ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (34) Señas de identidad
Se publica hoy en "Diario de Cádiz" el artículo correspondiente a este martes día 11, de la sección «Encuentros en la Academia», en el que el académico de Bellas Artes Santa Cecilia, doctor Juan Gómez Fernández, hace una oportuna e interesante reflexión sobre los elementos diferenciales de todo colectivo humano.
Señas de identidad
Desde que el hombre es
hombre y habita sobre esta tierra siempre ha buscado unas señas que lo
diferenciara de otros grupos tribales, de otros pueblos, de otras gentes. Unas
veces porque veía en ellos a unos enemigos potenciales y otras porque
necesitaba buscar la cohesión del propio grupo. Estas señas no son más que la
identidad que lo diferencia de otros grupos y al mismo tiempo lo identifica con
los componentes del propio clan al que pertenece. Así pues, por una parte
buscar la diferencia, pero por otra buscar también la coincidencia. Esta tarea
de diferenciación-identificación era la máxima aspiración de los líderes que
controlaban la comunidad porque de esta manera lograban más fácilmente aunar
los esfuerzos colectivos ya que había un objetivo común para todos. Esfuerzos
más necesarios en las épocas de dificultades que en la paz y la prosperidad.
Nuestra ciudad como
colectividad lleva años, mi pasado me impide indicar cuántos pero puede usted
querido lector poner el número que crea conveniente, desde aquel famoso “Ciudad
de Historia y Turismo”, buscando mediante frases más o menos acertadas unas
señas que la diferencie pero que al mismo tiempo la identifique. Examinando en
unas palabras el distintivo de identidad, como si ésta hubiera que inventarla o
recrearla.
Hace años que vengo
escuchando que el portuense quiere poco a su tierra, que la critica en demasía,
que la compara demasiado con las ciudades de su entorno, que es demasiado
“pasota” con las cosas de su pueblo, etc. Podría decirse que existe en nuestra
gente un sentimiento de autodestrucción y de perversa indolencia que nos lleva
a no valorar lo que nos rodea y a criticar cuanto de bueno se hace o se tiene a
nuestro alrededor. Tal vez la causa de esta posición vital se encuentre en la
falta de unas señas de identidad que le hagan sentirse orgulloso de ser quien
es y al mismo tiempo trabajar en una misma dirección aunando esfuerzos y no
destruyendo cuanto sale al paso.
El escritor Marcel
Proust a la edad de veintiséis años, tras la muerte de sus padres y después de
una larga enfermedad, empieza a escribir su excelente obra “En busca del tiempo
perdido”; es de esperar que nuestra ciudad no tenga que llegar a estos extremos
para encontrar su “tiempo perdido”: sus señas de identidad. Una tarea que no es
responsabilidad de unos pocos, sino un empeño que la colectividad debe tomar
como si en ello le fuese la vida. Y es verdad que nos jugamos mucho en el
propósito, ni más ni menos que descubrir quienes somos y quienes queremos ser.
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