ENCUENTROS EN LA ACADEMIA (61)
En torno a la reforma laboral
Existe una gran divergencia
entre lo que representa para el empleador
y el empleado el significado del
concepto TRABAJO. Para el
empleado, poder trabajar supone un conjunto de valores de enorme alcance e impacto
en su vida. Estar empleado proporciona: un medio de vida y de desarrollo
personal, la posibilidad de crear una familia, de tener descendencia, de tener
cubiertos las necesidades y servicios básicos y como conjunto de todo ello, sentirse útil e integrado en el ámbito social
donde vive. En conclusión, desarrollar una actividad remunerada del tipo
que fuere es vital para el correcto desenvolvimiento integral humano de
cualquier persona.
Sin intención demagógica
alguna, en pura lógica de la economía de mercado, el trabajo de sus empleados
significa para el empleador un gasto operacional más, es decir, uno de los
epígrafes que bajo la denominación de coste laboral componen el desglose
de su contabilidad analítica de costes. En estricta ética empresarial, una de las
misiones básicas de los órganos directivos de una corporación, es exigir a los
gestores de las unidades de negocio que la componen, a que incluyan en sus
planes estratégicos medidas para disminuir los costes laborales, ya sea a
través de proyectos de investigación y desarrollo o por compra de tecnologías
innovadoras asequibles en el mercado. En ambos casos, lo que se persigue es una
mayor y mejor instrumentación del control de los procesos productivos, lo cual puede
minimizar hasta límites insospechados el número de trabajadores ocupados en las
unidades de producción.
Cabe preguntarse si estas
dos visiones del concepto trabajo tan alejadas, son ambas aceptables desde la
óptica de la ética social. Reconozco que lo que nos pide el cuerpo en relación
a los despidos enfocados a aumentar la competitividad y en consecuencia los
beneficios, es ponerse del lado más débil. La respuesta la deben dar las leyes Laborales
cuya misión es administrar esta divergencia de forma que ambos significados,
imposibles de converger, puedan convivir de forma civilizada mitigando
tensiones y moderando intereses encontrados. También es indiscutible que las reglas
de juego laborales tienen que adaptarse a los tiempos, sin olvidar jamás que las
empresas para perdurar competitivas en un mercado global, deben aplicar sin
descanso mejoras tecnológicas para disminuir costes operacionales, entre ellos
los laborales. Si no actúan así, otro competidor más audaz las desalojará del
mercado y no solo irán al paro los que sobrasen por los ajustes sino la plantilla
completa. Como ejemplo, valgan las relocalizaciones de industrias gaditanas
trasladándose a ámbitos con leyes laborales con menos rigideces y sindicatos
menos politizados y así poder seguir generando mayores beneficios a sus
accionistas.
Joaquín Solís Muñoz-Seca
Académico de Santa Cecilia
Un artículo muy interesante y que aclara muchas cosas.
ResponderEliminarMuy sensato el escrito, y real.
ResponderEliminarMuchas felicitaciones a la Academia.