LA CULTURA, ARRINCONADA

La democracia o, quizás mejor, el nuevo régimen, originado a finales del siglo XVIII se fundamenta en la división de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. En la Constitución de Cádiz, cuyo bicentenario celebramos, se establecen como objetivos de la acción de gobierno la felicidad y el bienestar de los ciudadanos, libres e iguales. La realidad actual dista demasiado de las esperanzas abiertas por aquellas ideas. Dos aspectos pueden señalarse: uno, el régimen español vigente en la actualidad, de hecho, como se titula con relativa frecuencia, es una partitocracia; y dos, las dominantes lamentables convivencias y connivencias circulares partidos-gobierno-medios de comunicación difícilmente penetrables.
En el ámbito de lo cultural, objeto de estas líneas, la realidad político-social de la España actual está bien lejos también de aquellos ideales. Está enferma, padece metástasis de sumisión política y aflora una barbarie consecuente. He aquí algunas manifestaciones con referencia exclusiva a las formas. ¡Qué no tendríamos que decir, además, de los contenidos concretos y, a veces, cambiantes (sean ideología PP o PSOE, sean nacionalistas vasca, catalana, o simplemente regionalistas) frutos de la fuerte 'politización desde arriba' que nos inunda!
Primera. Desde la política se pueden establecer unas ideas marco, unas líneas directoras que, obviamente, deben establecer los políticos elegidos, los gobernantes. En las parcelas de la cultura suelen acomodar a los (pongamos, por una sola vez, as) menos capaces o menos significativos; y hasta aquí sería indiferente. El problema, muy grave, surge cuando junto a la designación se recibe presupuestamente una especie de infusión de sabiduría de tal magnitud que con demasiada frecuencia personas sin formación, sin estructura de conocimientos, actúan como representantes de la auctoritas del saber traspasando ampliamente el territorio de la potestas político-administrativa y se convierten -¡qué pena!, porque así lo creen y lo asumen, y no sólo se aprovechan- en 'sabios' conferenciantes, creadores y maestros. Así pues, primera apropiación, ideológica y personal.
Segunda. La administración, los funcionarios, ya que existen, deben dedicarse a lo propio: administrar los recursos existentes, distribuirlos -y no participar en la utilización-. Son tantos que suelen 'sobrar', por exceso del aparato, como funcionarios administradores, pero, por otra parte, lógicamente saben bastante más que los políticos que los mandan, y quedan a veces marginados. Dado que algo tienen que hacer, 'hacen cultura' y sus administraciones, que ellos regentan, publican, envían a congresos, potencian simposios de sus ámbitos en los que reunir colegas y exponer sus trabajos. Es decir, segunda apropiación, funcional y también personal.
Nos encontramos en una situación de clara apropiación indebida por políticos y funcionarios de lo que pertenece a los creadores, a la sociedad. Usurpación de medios consecuente de la usurpación de funciones ya que no de saberes y creares. Acaparación de casi todos los medios presupuestarios, siempre escasos, y decisión de qué, quién de ellos los utiliza, político o funcionario, y cómo. Se trata con demasiada frecuencia de una expresión formalmente no cruenta ni delictiva pero sí clara manifestación de perversión y de corrupción de principios. Nuestra cultura queda así marginada y colonizada por los administradores públicos.
Tercera. De la sociedad civil y en la sociedad civil surgen los sujetos creadores de cultura, de pensamiento, de arte. ¿Van a surgir de los políticos? Recordemos: Aristóteles, Galileo, Descartes, Velázquez, Newton, Kant, Edison, Cajal, Torres Quevedo, Einstein, Ortega, Picasso, Zubiri… Pero éstos precisan, de diferentes maneras, de contexto y de atenciones. Sobre todo de la posibilidad de vivir, crear, difundir con libertad y responsabilidad.
En la tradición de la filosofía política se estableció el principio de subsidiariedad, por el cual sólo actuaría por sí, y desde sí, el Estado -gobernantes y administradores- si la Sociedad quedaba anclada. Pero se ha regresado a un despotismo agravado con demasiadas notas de desilustración. El recuerdo más radical de ese principio tradicional y básico para una auténtica democracia, libertad y participación, corresponde -puede llamar la atención- a Benedicto XVI en su última encíclica Caritas in veritate dedicada al desarrollo de los pueblos, actualización de la doctrina social de la Iglesia expuesta en la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI y en la constitución conciliar Gaudium et Spes del Vaticano II.
En la aplicación a El Puerto de Santa María se detecta fácilmente que la ciudad, que dejó de ser tierra 'de señorío' allá por 1729, padece la enfermedad, plaga y epidemia, que carcome la cultura en la España: el atroz acaparamiento de políticos y funcionarios de la cultura. Con un porcentaje muy reducido de lo que nos cuestan unos y otros (sueldos, viajes, dietas, despachos, secretariado y equipos, luz, aire acondicionado, etc.) qué no harían, valga como ejemplo, por la cultura de y en El Puerto de Santa María, instituciones como la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia, ya centenaria en sus haceres y prácticamente olvidada por las instituciones.
Francisco González de Posada
Académico de Santa Cecilia


Artículo publicado hoy domingo 16/09/2112 en el "Diario de Cádiz":

Comentarios

  1. No le falta verdad a nada de lo que dice el artículo, magnífico.

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  2. Estoy de acuerdo con los tres puntos, muy buen escrito. La Academía está haciendo milagros por mantener algo de cultura en el Puerto y lo hace sin medios que ya es merito, solo con la voluntad de unos cuantos pocos.

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  3. Un gran artículo. Coincido en el análisis del señor González de Posada punto por punto.

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