REFLEXIONES DE UN COOPERANTE MÉDICO.
Agradecemos al Dr. Julio de la Rúa, Coordinador de laSección de Cooperación y Medicina del COMCÁDIZ, por enviarnos estas reflexiones de un compañero cooperante. Esos hombres y mujeres cuya actuación personal nos llena de orgullo como seres humanos. Realizáis una labor encomiable a cambio de nada, ese es vuestro mérito y, vuestra compensación: saber que valoramos vuestra generosidad, tanto, que nos hace enrojecer por nuestra indiferencia. Nuestro agradecimiento a todos los cooperantes y voluntarios en misiones de salud hacia los más desfavorecidos.
Anticoagulantes de nueva generación, antiagregantes que aumentan la supervivencia, stents con drogas anti- estenosis, áreas indexadas sobre válvulas, catéteres deflectores multipolares, sistemas de navegación en tiempo real, cumplimentación de objetivos cardiológico…., claramente necesitaba de nuevo bajar de ese mundo que giraba incomprensiblemente demasiado rápido, volver a tocar el suelo con los pies , sentir la arena cálida debajo de mi y no encima, respirar el aroma de la tierra arcillosa, roja y caliente por ese sol infinito, tener de nuevo el tiempo para ver como éste se esfuma de forma plácida sin desasosiego, y sobre todo, de llenarme de ese calor humano de aquellos que son capaces de sobrevivir sin dejar de sonreír…, claramente, necesitaba volver a África, para volver a encontrar ese equilibrio que se pierde envuelto en rutina, para definir esa prioridad de las cosas que son realmente importantes.
En mi camino se cruzó por casualidad un
día en la consulta un paciente, compañero
de mi hospital, que lleva años sintiendo esa tierra africana bajo sus
pies, operando y enseñando allá donde va, y gracias igualmente a la ONG
andaluza (Asociación Andaluza para el desarrollo) en menos de dos semanas tuve
hecha toda la burocracia necesaria para poder viajar de nuevo. Y lo hice con la
compañía de un enfermero, compañero y amigo, o más bien amigo y compañero, de
nuestra área sanitaria.
Aunque ya tenía cierta experiencia de
cooperación, después de cuatro años, en Haiti, Perú, India y varios países africanos como Senegal, Camerún,
y Etiopía, cada proyecto de cooperación se vive de una manera diferente, y no
porque vayamos cambiando y no seamos la misma persona en diferentes sitios, si
no porque cada rincón del mundo está lleno de una humanidad diferente, con sus
costumbres, historias y pensamientos.
El quinto país más pobre del mundo
era mi destino, el Chad, donde ya estuve en la guerra civil del 2008. Así que
para mí era muy especial volver a ese corazón africano donde había vivido
tantos sentimientos enfrentados.
Esta vez, el proyecto era muy
diferente, se trataba de un pueblo de mil habitantes, llamado Biobe, en las entrañas de África, cerca del río
Chari, aquel que alimenta el conocido lago Chad, fuente de vida del país.
El hospital era simple pero disponía
de la infraestructura necesaria para solucionar la mayoría de problemas de
salud del pueblo Chadiano, como el paludismo, la fiebre tifoide, disenterías,
desnutriciones, complicaciones obstétricas….Estaba dotado de un quirófano
básico, ecografía y laboratorio de batalla. Tenía capacidad para cuarenta
pacientes hospitalizados, separados en habitaciones según fuera pediatría,
ginecología, cirugía o medicina interna.
Allí trabajaba con múltiples enfermeros que
hacían tu día mucho más fácil y con un médico joven repleto de conocimiento y
experiencia al cual estoy muy agradecido por todo lo que me enseñó. Después de pasar planta, (empezábamos a las
7), atendíamos las consultas y por la tarde dedicaba mi tiempo a docencia en un
colegio de enfermeros hasta las 5 de la tarde.
El trabajo era claramente la excusa
de mi viaje. Un trabajo de medicina total que adoro y necesito como la propia
droga. Una dedicación compartida con los locales que disfruto cada segundo y
deseara que nunca acabase. Pero el objetivo de mi viaje era volver a empaparme
de esa humanidad africana que tanto nos hace falta en nuestro mundo que a veces
produce vértigo.
La vida y su ritmo en ese poblado africano ayudan a
ahogarse de una manera sosegada de esa tranquilidad tan necesaria. Recuerdo
cada noche estar en la cama a las 9 porque ya no había luz, nada que hacer y
todo el mundo dormía. Recuerdo dormir en plena calle, yo y toda la gente del
pueblo, debido al calor, bajo aquel gigantesco árbol de mango que veía a través de la mosquitera. No olvidaré
levantarme a las cinco de la mañana sin despertador teniendo la sensación que
era medio día al ver que la gente y los animales pasaban a tu lado iniciando el
día. Recuerdo correr por la sabana al levantarme con ese sol inmóvil que
parecía que llevaba horas postrado esperándome.
Después de un tiempo allí, empecé a
entender las cosas tal y como eran. Comprendí que la cerveza que bebíamos
cuando había (una vez a la semana) a temperatura ambiente, es decir 40 grados, era
un elixir solo disponible para uno pocos. Entendí que la única hora que
teníamos de electricidad al día, era un
privilegio de los dioses que nos diferenciaba del resto. Comprendí que aquella
manivela oxidada que teníamos en casa que hacía salir agua de un grifo era una
fuente mágica inagotable que nos hacía la vida más fácil, y así con todos los pequeños detalle que en
nuestro mundo pasan desapercibidos.
El tiempo allí (un solo mes) pasó rápido como siempre, pero caló y quedó en mí como
un año de nuestro mundo vertiginoso. La gente siempre me pregunta por qué dejo de mi vida cómoda todo durante
meses y arriesgo perderla para irme
donde no me han llamado. Supongo que soy consciente de la injusticia social y
económica en la que vivimos, de las marionetas corruptas dictatoriales que
nosotros desde nuestra cómoda posición elegimos y mantenemos en el poder. Me
imagino que intento ayudar a la gente que más lo necesita que casualmente
nacieron en un país donde la esperanza de vida son 42 años, pero la verdadera respuesta
de por qué abandono todo, finalmente es por puro egoísmo.
Y es, por todo lo que me aporta como persona cada
segundo que paso allí, porque ordena mi vida y le da sentido. Ya que al final, África, ría o llore, siempre acaba dando mucho más de lo que recibe.
El cooperante que escribió esas reflexiones es el Dr. Francisco García Lanzas, del Servicio de Cardioloía del H. U. Puerta del Mar de Cádiz.
ResponderEliminarAunque él no lo dice en su escrito, yo sí quiero reflejar su identidad y decir además que es un orgullo ser compañero de él.
Julio Rodríguez de la Rúa
Merece todo mi respeto y mi admiración. Gente como este cooperante me hace pensar que es posible un mundo mejor si nuestros dirigentes aprendieran esta lección de humanidad.
ResponderEliminarGracias por todo lo que das.
¡Qué testimonio de generosidad y bonhomía! Esto te salva de tanto egoísmo e injusticias.
ResponderEliminarY sentimos el orgullo de saber que, todavía hay personas (héroes) entregadas con pasión, haciendo el bien a nuestros semejantes.