BEPPO
«Existen dos medios de refugio de las miserias de la vida: la música y los
gatos.»
«Un hecho cualquiera ─una observación, una despedida, un encuentro, uno de
esos curiosos arabescos en que se complace el azar─ puede suscitar la emoción
estética. La suerte del poeta es proyectar esa emoción, que fue íntima, en una
fábula o en una cadencia. La materia de que dispone es, como afirma Stevenson,
absurdamente inadecuada.»
Jorge Luis Borges
«Dios hizo al gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre .»
Cruzó el paso peatonal a mi lado, el último de los que
separaba la zona de aparcamientos del edificio principal del aeropuerto. Era blanco
con algunas trazas amarillas o al menos así las veía, es probable que el claro
sol de la mañana me confundiera. Hubo un instante en el que volvió su cabeza
hacia mí y sus ojos también me parecieron amarillos y penetrantes. Quizás Beppo
era más grande y más albo, siempre estaba alrededor de Borges y a una mínima
señal, imperceptible, se le subía y acomodaba entre las piernas. El escritor
ajustaba un poco su postura a la conveniencia del animal. Lo recuerdo en la
cabaña del balneario, nunca se acercaba a ningún visitante. Alguna vez intenté
llamar su atención, para que se acercase, con algo que podría serle goloso pero
nunca lo conseguí, incluso tampoco lo veía muy cercano a María K., únicamente a
la hora de la comida aparentaba ser más condescendiente con ella.
Borges contaba que el nombre primitivo del gato era
Pepo pero que le sonaba tan horroroso que decidió cambiarlo por el de Beppo que
era el de gato más amado de Lord Byron. Le gustaba añadir, con humor y como
coletilla, que el gato no se dio cuenta y siguió su vida con toda normalidad.
También relataba que una de las excentricidades más relevantes del escritor y
poeta inglés era coleccionar animales como quien colecciona cromos; tuvo
cuervos, caballos, halcones, gallinas guineanas, grullas… Borges estallaba en
risas cuando relataba que cuando Byron fue a estudiar a Cambridge no permitían
la tenencia de animales domésticos y entonces se llevó a un oso argumentando
que los osos no eran animales domésticos. Aunque siempre tuvo un cariño
especial por los gatos, Byron tuvo cinco gatos, con ellos viajó por medio
mundo. Pero Beppo fue, quizás, su preferido al que dedicó, también, un bello poema.
Atravesé las grandes puertas acristaladas con unos
versos del Beppo de Borges en la cabeza:
«[…] Me digo que esos gatos armoniosos,
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede el tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Enéadas.
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede el tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Enéadas.
¿De qué
Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?»
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?»
Borges comentó un día que: “Nadie cree que los gatos son buenos compañeros, pero lo son. Estoy
solo, acostado, y de pronto siento un poderoso brinco: es Beppo, que se sienta
a dormir a mi lado, y yo percibo su presencia como la de un dios que me
protegiera”. Y añadió: “Siempre
preferí el enigma que suponen los gatos”.
En el gato subyace su fascinación, de siempre, por el
tigre. Un tigre de ficción, imaginario, creado por el poeta, compañero de
espejos y plazuelas. Tigre de bibliotecas que no alcanza más que el
lenguaje que lo describe… Otro tigre:
«[...] Un tercer tigre buscaremos. Éste
Será como los otros una forma
De mi sueño, un sistema de palabras
Humanas y no el tigre vertebrado
Que, más allá de las mitologías,
Pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo
Me impone esta aventura indefinida,
Insensata y antigua, y persevero
En buscar por el tiempo de la tarde
El otro
tigre, el que no está en el verso.»
Él lo dijo: «Un
tigre de símbolos y formas».
Aún quedaba un buen rato para el vuelo. Unas horas
antes supe que ellos estaban en París. En 1974 creo que no viajaron nada pero a
partir de 1975 la vida de Borges, y la de María, se desarrolló casi toda en el
extranjero. Egipto, Japón, Ecuador, Puerto Rico. Más a menudo, al menos una
decena de veces, visitó España y otras tantas Estados Unidos. Sabía que también
frecuentaron París y Ginebra. De las anotaciones que tenía saqué que Alemania
la habían visitado solo una vez al igual que Gran Bretaña.
Ineludiblemente yo debía estar dos semanas en la
capital bávara: Múnich. Lástima, en realidad me gustaría viajar a París,
encontrarme con María K. y el escritor, pasar un rato con ellos. Quizás la
última oportunidad.
Aquel gato de mechas amarillentas estaba fuera, detrás
del inmenso cristal, miraba curioso hacia dentro pero no intentaba atravesar
las puertas que se abrían y cerraban constantemente. Epifanía Uveda, Fanny, el
ama de llaves de Borges que le lleva atendiendo cerca de cuarenta años contaba,
hace poco, que el gato blanco del escritor se llamaba originariamente Pepo por un jugador de fútbol argentino ─delantero
del River Plate─ apellidado Reinaldi y apodado “La Pepona”.
Miré los paneles que parpadeaban cada pocos segundos
ofreciendo información sobre las llegadas y salidas; quedaba poco tiempo.
Creo que tuvo, o tiene, otro gato ─éste atigrado─
llamado Odín y no tan célebre como Beppo. Decía Fanny Uveda que Beppo tenía mal
carácter, pero que se llevaba muy bien con Borges, le encantaba jugar con los
cordones de sus zapatos y pasar horas y horas en su regazo.
Mientras el aparato se elevaba por los aires sentía ese
típico vahído leve del despegue y pensaba en gatos y tigres, en tigres y gatos…
«Iba y venía, delicado y fatal, cargado de infinita
energía, del otro lado de los firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el
tigre de esa mañana, en Palermo, y el tigre del Oriente y el tigre de Blake y
de Hugo y Shere Khan, y los tigres que fueron y que serán y asimismo el tigre
arquetipo, ya que el individuo, en su caso, es toda la especie. Pensamos que
era sanguinario y hermoso. Norah, una niña, dijo: Está hecho para el amor.»
Tenía algunas horas por delante; intentaría dormir un
poco.
Ignacio
Pérez Blanquer
Académico
de Santa Cecilia
Cada día me asombra más tu capacidad de evocación, capacidad que te permite saltar del presente al recuerdo evocado o a las consideraciones literarias o poéticas de escritores que aparecen de forma natural, como aquí aparece Lord Byron o como puedes saltar de su gato al de Borges o del gato al oso, como si eso fuese lo mas normal del mundo.
ResponderEliminarTe acercas. Te alejas. Ves la situación con perspectiva, desde fuera, mirándolo todo, escudriñándolo, acercándote y alejándote para, al final, llegar al punto de partida.
Muy interesante y muy real, es lo que hacemos las personas cuando vamos a un sitio, pensamos, vemos o recordamos, etc. De acuerdo total con el comentario anterior y opino que no es nada sencillo escribir eso así.
ResponderEliminarMagnífico.
ResponderEliminarEsta serie parece que termina pronto, deseando ya leer la siguiente y ver de qué tratará.
Me ha encantado. Siempre el hipertexto. Una historia que envuelve a otra sin perder el ritmo de la principal.
ResponderEliminarLas citas, magníficas.