Kimura y el borde del precipicio



Hablar con mi amigo japonés Kimura es siempre como acercarse a un precipicio. No sé si él es un prototipo del hombre de su país y casi todos son así, conozco a muy pocos. Pero tengo la impresión de que algo de eso hay; me lo confirma la lectura de las obras de Murakami.

No recuerdo cómo empezó nuestra conversación de hoy, le noté tenso cuando dijo:

─Somos absolutamente ingenuos al alimentar esperanzas respecto a la posibilidad de erradicar la inseguridad y el dolor. Cuando dejemos esa inútil esperanza será cuando nos podremos serenar y reunir el coraje para entender y asumir que es imposible atarnos o aferrarnos a nada.

Quedé un poco perplejo y le pregunté:

─No entiendo. ¿Qué quieres decir?

─Quiero decir que ese es el camino, el principio del camino, no hay otro.

Me pareció descifrar que intentaba, desde cierta perspectiva existencial y profunda, decir que tenemos que reconocer la realidad de la inseguridad y el dolor como partes inevitables de la experiencia humana. Después insistí:

─¿Entonces tú piensas que debemos aceptar incondicionalmente que no podemos exterminar por completo estas facetas de la vida?, ¿y también que debemos a renunciar a la ilusión de un control absoluto sobre nuestro entorno?

Con rapidez respondió lo siguiente:

─Exactamente. Pienso, y estoy seguro, que en lugar de luchar incesantemente por un mundo sin problemas, hay que adoptar la idea de aceptar la naturaleza inevitable de la vida, incluyendo sus desafíos y dificultades. Aunque esto no significa resignarse o ser pasivo, sino más bien adoptar una actitud de aceptación y equilibrio. Digo que debemos tener la valentía y el coraje de serenarnos y relajarnos cualquiera que sea nuestra situación; y esto implica liberarse de la ansiedad constante para evitar problemas y buscar la perfección. Entonces, al comprender que la vida es inherentemente incierta y que el dolor es parte de la experiencia humana, podemos encontrar una especie de liberación y mayor paz a través de esta aceptación.

Entendí que Kimura sugería que este acto de renuncia ─y también de sosiego─ es el primer paso del camino que hay que emprender cuando las cosas se ponen mal.

Le comenté si esto podría entenderse como el punto de partida para un viaje hacia la autenticidad, la sabiduría y el crecimiento personal, donde el individuo comienza a vivir plenamente en el presente, sin negar las realidades difíciles de la vida.

Kimura asintió con la cabeza y no añadió ni una palabra más.


Ignacio Pérez-Blanquer
Académico de Santa Cecilia

Comentarios

  1. Amigo Ignacio. Leyendo tu magnífico post, me he preguntado si llegando al envejecimiento, el primer paso del camino que hay que emprender es el de la sabiduría, mantenernos receptivos a aprender lo que sea sobre cualquier cosa. Al menos eso dicen. ¡Uf! Pues.

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  2. A esto que propone Kimura es a lo que yo he recurrido en ocasiones difíciles: ponerme una coraza. Ella me ayuda a salir con menos daño y con seguridad pues sé que estoy aislada del mal de fuera. Del que va por dentro, al conocernos bien, me encargo con sosiego.

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  3. ¡Qué sabiduría encierran los comentarios tuyos...y los de Kimura!

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  4. Kimura es muy sabio, no vale de nada aferrarte a las cosas, es preferible adaptarte a lo que vaya viniendo, y disfrutar de todo lo que la vida te regala.
    Hay que procurar agarrarte a lo que viene en cada época, y mantenerte bien hasta el final.

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  5. me encanta tu amigo Kimura ! qué sabiduría desprende , ya sabemos que a veces en vez de contestar es mejor callar .los silencios te dicen más !

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  6. Comparto la esencia del Sr. Kimura..
    Hace unos años k práctico la aceptación de lo que acontece. Cultivo mi mundo interior,alimento mi espíritu,y lo.nutro cada día, incansablemente...
    La templanza y la perseverancia por bandera....
    Presente ejercitar el desapego. La paz interior permite asistir lo k va sucediendo...
    Mi abuelo ,y después mi padre,recitaban: Tengo penas ,más de mil, no.me salen a la cara....
    Que un sabio me dijo a mi, que la vida la tomara como la viera venir...

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