EL MUNDO DE LA MÚSICA, CAPÍTULO. I
La música del Románico (s. XI-XII)
En
la Edad Media, hasta el siglo XII, la música siguió distintas corrientes
estilísticas, de las cuales la más importante, como en la arquitectura, fue la
del estilo Románico. La estructura sólida y austera de los
edificios se conjugaba con la sencillez de la música eclesiástica de aquella
época. La mayor parte de la música que se compuso fue con fines religiosos; de
hecho, prácticamente, la totalidad de los manuscritos musicales proceden de
monasterios y otros centros asociados a la Iglesia. La creación de las grandes
basílicas de Antioquía y Alejandría, de
Roma y Jerusalén, (estas dos últimas erigidas por el emperador Constantino después de su
conversión), hicieron posible que las
artes se pusieran al servicio de la Iglesia Cristiana.
Las formas litúrgicas se desarrollaron rápidamente, y por el mundo se difundió una salmodia artística que la iglesia mandó cantar en nombre de Dios. Hasta la segunda mitad del siglo IV (d.C), la lengua de la iglesia romana era el griego, pero a mediados de ese siglo apareció la versión latina antigua de la <<Septuaginta griega>>, que a su vez fue reemplazada por la <<Editio Vulgata>> compilada por san Jerónimo, el año 382 d.C. Los textos conservados de esta versión de la Biblia, en libros de canto romano, es una ayuda valiosa para fijar la fecha de las melodías, pero no sabemos cómo eran estos cantos originales o los que recibió Roma de las iglesias de Jerusalén y de Antioquía, o de otras procedencias. Los textos y cantos llanos griegos persistieron durante muchos siglos en la Europa occidental. Una reliquia reciente e interesante del uso del griego, aparece en el ritual de la abadía de Barking (Londres). Se trata de un versículo de un Aleluya, dispuesto para cantarse, alternadamente, en griego y en latín, en las fiestas de la Natividad, la Circuncisión, la Epifanía y de la Transfiguración del Señor.
Las formas litúrgicas se desarrollaron rápidamente, y por el mundo se difundió una salmodia artística que la iglesia mandó cantar en nombre de Dios. Hasta la segunda mitad del siglo IV (d.C), la lengua de la iglesia romana era el griego, pero a mediados de ese siglo apareció la versión latina antigua de la <<Septuaginta griega>>, que a su vez fue reemplazada por la <<Editio Vulgata>> compilada por san Jerónimo, el año 382 d.C. Los textos conservados de esta versión de la Biblia, en libros de canto romano, es una ayuda valiosa para fijar la fecha de las melodías, pero no sabemos cómo eran estos cantos originales o los que recibió Roma de las iglesias de Jerusalén y de Antioquía, o de otras procedencias. Los textos y cantos llanos griegos persistieron durante muchos siglos en la Europa occidental. Una reliquia reciente e interesante del uso del griego, aparece en el ritual de la abadía de Barking (Londres). Se trata de un versículo de un Aleluya, dispuesto para cantarse, alternadamente, en griego y en latín, en las fiestas de la Natividad, la Circuncisión, la Epifanía y de la Transfiguración del Señor.
La Iglesia
ejercía una poderosa autoridad, tanta que el papa Gregorio I (590), a quien se
le atribuye la recopilación, revisión y ordenación de las formas del canto
romano, dio a la música eclesiástica una forma unificada, a la que se le
denominó <<Canto Gregoriano>>,
caracterizada por una línea melódica sin acompañamiento que, adaptada a la
sociedad cristiana, fue parte integral de los rituales eclesiásticos durante
siglos. La Iglesia daba instrucciones acerca de qué partes de la misa o del
oficio podían ser elaboradas con la añadidura de voces adicionales; dependiendo
de la relevancia de la festividad, mayor era la perfección exigida, pues no hay
que olvidar que el <<canto llano>>,
simple y monódico, era un factor de fundamental significación.
La
notación del canto llano occidental
nos ha llegado a través de manuscritos en caracteres neumáticos del siglo IX,
escritos con signos especiales quironímicos, derivados de las indicaciones de
acentos de la gramática griega y latina, y tildes agrupados por superposición y
conjunción. La palabra griega neuma
que significa aire o aliento, se usa
para describir un grupo de notas cantadas sobre una sola sílaba, y en un solo aliento.
El signo neumático indica también la elevación o descenso de la melodía. Los
gramáticos consideran los acentos agudos (´)
y graves (`) como una elevación o
descenso de la voz en el aspecto melódico. En algunos casos se usaba la
notación alfabética: unas letras colocadas encima de los neumas, que indicaban las notas. El trazado de una línea
horizontal, en rojo, representaba un fa;
a ésta se le añadió otra, trazada en amarillo, que representaba el do. Finalmente, en una pauta de cuatro
líneas, se colocaron los signos de las claves do y fa. Así, los neumas
diastémicos daban un diagrama de la elevación y del descenso de la melodía más
exacto que los quironímicos. Hasta el año 1200 no aparecieron los neumas de forma cuadrada que, hoy, aún
se usan.
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Poco antes del año mil, la introducción
paulatina de armonías simples en el Canto
Gregoriano propició el nacimiento de la forma “Organum”, denominación dada al arte de combinar melodías, también
llamado diafonía, y con ella
apareció la música Polifónica, en la que dos o más voces seguían un
movimiento paralelo a un intervalo fijo o, por el contrario, una voz permanecía
inalterable mientras otra se movía en diferentes intervalos. El origen del
canto simultáneo a varias voces y la
composición concertante componen la materia prima de donde proviene nuestra
música occidental que, durante más de mil años, comenzó con la combinación de
dos voces y llegó hasta la polifónica de cuarenta.
Los
tratadistas actuales coinciden en que la polifonía
tuvo su origen en oriente, aunque
el método de notación del tono se le debe al monje franco-flamenco Hucbaldo
(840-930). Él fue quien modificó la notación griega de números por letras,
reduciendo cerca de trescientos signos diferentes a unos quince fácilmente
manejables; estableció la altura de cada sonido, conservando los símbolos
convencionales “neumas” que reúnen
ciertas características expresivas del canto.
El
sistema de Hucbaldo se nutrió del antiguo griego y enseñó al cantor la
exactitud del tono y la variedad de expresión, así como los rudimentos de la armonía, o consonancia, definiéndola
como <<dos notas, de distinta
altura, que suenan juntas>>
Guido d`Arezzo,
sabio monje benedictino del siglo XI,
concibió un sistema de escritura para la música, <<la mano de Guido>>, sistema nemotécnico con el que,
mediante signos, ayudaba a los intérpretes aprender a cantar. Este
sistema constituye la base del solfeo moderno.
Academia Santa Cecilia
NOTA.
Una vez terminada la introducción, comenzamos la publicación por capítulos del "Mundo de la Música": La música del Románico, S. XI y XII.
Quizás sea un poco extenso el artículo de esta semana, quizás un poco monótono. Pero la música en el periodo románico está estrechamente relacionada con el arte y las costumbres de la sociedad de esta época, por tanto, religioso. Éste es el sentido de este artículo: conocer el origen de esta música, mezcla de diferentes culturas.
Quizás sea un poco extenso el artículo de esta semana, quizás un poco monótono. Pero la música en el periodo románico está estrechamente relacionada con el arte y las costumbres de la sociedad de esta época, por tanto, religioso. Éste es el sentido de este artículo: conocer el origen de esta música, mezcla de diferentes culturas.
Representado
por el Canto Gregoriano y, que hoy le proponemos en los vídeos que lo ilustran.
La
información es tan abundante que les seguiremos enviando capítulos con bastante
frecuencia.
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