Paseando con un poeta: Gloria Fuertes

    Llegué, como me gustaba hacer, con unos quince minutos de antelación. La cita era en una cafetería muy antigua, aún con mesas redondas de mármol rojizo veteado de negro y algunas finas rayas blancas. Con pie de hierro forjado.  Noté la silla incómoda, quizás porque estaba un poco nervioso, no encontraba la postura. Elegí un rincón con la luz suficiente ─ni mucha, ni poca─ al lado de una ventana amplia que daba a la calle. Desde aquel sitio podía ver dos de las tres puertas, la tercera no la veía bien, ¿entraría ella por ahí? Miré casi a hurtadillas por la ventana; la poca gente que pasaba iba bien abrigada y con paso rápido. Me di cuenta que mis dedos de la mano izquierda tamborileaban rápidos sobre el mármol casi sin producir sonido alguno. ¿Le diría que había sido la última en ser añadida a mi lista de poetas? En realidad hacía poco tiempo que había descubierto la musicalidad de sus poemas, su cadencia, sus curiosas y extrañas metáforas, la maestría de sus movimientos por laberintos lingüísticos, la atrayente ingenuidad con aristas irónicas, y la enorme sencillez de su andamiaje poético. Y siempre el amor latiendo  ─como ella misma decía─ en sus miles de poemas.

    Casi me asusté cuando escuché un sonoro ¡hola! allí delante. Me levanté algo turbado para saludarle, pero supe hacerlo con suma cortesía y sonriendo. Le señalé la silla e hice un leve gesto como de disculpa por ofrecerle un asiento tan poco confortable. Ya tenía su sonrisa frente a mí; doblada la cabeza un escaso ángulo hacia la derecha me miraban sus ojos con un pellizco de socarronería. 

    Confuso todavía, busqué con alguna precipitación una de mis tarjetas en la que tenía escrita una definición de poesía que ella dio una vez; se la mostré:


    Dio una ojeada a la cartulina. Asintiendo con un movimiento de cabeza reconoció la frase como suya y dijo:

    ─Ahora, pasado el tiempo, tendría que decir algo más, y definirla también como la exteriorización de un estado especial de conciencia  ─hizo una profunda respiración─, pero sigo pensando que es un don, no es para presumir, cuando tienes eso metido en la sangre, o en los genes, cuando tienes esa facultad de poder escribir poemas, los escribes… sin más. No es cuestión de colgarse medallas ni ponerse laureles. En esas circunstancias tampoco puedes hablar de que sea una cosa fácil o difícil, simplemente "es".

    Compuso otra vez su sonrisa y se quedó a la espera de otra pregunta. En vez de preguntarle le recité ─como bien pude─ un poemita del libro "Historia de Gloria":



    Casi no le vi arrugar la frente, lo impedía su sempiterno flequillo; exhaló humo de un inexistente cigarrillo y aclaró:

    ─Este pequeño poema es de los que emergían producto de un arrebato poético, sin pensar, sin corregir apenas. Siempre he sentido que al corregir un poema lo desvirtuaba o desposeía de algo de su naturaleza primigenia, y que si la corrección era excesiva lo convertía en no-poesía. 
    Encontré sugestivo ese concepto que esbozaba de no-poesía y le pregunté:

    ─¿A qué llama no-poesía? ¿Por qué no la denomina mala poesía, sin más?

    ─Sin duda lo hago por respeto al creador, hay algo sublime en la creación siempre digno del mayor respeto, aunque la creación no muestre los resultados apetecidos por el autor ni por el público ─se quedó unos instantes mirando un antiguo anunció publicitario que estaba en la pared detrás de mí por encima de mi cabeza─. La no-poesía es aquella que no se comprende, que no enciende nada en ti, que no emociona; quizás formada por bellas palabras alineadas, pero con poca ilación. Es aquella en la que te pierdes en el siguiente verso, no la ves clara. La no-poesía es la que sólo agrada a su autor.

    Me iba sintiendo cada vez más inmerso en la conversación y veía con temor que pasaban los minutos. Intenté cambiar de rumbo y le planteé la siguiente pregunta:

    ─¿Es la poesía "un arma cargada de futuro" como decía Gabriel Celaya

    Con su voz profunda, gastada e indefinible, me respondió recitando:



    Experimenté cierto abatimiento, sabía que mi reunión con ella estaba concluyendo. "Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos, / que al corazón le llega poca sangre."

    ─¿Habrá otra ocasión y podremos vernos otra vez? ─le pregunté como un ruego.

    Sin decir ni una palabra tomó de la mesa mi carpeta y ─claramente─ al azar, cogió una de las tarjetas que allí tenía, la dejó encima de la mesa como si fuera la carta de una baraja: bocabajo. No supe que hacer durante unos largos segundos, después ─con gran lentitud─ acerqué mi mano derecha para, con el pulgar y el índice, darle la vuelta. Entonces leí:

    Levanté mi mirada a sabiendas de que ya no estaba allí, sólo quedaba un extraño rastro: un denso, persistente y pequeño anillo, de humo de tabaco.

Ignacio Pérez Blanquer 
Académico electo de Santa Cecilia 
Febrero, 2012



(Pulse con el botón izquierdo del ratón en la ilustración para entrar en la Web de la Fundación Gloria Fuertes)


Post scriptum:
A ella no le gustaba que le dijesen 'poetisa'. 
Dedico este pequeño escrito a mi amiga Carmen Romero Cervero que insistió, y me convenció, para que leyese a la poeta Gloria Fuertes y para que la incluyera ─con todos los derechos─ en mis paseos con los poetas.

Comentarios

  1. Me acuerdo de "Un globo, dos globos..." Esta mujer era fantástica.

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  2. Siempre me gustó mucho la poesía de G.F. El artículo es muy interesante y emotivo.

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  3. Maravilloso el escrito y por traer a Gloria Fuertes, ella participaba también en el programa La cometa blanca que era mi preferido de niña.

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  4. Precioso el escrito, Ignacio me ha encantado, Carmen q contenta debes estar y gracias a los dos.

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  5. Gracias Igancio por este maravilloso escrito y me ha recordado cuando mis hermanos eran pequeños ya que les llevo 18 años les leia los cuentos y poesias de Gloria Fuertes y como alguno no se me ha olvidado se los recito ahora a mi nieto.

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  6. Ademas de darte las gracias a ti querido amigo,tambien se las doy a Carmen que supo convencerte para que te acercaras a esta mujer GRANDE en todos los sentidos.
    Cuantas veces la recitamos en mi casa,tantas como la añoramos.
    Un beso y por favor sigue sorprendiendonos.

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  7. Estupendo escrito dedicado a una poeta de excepción.

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  8. Precioso post sobre una gran poeta.

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  9. José Javier Romero5 de marzo de 2012, 1:33

    Hace 35 años, mis compañeros de estudio tuvieron el buen gusto de regalarme un libro de poemas de Gloria Fuertes. Este escrito me ha llevado a esa época, por lo que querría compartir con ustedes este poema sacado de ese libro. Gracias.

    Y de lo que me alegro,
    es de que esa labor tan empezada,
    ese trajín humano de quererte,
    no lo voy a acabar en esta vida;
    nunca terminaré de amarte.
    Guardo para el final las dos puntadas,
    "te quiero", he de coser cuando me muera,
    e iré donde me lleven tan tranquila,
    me sentaré a la sombra con tus manos,
    y seguiré bordándote lo mismo.
    El asombro de Dios seré, su orgullo
    de verme tan constante en mi trabajo.

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