los conspiradores liderados por Sam y Tom. A
unas palabras provocadoras, Renato empuña su espada pero Amelia no lo acepta y
desvela su identidad ante la sorpresa de su marido y la incredulidad de los
demás asistentes ("E che baccano sul caso strano"...Y que jolgorio el
caso extraño). Aquí observamos el paso que dará Renato de fiel y leal servidor
de Riccardo a solicitar la presencia de los conspiradores en su casa percibiéndose
un enojo creciente. Cuando todos han marchado y vuelven a quedarse solos, el
tono de Renato hacia Amelia ya es una evidencia de lo que ocurrirá mientras, a
lo lejos, sigue comentándose el jolgorio que habrá en la ciudad por el extraño caso.
Acto III: Escena Primera: Casa de Renato
La orquesta da clara
evidencia de que las tornas han cambiado. Renato llega junto a Amelia a la casa
que ambos comparten, todo lleno de ira y enfado hacia su mujer y el conde
("Sangue vuolsi e tu morrai") mientras que ella intenta convencerle
de que no hubo ninguna deshonra; el no acepta ninguna disculpa pero acaba
aceptando una "última voluntad" de ella: abrazar a su único hijo
("Morrò, ma prima in grazia"...Moriré, pero una gracia antes). El
aria es cautivadora, no por el tema sino por el modo de afrontar una petición:
primero con una calma asombrosa en quien morirá; después más desgarradora
(Morrò- ma queste viscere...). La petición también ha frenado en Renato el
ímpetu de sangre hacia su mujer: todo el golpe se lo ha de llevar el conde
("Il sangue tuo...Eri tu"). Al igual que la soprano, el barítono
cuenta aquí con otra opción de lucirse antes de que llegue el final de la
ópera: El "Eri tu" es un aria de diferentes matices argumentales: ira
hacia el conde, recuerdos de un pasado feliz con su mujer-una parte más melódica-,
y, por último, el regreso a ese odio letal hacia quien sirvió lealmente hasta
un día antes. Sam y Tom acuden ante el secretario como éste les pidió la noche
antes; Renato les revela que desea compartir con ellos el objetivo de matar al
conde pero pidiendo, a su vez, que sea él quien lo mate. Ambos han quedado
sorprendidos por el cambio de aquél a quien consideraban fiel y dudan de si es
cierto ese cambio; Renato les convence con la mejor garantía: su hijo. Ya está
decidido que el fin de Riccardo será la muerte ("Dunque l'onta di tutti
sol una"). Aceptan de buen gusto que Renato se una al grupo de
conspiradores pero no así que sea él quien asesine al soberano; el secretario
les ofrece la opción de que sea la suerte quien decida el asesino; Amelia, que
irrumpe en la sala para indicar que ha llegado Óscar con un mensaje del conde,
es la mano inocente que decide el nombre del magnicida: como si el azar
quisiera imponerse, el nombre de Renato aparece en la hoja elegida. Entra el
paje con el fin de anunciarles para esa misma noche un baile de mascaras (Ah!
Di que fulgor,che musiche!). En este quinteto inolvidable asistimos a una
música alegre (el paje ignora cuánto ocurre en la casa) pero, también, ciertos
toques angustiosos (Amelia, consciente de que es su marido quien tratará de
asesinar al conde) y tenebrosos (los tres conspiradores que ven en las máscaras
una oportunidad a tener en cuenta para el crimen). Al final, se nos revela como
vestirán los tres para reconocerse entre tantos disfraces mientras Amelia trata
de pensar como avisar al conde.
Escena Segunda: Despacho del conde en el Palacio
Está el conde, unos instantes antes de la fiesta,
cavilando que lo mejor es separarse de Amelia; desconocedor de lo ocurrido
después de su huida y suponiendo que el secretario había cumplido su promesa,
considera que ya ha hecho demasiado daño a ella y a su marido. El aria "Ma
se m'è forza perderti" ya es un canto de despedida una vez que ha firmado
el decreto que hará que Amelia marche junto a Renato; con un tono melancólico
siente en su interior que el volverla a ver será como si fuese la último hora
de amor. Unos acordes recuerdan que en otra sala del palacio está a punto de
iniciarse el baile; el paje entra en la sala y le entrega una nota donde se le
avisa al conde el intento de asesinato pero él no hace caso y se dispone a
disfrutar.
Escena Tercera: Sala principal del palacio donde se celebra el baile
Con una música animada da inicio al baile ("Fervono amori e
danze"). En un aparte se percibe a Sam, Tom y Renato vestidos de forma
igual. Óscar, que está disfrutando de la fiesta, trata de jugar con Renato pero
él actúa de forma fría. Con la excusa de querer hablar de asuntos de estado,
Renato le insiste al paje de que revele el disfraz del conde, información que
logra a duras penas puesto que Óscar, en un principio, no tiene intención de
decirlo ("Saper vorreste"). En otro aparte, Amelia, disfrazada, ve al
conde que ha hecho caso omiso del anónimo y se le acerca recriminando el
peligro que acepta; ambos entablan una conversación en el que ella insiste en
que se vaya del baile mientras él niega toda petición de salvación, revelándole
posteriormente los planes que tiene para ella y Renato. Los tres conspiradores
se acercan a la pareja y, en el momento en que se despiden, Renato apuñala a
Riccardo ante el estupor de los invitados. Detienen al secretario, le quitan la
máscara y todo el mundo grita el nombre del magnicida: el vaticinio de Ulrica
se había cumplido de principio al final. Riccardo, que aún no ha muerto, pide
que lo suelten para que Renato pudiera coger el decreto que tenía el conde en
la manga -en él se indicaba que hubiera sido ascendido a nuevo cargo y
destinado a Inglaterra con su mujer-; asimismo, le decía que el amor que se
profesaban era puro, sin intención de hacerle daño al honor de Renato;
arrepentido, el secretario lamenta el error al que le ha llevado la "sed
de venganza" mientras el resto de asistentes al magnicidio muestra su
desolación("Cor sì grande e generoso") ante la despedida de un herido
de muerte en sus últimas palabras ("Addio, miei figli").
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